viernes, 9 de septiembre de 2011

EL PELIGRO DE LAS PALABRAS... Y LAS MUSAS DE CARNE Y SANGRE

Algunas lecciones pueden resultar muy amargas sobre todo cuando se traducen en pérdidas, los famosos daños colaterales que de vez en cuando provoca la escritura... Salvo que ésto no es una película de acción, no suele haber segundas oportunidades, ni oportunidad de explicarse... y tienes que medir las palabras más que nunca... Primero están las de alma y misterio, nacen de un recuerdo, de una imagen, de un fragmento de sueño, y las vas dotando de una serie de cualidades, físicas, de carácter, ambiciones, expectativas... y cada cierto tiempo, las vas cambiando, no solo porque pierdan casi todo su misterio, sino porque os termináis conociendo bien: la actual se llama Yolanda, es morena, delgada, de pelo largo, tez ligeramente aceitunada, y llevamos trabajando juntos dos meses... Son cómodas, no muy temperamentales, inteligentes y, sobre todo, escuchan y te hacen escuchar... incluso las voces de tus silencios...

El segundo tipo de musa es mucho más complicado, las de carne y sangre... Son criaturas humanas, aquellas que te atan a la realidad, que te inspiran a escribir, casi siempre por algo que, a tus ojos, las hace únicas: una de ellas, tiene las manos más fascinantes que he visto nunca; otra de ellas, por sus ojos; durante un tiempo me sedujo una sonrisa de blanquísimos dientes; en cuanto a los ojos, una los tenía azules como el cielo antes de una tormenta, y la otra, negros como el reflejo de una noche sin luna...

La única regla era que jamás convirtieras en musa a una mujer por entero... Por el pequeño detalle del reconocimiento. A casi todas las musas de carne y sangre las cabrea, y con razón, el reconocerse en uno de tus personajes, aunque se trate de una historia de lo más anodina, tranquila e inocente... El escritor y el poeta, condenados primero al ostracismo, y luego a la picota... que hace mucho frío de noche... La musa se esfuma tras un muro de silencio, ojo, con toda la razón del mundo... Y, por si fuera poco, alguien a quien aprecio muchísimo, y tal vez una de las personas que mejor me conoce, se encuentra pillada en el fuego cruzado...

Ya dice el refrán que "no hay peor ciego que el que no quiere ver"... Las palabras son exclusivamente eso, palabras, el escritor las utiliza en sus historias, les da forma para crear un texto, para transmitir, en mi caso, sentimientos... Y luego, corresponde al lector realizar su interpretación, según sus esquemas de valores, creencias, sentimientos... Eso sí, desde el momento en que las palabras abandonan el teclado, el conrol lo tiene el destinatario... Durante estos meses, habré escrito cerca de 900 entradas, en los distintos blogs públicos, los clandestinos, las novelas; y en ellos aparecen personajes reales, imaginarios, parcialmente reales... Mal lo iba a llevar si todos ellos me pidieran explicaciones sobre el "por qué" de su existencia...

No puedo evitarlo: juego con los géneros: mezclo la "autoficción" (vida inventada), la fábula, la paradoja, el relato amoroso, la ciencia ficción, lo adorno con cuatro datos bien buscados, y sale una historia de amores imposibles... ¿Por Satanás, todavía hay gente que crea a los escritores en sus novelas y sus blogs? ¡Si ni siquiera todas las autobiografías son ciertas, pues el tiempo altera la percepción de los recuerdos! ¿Y si un día me levanto especialmente romántico, y cuento la primera vez que hace el amor una chica de veinte años, durante las fiestas del pueblo... de repente, me he convertido en chica, guapa, inteligente y muy bella? ¡Qué más quisiera yo! ¿Y mis relatos oscuros, en los que pasa de todo menos cosas buenas, y me refiero a satanismo, canibalismo, maldiciones, sacrificios humanos, ejecuciones sumarísimas y una amplia variedad de barbaridades, en qué posición me dejan, justo un poquito por debajo de Hannibal Lecter pero muy por encima del Arropiero? Por cierto, están recogidos en hombresdetintarelatososcuros.blogspot.com... El escritor, el poeta, el blogger, viven en los mundos de la ficción, de la fantasía, es el lector quien debe escoger hasta qué punto debe creer lo que está leyendo, donde termina la realidad. Las palabras no ofenden "per se", es en la mente y el corazón del lector donde puede surgir el problema... y el silencio jamás es una solución... Aunque de momento, regresaré a las musas de alma y misterio...

Laetitia, cariño, estás despedida... y vosotras también, Rebecca, Claudia, Carmen, María, Beatrice...

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