domingo, 11 de septiembre de 2011

AURORA EN PICOS DE EUROPA

¿Alguna vez te has quedado completa, total y absolutamente deslumbrado por alguien, hasta el punto que todo su universo se reduce a aquella persona en concreto, y que por supuesto, no logras reunir el valor para dirigirte a ella? Hace ya muchos años, demasiados, me temo, que experimenté aquella fascinación, tremendo "tsunami" emocional que, finalmente, terminó...

Terminó, justamente, como tenía que terminar, me temo...


Se podría haber llamado Patricia, es un nombre bonito, ligero, o Claudia, o María, o Paula... Todos ellos son hermosos, pero el suyo es el que más me gusta... Aurora...



Un viaje hacia el pasado...



Era toda ojos, unos enormes faros, que reflejaban la luz de la hoguera, y me dejaron completamente fascinado desde el primer momento en que la , en aquella primera noche de acampada... De alguna manera un poco extraña, me apunté a una estancia en Picos de Europa, saliendo todos con nuestros coches desde las traseras del Bernabéu, compartiendo gastos, pues la empresa se había encargado de buscarnos un acompañante... La segunda opción era quedar directamente en la zona de acampada, un campo que disponía de una casa anexa (con las duchas comunitarias, divididas por cortinas tipo cámping... y turnos para chicas y para chicos, los cuartos de baño, una cocina hermosa, un comedor y un cuarto de revelado), y por eso no la vi hasta la primera noche... El viaje, por cierto, fue muy agradable, mi forito se portó muy bien durante todo el camino, y los dos compañeros, aunque un poco fantasmas (como todos los veinteañeros), resultaron una agradable sorpresa, de hecho, todavía sigo viendo a Miguelón, aunque de Juan Carlos hace mucho tiempo que no sé nada, y de esta acampada hace más de 10 años...


Pero volvamos al pasado: el camino de acceso no era demasiado bueno, pero de todas formas, la sequía consolidaba el terreno, y en pocos minutos estábamos en el aparcamiento, desempaquetando las tiendas, el material de cocina y unos cuantos rollos de cable, para preparar la instalación eléctrica. Eramos 15 personas, contando a los 2 monitores, y en cierto modo el nuestro era un campamento un tanto especial: se trataba de un "Safari fotográfico y gastronómico en Picos de Europa, incluyendo marchas diurnas y nocturnas, la Ruta de Cares y excursión a Covadonga", durante 10 días, contando con los viajes de ida y vuelta, y era muy económico, porque nos comprometíamos a ayudar con la cocina. Viniendo de una familia numerosa, que cuando se juntaba en los cumpleaños, llegaba en ocasiones a 30 invitados, no era ningún desafío, y de todas formas, en la "mili" aprendí a improvisar menús sabrosos y nutritivos con muy poco tiempo... y por eso, al tercer día quedó más o menos establecido que, con la ayuda de otras dos personas, me encargaría de las comidas, y Abelardo, de las cenas. Pero me estoy dispersando, quería hablaros de Aurora...


La primera noche: una visión celestial...


Estábamos todos un poco cansados, después del viaje, aunque después de montar las tiendas (cada uno la nuestra, a no ser que prefiriésemos compartir), y de chapotear un poco en la alberca, nuestros ánimos estaban bastante tranquilos, y la noche, hermosa y tranquila como solo pueden serlo las que pasas al raso en Picos de Europa en el mes de junio... Por exceso de cansancio (y cierta falta de planificación), nuestra cena fueron bocatas de jamón con tomate, o de chorizo, y unas buenas cuñas de queso que habíamos comprado aquella tarde, y por supuesto, sus buenos cántaros de agua fresca, y algunas litronas...


Fue entonces cuando la ... ¿Os he dicho ya que tenía los ojos más grandes y más negros que he visto en toda mi vida?¿Que parecían incluso profundos como una noche sin estrellas? ¿Y de su nariz, pequeñita y respingona, os he hablado de ella? ¿Y sus labios, rojos, hermosos, afrutados? ¿Y de su pelo, oscuro, largo hasta la mitad de la espalda?¿Ya os he dicho que daban ganas de acariciar sus levísimas y perfumadas ondas? Todo en ella era pequeño, reducido, una hermosa y delicada muñeca, de piel atezada pero tersa, sin mácula, sin imperfecciones, que en aquella cálida noche pre-veraniega, de todas formas llevaba una cazadora vaquera algo desgastada en los codos, una camiseta blanca con la Union Jack, vaqueros también azules y destenidos, y unas alpargatas... Como casi todas las mujeres pequeñas que conozco, Aurora tenía andares felinos... Durante aquellas horas de ensoñación, sé que se Bautista y Sebastián se pusieron a tocar la guitarra y cantar algunos temas de Sabina, que Emilia también se atrevió con una canción de Tina Turner ("Private Dancer", creo...), y que dos o tres personas más contribuyeron a que diera la una de la madrugada, casi sin darnos cuenta... Pero, en lo que me concierne, también podría haberse estrellado un búho real en la melena de Danae, o abrirse la tierra a mis pies, que no me habría dado cuenta... Estaba completamente hechizado por Aurora, que se sentaba al otro lado de la hoguera, cerca de Bautista, pero manteniendo la distancia... No podía quitarle los ojos de encima, y cada vez que me pillaba mirándola, me sonreía... pero de esa manera tan especial que tienen las mujeres (en este caso, las adolescentes) hermosas, que son conscientes de su belleza... Aquella noche, soñé con ella en la soledad de mi tienda... y todas las demás noches, durante aquella breve estancia...


Un encuentro en la cocina...


Fueron unos días mágicos, sobre todo, por estar con ella, y que no le molestase mi compañía... Incluso venía a buscarme, durante el tiempo entre actividades, pero casi siempre estábamos juntos... La primera mañana, después de la primera noche, pensé que mi pobre corazón se iba a salir de mi pecho, de tan fuerte que empezó a latir, cuando la entrar en el salón para preparar el desayuno... LLevaba un top de tirantes de color blanco, que dejaba intuir su sujetador, también blanco, una falda vaquera azul oscuro, y unas chancletas blancas... Se quedó, creo, un par de minutos mirándome (yo estaba tostando las barritas de pan), y solo cuando me dí la vuelta, se puso en movimiento... No pronunció ni una palabra, y tampoco hizo falta que lo hiciera yo, porque cuando lo intenté, me puso un dedo en los labios, y después se puso de puntillas para darme un beso... solo uno... pero no hizo falta más...

"¿Por qué lo has hecho?", le pregunté, extrañado...

"Porque me apetecía... porque me hizo sentir bien tu mirada, anoche...", me dijo antes de darse media vuelta, y empezar a poner la mesa en el pequeño comedor...


El primer taller... y la segunda noche


Y no hablamos mucho más aquella mañana, aunque pasamos todo el tiempo juntos, en el primero de los talleres: "Uso de la exposición prolongada en blanco y negro sobre objetos muertos", que afortunadamente celebramos en el pueblo de Caín y sus alrededores... Y digo que "afortunadamente", porque en dicho pueblecito hacen los mejores huevos fritos de corral con chorizo a la sidra que he comido jamás... Y después de semejante comida, hicimos fotos durante otra hora, y luego, de regreso a la tienda, porque se imponía una buena siesta. A partir de las cinco y media de la tarde, y hasta la hora de preparar la cena, estuvimos trabajando en el comedor y el cuarto de baño, convertidos ambos en laboratorios de trabajo en blanco y negro. Nos dividimos en dos grupos por cuestiones de espacio, y 7 de nosotros estuvimos recorriendo los campos y el bosque aledaño, utilizando "Técnicas de captura del movimiento en entornos naturales", lo que en la práctica se tradujo en algunas fotos realmente hermosas de pájaros, ramas mecidas por el viento, y todo tipo de animalejos, incluso un par de enormes babosas y dos ranas. Aurora estaba en el mismo grupo que yo, aunque se había puesto unos pantalones vaqueros para no arañarse las piernas y unas botas de treking... No podía dejar de mirarla...


Ni tampoco pude dejar de hacerlo por la noche, durante la cena, ni durante el juego... En esta ocasión los dos monitores, que eran también los profesores de fotografía, organizaron una especie de concurso de lectura de diálogos famosos... Y nos tocó "Romeo y Julieta", en la escena del balcón... Siempre he sido tímido, más partidario de admirar desde la lejanía que de tomar la iniciativa, con más experiencia como amigo fiel que de protagonista de mi propia vida... Y sin embargo, aquella noche, no tuve más remedio que tomar las riendas del destino (al menos en sentido figurado) y declararme a Aurora... como si fuera yo fuera un Montesco y ella una Capuleto... Es cierto que no lo hicimos del todo mal, sobre todo comparado con Vicente y Pilar, que estaban realmente nerviosos, y mucho mejor que Peter y Benji (los monitores), que no tuvieron mejor idea que poner voz de falsete... y esto provocó estruendosas carcajadas... sobre todo porque Benji es un armario de 2 metros por 2 metros de alto... Pero lo más importante, al menos para mí, fue comprobar que estaba a gusto hablando con ella, y ella conmigo... lo que desde luego contribuía a mejorar mi autoestima, con demasiada experiencia como amigo fiel...


La Ruta del Cares...


Los dos días siguientes los pasamos caminando, haciendo la Ruta del Cares, desde Caín hasta Poncebos, con esos 12 kilómetros de camino en cada sentido que pudimos realizar sin contratiempos, ni torceduras... El paisaje, sobre todo desde las ventanas cavadas en la roca, es espectacular, y aquél año, el río bajaba con bastante fuerza, y en algunos tramos, era complicado hacerse oír. Era impresionante el observar que podían verse los golpes del cincel y el mazo, o los restos de las voladuras en ciertos tramos... Para mí, evidentemente, lo mejor fue el estar acompañado por Aurora, que se había equipado con sus botas, unos vaqueros cortos, camiseta blanca y blusa abierta, y un sombrero a lo Indiana Jones... Vale, no eran precisamente las pintas más adecuadas para caminar por Madrid, pero de todas formas, era algo práctico para el monte... También llevaba un bastón de treking, igual que yo, y sabía mantener el silencio, no como aquellas personas que necesitan llenarlo con el eco de su voz...


[Hagamos un pequeño inciso, para hablar sobre el grupo. Dos personas venían de Segovia, y todos los demás de Madrid. En total, 8 chicas y 7 chicos, contando a los monitores; y en principio, nadie se conocía previamente. Nos enteramos del campamento en distintos clubs de fotografía de las facultades, por lo que todos teníamos nociones previas, y deseos de aprender. Era la tercera o cuarta vez que se realizaba, y siempre, con críticas positivas: la gente iba trabajar, a perfeccionarse, pero no a ligar, y esta fue la mayor diferencia.]


Volvimos tarde, al caer la noche, al pueblo, y nos quedamos a cenar allí (la cena también estaba incluída en el precio, la bebida no), aprovechando también para tomarnos un par de copas, y relajarnos un poco... Aquella noche, antes de acostarnos, Aurora me besó, pero con un poco más de fuerza, de ímpetu, que antes... y me dejó solo, y por qué no decirlo, bastante confuso, mientras ella volvía a la tienda que compartía con Judith y con Laura... Y yo, con mil preguntas que hacerle... pero sin atreverme...


Recuperando fuerzas... y la tarde de las fotos...


Los dos siguientes días fueron muy tranquilos, porque había muchas fotos que positivar (aunque luego virásemos o forzásemos unas pocas), y nos interesaba descansar para la siguiente caminata: una marcha de alta montaña hasta los lagos de Covadonga, que nos ocuparía los siguientes dos días... Pero lo más interesante, al menos para mí, que que la segunda tarde, la dedicamos a "El retrato: tácticas, trucos y modelos". Abelardo y Esteban se prestaron voluntarios (bastante ególatras los dos), pero como también era necesaria una chica, Aurora se ofreció como modelo... Mentiría si no os dijese que fue una de las mejores tardes de toda mi vida, porque tuve en mis manos el cuerpo y el alma de una adolescente que, desde el primer y matinal beso, me había robado el alma... Todo le quedaba bien, absolutamente todo su guardarropa era perfecto para las fotos, incluyendo las que hicimos en la alberca, con su bikini de rayas horizontales blancas y negras... La magia se rompió al cabo de una hora y media, porque tampoco se trataba de abusar de su buena voluntad, y ella también estuvo un buen rato haciéndonos unas cuantas fotos a nosotros, mientras el primer grupo empezaba a positivar...


Aquella noche tuve compañía en mi tienda, al menos durante un rato, porque Aurora se vino a ver las fotos que yo le había hecho antes... "Realmente, las tuyas son las únicas que me interesaban, Pablo, porque creo que existe algo especial entre nosotros, y estoy segura de que es algo que se nota..." Y sí, en efecto, se notaba... De mis 60 negativos, solo había trabajado con cuatro fotos: la primera, con el top blanco, la falda vaquera oscura y las sandalias, le daba un aire de niña desvalida, con algo de Lolita... La segunda, con el pantalón vaquero corto, las botas de treking, la blusa y la camiseta, sin olvidarnos del sombrero y el bastón, transmitía una imagen de fuerza... La tercera, con vaqueros rajados, camisa de franela y botas, sentada sobre el tocón del árbol, dominaba la independencia... Y en la cuarta, saliendo del agua del pilón, completamente empapada, con chorritos de líquido deslizándose entre sus pequeños senos, y con esa sonrisa, de alguna manera, resultaba tremendamente sensual... Había muchas más fotos, detalles, de sus manos, sus piernas, primeros planos de su boca, pero realmente, aquellas eran mis favoritas... y las de ella... Estuvimos hablando un rato, a la entrada de la tienda, charlando, hasta que llegó el toque de queda... Y nos despedimos con otro beso, un poco más largo...


La marcha a los lagos de Covadonga...


Las dos siguientes jornadas fueron muy duras, al menos para quienes no estaban acostumbrados a caminar por la montaña... No hubo ningún accidente, solo ampollas, rozaduras y, durante la noche, algunas picaduras de mosquito. Como se trataba de hacer vivac, nos fuimos distribuyendo en grupos de dos o de tres... Y pasé la noche, entera, con Aurora... compartiendo saco para entrar en calor... De manera natural, ella se refugió en el hueco de mis brazos, como si yo fuera un edredón o un oso de peluche... Se había quitado la camisa, y para dormir solo llevaba su ropa interior, y una camiseta, creo que de la Autónoma, y los calcetines de deporte... Bueno, yo me tuve que dormir con los pantalones puestos, y casi no pegué ojo en toda la noche, de hecho, no me atrevía a moverme demasiado... por no molestarla... bueno, y también, para que no resultase demasiado evidente el efecto que su presencia, el olor de su colonia, el calor de su cuerpo, tenía sobre mi anatomía... Sí, seguro, más de uno dirá que por qué no me daba la vuelta, y dormía boca abajo, o incluso espalda contra espalda... se nota que no habéis compartido muchos sacos de dormir con alguien que deseabais...


Durante todo el camino, nos acostumbramos a adoptar el mismo ritmo, incluso para darle algún furtivo sorbo a la cantimplora, que desde el primer momento se convirtió en nuestro bien más preciado, pues dependíamos casi por entero de ella y de las fuentes y manantiales del camino... Otro de los problemas, por qué no decirlo, era precisamente el de ir al baño: no había ninguno en muchos kilómetros a la redonda, y con tal de no tener que andar cavando un agujero con el zapapico, escondiéndote entre los matojos, y luego tapando lo mejor posible el fruto de nuestros esfuerzos... Lo más fácil, por supuesto, era comer menos, dejar que tu cuerpo se fuera regulando poco a poco cualquier necesidad de abonar el terreno, y limitarse a hacer pis... lo que no dejaba de tener cierta dificultad si eres chica... Nos levantamos todos un poco cansados, después de pasar nuestra noche al raso, y aunque al final me adormecí un par de horas, no era lo suficiente... Aurora, después de vestirse en el saco, me dio otro beso... "Por no haberte aprovechado de mí durante la noche... ", lo que me llevó a preguntarme si es que las mujeres tienen una especie de instinto primario, que se ocupa de estos menesteres... o si había estado en vela todo el tiempo... Me inclino por la primera opción, aunque no puedo demostrarla...


LLegamos a los Lagos a la hora de comer, y resultó delicioso el poder quitarse las botas y meter los pies en el agua (por aquél entonces, todavía estaba permitido el baño), mientras esperábamos nuestro turno para utilizar los aseos... La comida del merendero era buena, aceptablemente guisada, pero sobre todo, estábamos de nuevo a cubierto, porque el cielo se encapotaba por momentos, y grises nubes de tormenta se acercaban desde los cuatro costados. Fue una tormenta espectacular, con abundante aparato eléctrico, y fuertes rachas de viento, que rizaron la superficie de los lagos, como si fuera mar abierto. A media tarde, por fin emprendimos el camino hacia la hospedería en Covadonga, donde pasamos la noche en los distintos dormitorios, que compartíamos con otros peregrinos. Cenamos en un curioso restaurante asturiano, donde realizaban concursos de tirar sidra, y degustaciones de todo tipo de manjares... y estaba incluído todo, menos la bebida, por no variar... Aunque lo que más agradecimos, al menos yo, fue el tener los servicios cerca... Aquella noche no hubo beso, creo que estábamos demasiado cansados...


Durante el viaje, estuvimos practicando el módulo "Fotografiando lo efímero", y aprendimos técnicas para plasmar las nubes, el sol, la luz, las sombras... A la mañana siguiente, emprendimos el regreso a nuestra base, compartiendo autobús con un grupo de turistas alemanes (la guía era amiga de uno de los monitores)...


Las tres últimas jornadas... y sus noches...


Menos mal que volvimos en autobús, pues todos estábamos más cansados de lo que creíamos, por lo que aquella tarde, después de la siesta, tuvimos algo de tiempo libre, mientras la mitad del grupo depuraba técnicas de revelado y hacía positivos de los carretes... Yo estaba más interesado en pasar el tiempo con Aurora, por lo que nos fuimos a dar un paseo por las cercanías, hasta encontrar una especie de charca, rodeada por dos gruesos troncos, y que conservaba en el centro restos de una hoguera... Era, de cualquier modo, un lugar excelente para conversar... Nos sentamos en el suelo, apoyando la espalda en una esterilla que nos habíamos llevado del campamento... Como el día estaba bastante fresco, recuerdo de la tormenta de la tarde anterior (que afortunadamente no había causado daños en el campo base... quitando un par de humedades en la casa), Aurora se había puesto unos pirata de tela vaquera, y un jersey de cuello vuelto... Y comenzó el juego... "¿Verdad o beso?", me preguntó, acercándose un poco más a mí... "¿Qué quieres decir?, le pregunté. Yo nunca he jugado a eso..." "No te preocupes, Pablo, es bien sencillo: yo puedo hacerte una pregunta, y me tienes que contestar la verdad... Si no puedes, o no te atreves, me tienes que pagar una prenda... y yo prefiero un beso... ¿Lo has comprendido?", me dijo, con ese aire de no haber roto un plato en su vida... Yo me limité a asentir con la cabeza, algo inquieto... "Bien, pues comencemos por el principio... ¿Has besado alguna vez a una chica en los labios?" Estuve a punto de marcarme un farol, de mentir descaradamente... "Muñeca, he besado a más chicas de las que quiero recordad en los últimos días...", o cualquier gilipollez por el estilo... Cuando la verdad era mucho más sencilla: "No... nunca he besado a una chica"... Y Aurora se limitó a decir: "Bueno... de eso nos ocuparemos más adelante... Es tu turno de preguntar..." Como soy tan bocazas, solo se me ocurre decirle: "¿Cómo es tu chico ideal?" No sé, es casi tan peligroso como preguntarle si se depila las ingles, o si es morena de bote o teñida... Y por supuesto, no quiso responder, se inclinó sobre mí, como si fuera a besarme, y en el último segundo, me dijo muy bajito... "Más o menos, lo tienes delante..."


En total, fueron dos horas largas hablando, jugando... y aprendiendo a besar... Tal vez, la razón por la que pasó todo esto, fue que no teníamos ni siquiera que haber estado allí: yo era amigo de los monitores, y me apunté más o menos como cocinero... Y Aurora sustituyó en el último momento a otra amiga, que se puso mala un par de días antes (apendicitis)... Creo que fue al regresar al campamento, sin una sola foto, cuando nos cogimos de la mano la primera vez, aunque procuramos no hacerlo cuando estuvimos con los demás... pero en el fondo, tampoco nos habría importado demasiado...
Aquella noche, después de cenar, abandonó la tienda de las solteras, y con su saco y su esterilla, se vino a dormir a la mía... que se convirtió en "la nuestra"... Es cierto, me encantaría poder contaros que fueron largas horas de pasión y de lujuria, de recorrer nuestros cuerpos con mil caricias y hacer el amor desenfrenadamente hasta las luces del alba... Pero no hubo nada de eso... Solamente nos quedamos hablando hasta la madrugada, con su saco pegadito al mío, y muchas cosas por contar... Me habló de sus padres, los dos maestros; de su hermano mayor, Adrián, piloto de Iberia; de su hermana pequeña, Marta, de 7 años, "hija de la condonera vaticana..."; de su gato Boris, negro como la noche... De sus gustos literarios, cinematográficos, musicales... Y yo también fui desgranando pequeños detalles de mi vida, y curiosamente, coincidíamos en lo más importante: nuestras aficiones (literatura, cine, teatro, música... y fografía, por supuesto)... Nos despedimos, con un beso, de una larga noche de luna llena... A la mañana siguiente hubo algunos comentarios, alguna que otra mirada de envidia... pero realmente, ningún problema, pues los dos eramos universitarios y mayores de edad... Y la nuestra tampoco fue la única pareja que se formó durante aquellos diez días de convivencia...
Aquél día, los dos estábamos un poco dormidos, de hecho, se me quemó un poco el desayuno, y una vez más, el grupo se escindió: mientras una mitad se pasaba la mañana en el taller de revelado, la otra hacía una excursión en mountain bike por un cortafuegos, para llegar hasta una pequeña ermita abandonada... Después de comer, se invirtieron las tornas, aprovechando que las tardes empezaban a ser un poco más largas... Y como siempre llevábamos las cámaras de fotos, pudimos captar varias instantáneas del planeo de dos buitres, y primeros planos de los bajorelieves de la ermita...
Además de hacernos, por fin, la primera foto juntos... Todavía la conservo, en la mesa del despacho... Tan diferentes, y sin embargo, tan felices... Los dos con los pantalones cortos, y las chirucas, la camisa de franela atada a la cintura, las camisetas de Iron Maiden... Yo parecía gigantesco a su lado, lo cual no era demasiado difícil, porque mi metro ochenta destacaba mucho frente a su metro cincuenta y dos... Y allí estamos, sobre las bicis, llenos de polvo y de barro, pero felices...
Aquella noche, también la pasamos juntos... y nos despertamos justo a tiempo para el amanecer, hciendo honor a su nombre, y nos volvimos a dormir de nuevo... esta vez, con los dos sacos unidos por las cremalleras, lo que creaba una especie de mega-saco de matrimonio... El penúltimo día lo dedicamos por completo a positivar los últimos carretes, hacer algunas ampliaciones (su foto dentro del pilón, con el agua rielando por su cuerpo...), y al final de la tarde, recogimos todos los materiales sobrantes, recuperamos los líquidos de revelado que podían ser reutilizados, y los que estaban demasiado deteriorados, los metimos en las garrafas, para llevarlos al punto limpio más cercano. También dimos una batida de plásticos y cartones, pues el compromiso con los dueños de la finca incluía una claúsula de respeto al medio ambiente, que de todas formas habíamos cumplido escrupulosamente durante toda nuestra estancia...
La última noche, como podréis suponer, fue algo triste, con las inevitables despedidas, intercambio de correos electrónicos, tarjetas de visita... Y también la pasé con Aurora... Hubo más besos... más ternura... más caricias... y más mimos... y lágrimas... De nuevo, compartimos sacos... Y Aurora se acurrucó entre mis brazos... pero en aquella ocasión, nuestros cuerpos estaban felices y satisfechos antes de sumirnos en el sueño... porque habíamos traspasado las últimas barreras...
A la mañana siguiente, después del desayuno, que en aquella ocasión fue más triste y silencioso que de costumbre, solamente nos faltaba recoger las tiendas, sacos, y demás material fotográfico y de acampada, y emprendimos el regreso a Madrid... Aurora se vino con Miguelón, con Juan Carlos y conmigo, y el viaje de regreso fue bastante agradable, aunque no podía quitarle los ojos de encima... Se había puesto uno de esos vestidos fresquitos de verano, que le llegaba a las rodillas, y las chancletas blancas, además de una cazadora vaquera... No me habría importado que el viaje durase más tiempo, solo por estar con ella... Después de dejar a los otros compañeros en el Bernabeu, la llevé a su casa... Vivía en Canillejas, en una casita baja, con un pequeño patio delantero... En la puerta, nos dimos un último beso, al mismo tiempo que nos comprometimos a llamarnos la semana siguiente, para quedar en el laboratorio fotográfico de su facultad: resulta que ella estudiaba periodismo en el CEU, y yo Imagen y sonido en la Complu...
Epílogo...
Fue un re-encuentro algo extraño, pues en el fondo me parece que los dos teníamos nuestras dudas sobre la viabilidad de nuestra relación, que de alguna manera se había forjado al margen del tiempo, en un lugar privilegiado y hermoso, donde nos sentíamos en paz... Por eso, fue una sorpresa de lo más agradable cuando me encontré delante de Aurora, con su bata de laboratorio blanca, su top azul oscuro, y sus vaqueros desteñidos... y sus preciosas sandalias... Pero lo que más gracia me hizo fue cuando se subió a una pequeña escalera, "para que no tengas que agacharte cuando me besas..." Aquél fue el prólogo de un largo y perezoso mes de julio, durante el cual nos fuimos conociendo lentamente, sin prisas... Mes de exposiciones y de paseos por el Retiro, de Veranos de la Villa, y de veranos de verdad, pues hicimos una pequeña escapada a Málaga con el coche, y pasamos cuatro días en un pequeño hotel de Benalmádena... En agosto llegó la separación, pues los dos teníamos compromisos con la familia: Aurora en Burgos, yo en Santander...
En septiembre, fue el re-encuentro, el momento de las caricias, y de los besos... Como los dos vivíamos en pisos de estudiantes, podíamos pasar juntos el fin de semana, y también algunas noches de diario... Pero no era lo mismo, ni lo más cómodo, el que ella fuera al baño en mitad de la noche, pues mi piso era un "campo de nabos"... Ni tampoco resultaba de lo más cómodo para mí el encontrarme con las compañeras de Aurora envueltas solamente por una toalla... Lo más natural, por lo tanto, era ponernos a buscar piso... Y lo conseguimos a mediados de noviembre, cuando nos hablaron de un pisito de 40 metros en el barrio de Malasaña, que alquilaban a buen precio... Eso sí, tuvimos que buscarnos un trabajito de media jornada, que nos permitiera seguir estudiando...
Y pasaron los días... y las semanas... y los meses y los años... Y Aurora y yo seguimos juntos... Terminamos nuestras carreras... y encontramos un trabajo más estable, que no tenía absolutamente nada que ver con nuestros estudios: ella trabaja en un banco, y yo tengo un pequeño estudio de fotografía (la BBC, Bodas, Bautizos y Comuniones) , y colaboro con una agencia... Aurora me ayuda con las bodas los fines de semana, y no nos podemos quejar... Tenemos nuestro piso en el centro, que compartimos con Dexter, un gatazo atigrado gris y blanco... y por supuesto, con nuestros hijos: Laura y Rubén... Nos casamos hace seis años, y tuvimos la enorme suerte de conseguir que los fotógrafos de nuestra boda fueran Peter y Benji, los monitores de Picos de Europa... que nos prestaron la casita, durante una semana, para recordar viejos tiempos... cuando éramos mucho más jóvenes... pero no menos sabios... Y, una vez más, vimos amanecer desde la puerta de nuestra tienda de campaña...
Aurora en Picos de Europa... al lado de la mujer amada...

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