viernes, 9 de septiembre de 2011

DOBLE TABÚ

Me despierto en mitad de la noche, sobresaltado… aunque la puerta está arreglada y no hace ruido, sé que no estoy solo en la habitación… Segundos más tarde, escucho una voz con la que llevo soñando mucho tiempo, y que dice justo las palabras que yo ansiaba oír: “¿Me dejas tumbarme a tu lado, grandullón? Creo que la cama es lo bastante grande para los dos…” Le dejo espacio, y noto que se acomoda a mi lado… “Seguro que no me esperabas…”, me dice en un susurro… “He estado a punto de no venir, pero también he pensado que era mejor aprovechar la oportunidad… pues cualquiera sabe qué otro momento vamos a tener…”
No soporto permanecer a oscuras, sentirla a mi lado, y no verle la cara, ni su precioso cuerpo… “¿Te importa si enciendo al gato?” y, como no me responde, así lo hago… Las tonalidades de su cuerpo, desde el imposible azul de sus ojos hasta su larga melena rubia, contrastan con su piel completamente morena… Solo lleva puesto un camisoncito de verano de color naranja, y un minúsculo tanga de color verde lima… “Veo que te alegras de verme…”, dice, poniendo la mano sobre mis bóxers, y sonríe al notar mi reacción… Juguetona, como siempre imaginé, me pide que la ayude a poner una toalla sobre la cama, para no dejar huellas, y luego…

Luego… hicimos el amor… de formas muy distintas a las que un varón heterosexual casado de mediana edad podía imaginar… Su cuerpo es diminuto, cincelado con el mayor mimo por la misma Afrodita, para aquella noche en concreto… Hace muchos años que nos conocemos, casi puede decirse que la he visto crecer, pero hasta aquella lejana ocasión en la que le regalamos un par de bikinis por su cumpleaños, y un par de días después se lo puso en la piscina, yo no fui más lejos que la relación de parentesco con mi mujer… lo que evidentemente la convertía en un tabú por partida doble: por estar yo casado… y ser ella su hermana pequeña…

Pero, claro está, y como a cualquier varón heterosexual (los gays aquí no cuentan), se me iban los ojos detrás de ella, de Noelia, cuando íbamos al pueblo en verano o en Semana Santa, y ella venía a pasar algunos días en casa de sus padres, porque estaba estudiando en Sevilla… No sé, cuando más cerca estuve de perder la cabeza, fue cuando la sorprendí secándose después de la ducha (no tenía ni idea de que el baño estuviera ocupado)… O los días que estuvo en nuestra casa, en Madrid, cuando al madrugar los dos, la vi salir del baño envuelta en las toallas naranjas… Desde entonces, no las he vuelto a mirar con indiferencia…

Supongo que era cuestión de tiempo y de oportunidad: el viaje al pueblo, para descansar de Madrid, pero con el portátil para seguir escribiendo… Las jornadas de abstinencia por una regla con muy mala leche… Que nuestra vida sexual fuera tan previsible (jueves y sábados, pero casi siempre, sábados) la volvía a ella mucho más deseable…

El calor en las habitaciones según avanza la noche… La constante tentación de abrir su puerta, y verla dormir desde el pasillo, iluminada por la luz de la luna (una de mis imágenes fetiche)… Por supuesto, el que ella viviera con su novio durante el año le restaba interés, pero de todas formas, nunca me he planteado otra cosa que jugar al juego más peligroso del mundo… Noelia tiene diez años menos que Claudia, mi mujer, pero nuestras vidas no se habían cruzado mucho en la última década…

Y ahora, precisamente esta noche, a la luz del gato de falso cristal de Murano, la admiro, una Valkiria, cabalgándome como en un rodeo del salvaje oeste (y tiene mucho de salvaje)… luego cambiamos de posturas… descansamos… Y ella se pone de nuevo su camisón, mientras se lleva la toalla incriminadora al cesto de la ropa sucia…

No hemos hablado casi nada en toda la noche, sobre todo por la presión añadida de ser mi habitación colindante con la de mis suegros… Verla gemir sobre mí en sordina, o entre mis brazos, algunos suaves mordisquitos en el lóbulo de las orejas, algún furtivo chupetón, pero muy pequeño… Nuestra finalidad era, al menos por mi parte, hacer realidad un sueño erótico… y por la suya… tal vez el comprobar si yo era tan bueno en la cama como su hermana comentaba (espero no haberla defraudado)…

Apagué el gato sobre las cinco de la madrugada, cuando Noelia ya se había marchado, y traté de dormir un poco, puesto que precisamente aquella jornada teníamos previsto ir a Chipiona, a pasar el día, con mis suegros, en la playa… Menos mal que yo no iba a conducir… Cogí el sueño muy profundo, tanto, que cuando llamaron a la puerta para despertarme, no tenía claro ni dónde estaba, ni quién era, ni si había sido sueño o realidad… pero rezando por que hubiera sido real…

Menos mal que metí la mano debajo de mi almohada: allí encontré el minúsculo tanguita de Noelia… Me acerqué a ella en la cocina, con el tanguita metido en el bolsillo del pantalón, pero ella me dijo en voz baja: “Un souvenir… Si quieres, te puedes llevar el semáforo completo… en las noches que te quedan…”

Ni entonces, ni ahora, me he sentido culpable o avergonzado por lo que sucedió aquella noche, la del tanguita verde lima… pero no tengo muy claro cómo tomarme su comentario: “No me has decepcionado… para ser tan mayor…” ¡Pero si solo le saco diez años!

Y en cuanto a si tengo o no la colección completa de tanguitas… es algo que dejo a la imaginación del lector…

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