viernes, 30 de marzo de 2012

DE LO EXQUISITAMENTE IMPERFECTO...


Nunca he creído en la perfección, ni que fuera deseable... Dame un ser perfecto, y tendrás al más aburrido del universo, porque nunca hará nada para intentar mejorarse, ni tan siquiera para permanecer inalterable en el tiempo y el espacio... Enséñame una mujer que, por sus exquisitas curvas y rectas, alcance el rango de Diosa del Olimpo, y yo desvelaré para ti la muestra de mil y una cirugías, composturas, arreglos...

No me gustan las mujeres ni los hombres recauchutados, y por eso, sospecho, recelo, investigo, husmeo, hasta que detrás de tanta capa superpuesta de absoluta y aparente belleza, encuentro demasiadas veces almas muertas, cascarones vacíos carentes de todo interés, salvo el puramente estético... ¿Quién desea despertarse, mes tras mes, año tras año, al lado de una muñeca de plástico, con labios al "botox" y párpados de colágeno planchado?¿Y más aún sabiendo que nada en ella es auténtico, verdadero? ¿Que cuando la conociste, tenía una 85-B... y ahora una 110?

Y lo que es peor... siendo consciente de que por ti, siempre pasará el tiempo... Y que al final, tendrás que someterte, tú también, a los dictados del bisturí... Unas veces, para implantarte pelo, cabello a cabello, en una lucha perdida de antemano contra la gravedad, y contra el tiempo... O teñirte el pelo de color negro ala de cuervo... Otras, para quitarte arrugas, patas de gallo, surcos provocados por la risa... Torturado por monitores sádicos, o gastando enormes cantidades de dinero  Y terminarás siendo tan falso como ella... Y tendrás una cara tan maravillosa que en tu funeral, podrá asumir que de verdad estás muerto... Incluso los pequeños gusanos, mientras devoran lentamente tus restos, tendrán que ir apartando, como en el caso de tu señora, lo natural de lo artificial, lo genuino de lo adulterado...

Por eso, cuando la ví por primera vez, durmiendo tranquilamente en el vagón del Metro, tuve ciertas dudas sobre ella, para mí era perfecta... y lo sigue siendo... Pues nuestras miradas se cruzaron al entrar en la estación, y pisamos juntos el andén... Allí, nuestros caminos se separaron durante un tiempo... Media hora, más o menos, pues tú eras la nueva compañera de quien me habían hablado, que se incorporaba desde la sucursal en La Moraleja...

Y yo me sentía confuso, intimidado, a pesar de tu cordialidad, de tu buen carácter, de tu hermosura, del interés que ponías en aprender las peculiaridades del centro, del trabajo... Pero yo seguía estando inquieto, porque tú encarnabas perfectamente mi ideal de mujer: morena, ojos negros, pelo largo, labios turgentes, nariz pequeña, una noventa de pecho, piernas largas y torneadas...

Eras casi demasiado perfecta para ser real... o al menos, recomendable... Por eso, hasta que no pasaron dos semanas, y no viniste al trabajo con una blusa un poco escotada, y te inclinaste sobre mí, no pude ver el dulce secreto que escondían tus senos... Pues allí, justo en el limbo entre la copa y tu níveo pecho izquierdo, asomaba un lunar negro... Y yo me quedé prendado de él... pues en ti, era el detalle exquisitamente imperfecto que, sacándote del Olimpo de las diosas, te volvía perfectamente humana... Y no pude evitar que mis labios se fruncieran en una gran sonrisa...

POR UN PUÑADO DE CARTAS...


Esta noche he soñado... que no me amabas... Y me desperté temblando, y llorando a la vez, de soledad, y te busqué, al otro lado de la cama... pero no estabas... Sueño o realidad, en el fondo, nada más importa... Cuando se trata de sentimientos, de pasión y de amor... En silencio, caminé hacia el corazón de la noche, por la casa desierta, buscándode... y allí estabas... llorando, en la cocina, y tus lágrimas caían en la taza, enfriando la mezcla de tila, mejorama, menta y poleo... Te miro, en silencio, desde la puerta del comedor... Tienes la cabeza gacha...

Y sobre la mesa, estaban aquellas cartas... que jamás tendrías que haber descubierto, puesto que me las escribió otra mujer, mi gran amor, perdido, imposible, y no por ello, menos valioso... Siempre las guarbada en el mismo sitio, en el archivador de la Renta, y muchas tardes, las releía... Era una manera de sentirla más cerca, de imaginar incluso su presencia, su respiración, tan suave, que ni siquiera movería la más liviana de las plumas de una paloma... y de recrear sus besos... de aquella otra mujer, que alimentaba mi alma...

Tengo ganas de abrazarte, de besarte, y tocarte, para que sepas que estoy aquí, contigo... pero no hago nada... Simplemente, me quedo quieto...

¿Cómo explicarte que mi corazón siempre ha sido demasiado grande, para que tú pudieras llenarlo, con tus ausencias, y tus presencias? ¿Cómo decirte que siempre te he sido fiel, que ni siquiera nos hemos besado?¿Que solamente a vosotras dos os he entregado mi corazón y mi alma?

Y, sin embargo, allí están las cartas... Lo sé, tendría que haberlas destruído hace tiempo, pero nunca encontraba el momento, la ocasión, ni las fuerzas... Las he guardado por nostalgia, y al mismo tiempo, quizás para que tú las encontraras, en algún momento, durante alguna de tus posesivas búsquedas, en pos de aquella rival desconocida, cuyos rastros te empeñabas en notar en mi ropa, en mi corazón, o en los pequeños detalles que nos dan la vida...

Seguro que incluso tenías una lista de candidatas, entre mis compañeras de trabajo, algunas vecinas, compañeras de gimnasio, de estudios... Y por eso, por empeñarte en buscar tan lejos, ni siquiera la viste, aunque tantas pistas apuntaban hacia ella... Las veces que nos íbamos juntos de paseo, al Retiro, al Juan Carlos 1º... Cuando nos acompañaba al cine o al teatro... Durante las vacaciones de verano, en Asturias... En Nochevieja... En las fiestas de cumpleaños...

Dicen que el roce hace el cariño... y supongo que tienen razón, porque eso es precisamente lo que nos ha pasado... a los dos... y así me enamoré también de ella... de tu hermana pequeña... Y ahora, me siento mal, puesto que seguramente te empeñarás en re-escribir toda tu vida, conmigo... en poner en duda mis sentimientos, mi amor por ti... y también querrás sospechar de cada momento que he pasado con ella, a solas... Sé que es muy difícil admitirlo... por eso te dejo sola... llorando... con el triste puñado de cartas...

Porque tampoco me atrevo a decirte que, por el amor que los dos sentíamos hacia ti, hemos sacrificado nuestros sentimientos, nuestros sueños... Que, amándonos con locura, jamás nos hemos amado realmente, para no traicionarte... Y que, por no sufrir viéndonos juntos, ella decidió irse... Pero, de todas formas, yo no podía seguir así, por más tiempo...
 
Y por eso, me vuelvo a la cama, y te dejo a solas, releyendo aquellas cartas, cuyas palabras recuerdo de memoria, y en las que me sentí amado... por una mujer que, de alguna forma, era una prolongación de ti misma... 

Puesto que, no en vano... mi gran amor ha sido siempre... tu hermana...
 

LA ESCAPADA DEL QUINCE DE MAYO

¿Quién puede juzgarles, cuando solamente han perseguido un sueño? ¿Acaso tú puedes realmente, después de tantos días, horas, semanas y meses... después de tantos sentimientos descubiertos, en lo más profundo de sus corazones, y que de repente han subido a la superficie, de un día para otro... acaso puedes tú sentirte moralmente superior, y condenarles?


Es cierto que al principio, todo fue una historia de amor virtual, nacida en la red, a través de una amiga, por lo tanto, hija del azar... y quien sabe, si del destino... ¿Dos almas antiguas que se vuelven a encontrar? Creo que es la única explicación válida, sin importar que decenas de películas, miles de canciones, y quién sabe cuántos libros o poemas, puedan servir de pretexto... Pero también para estos dos amantes, como tantos otros anteriormente, y otros muchos después, sólo existen sus sentimientos, el hecho de descubrir tantas cosas en común, que les parece imposible no haberse encontrado antes, hasta aquél periodo en el que la vida no les ofrece, por desgracia, otro camino que el de permanecer fieles: a su familia, a los convencionalismos, a las comodidades, a sus parejas, a sus amores, a sus deberes... y a todas las pequeñas cosas que forman la rutina...


Sin embargo, en su imaginación, ellos son libres... y también, en la web...Es cierto, él es más viejo que ella, seis años nada más, y trabaja en un centro para niños especiales: con enormes cantidades de amor, de juegos, de actividades al aire libre, consigue, muchas veces, devolverles las ganas de vivir... Los niños proceden, casi todos, de familias destruídas, en las cuales la violencia, el sufrimiento, la desesperación, han sembrado de tristeza su vida, borrándoles, para siempre, la sonrisa... Él está casado, tiene una hija de veinte años, una casa medio pagada, y una mujer a quien no está muy seguro de seguir amando... Se llama Valentín, vive en Toledo, y nació un catorce de febrero, una explicación más que suficiente para su carácter tan especial, una peligrosa mezcla de pragmatismo... y de romanticismo...

Ella se llama Valentina... y también por casualidad, ha nacido un catorce de febrero... Trabaja en París, en una oficina que es a su vez una filial de la BNP, en el departamento jurídico... Valentina dedica por lo tanto, casi toda su jornada al estudio de ficheros, informes, facturas, exponiéndose al mismo tiempo a mil tristezas y desesperaciones... Cuando sale de la oficina y vuelve a casa que comparte con su marido (un prestigioso cirujano... pero un esposo y un amigo mediocre) y con su gato. Su hino, Adrián, está terminando el instituto en Suiza...

En efecto, son tan parecidos, pero al mismo tiempo tan distintos, que el hecho de encontrarse eram sobre todo, una cuestión de tiempo... Valentín y Valentina... Sin embargo, fue la sobrina de Valentín quien les puso en contacto, a través del caralibro... María, diecisiete años, fan de Pink Floyd y de Nino Bravo, con dos canarios (Tweet y Tweety), y una tortuga (Burocracia), también es una romántica empedernida: ella tiene la "culpa" de esta relación ilícita, que empieza a dar frutos desde el intercambio de las primeras fotos, de las primeras canciones.. "Señor, es cierto que tiene unos ojos preciosos", piensa Valentina... "Podría enamorarme de esa sonrisa", afirma Valentín... Y después de los ojos y la sonrisa, vino el resto: los brazos, las orejas, la pequeña nariz de Valentina, pero sobre todo, ese aire de eterna adolescente... y la cara, las manos, de Valentín, con ese aire de rufián un poco envejecido...

Al principio, sus conversaciones eran completamente intrascendentes, sobre literatura, cine, deportes, ocio... pero lentamente, sin darse cuenta, descubrieron sus pasiones comunes: el mar... la literatura... y después, el amor... ¿Quién se acuerda, realmente, del comienzo de una relación? ¿Del momento en que una amistad sincera se convierte, realmente, en el principio de un amor? De cualquier modo, ni Valentín ni Valentina se dieron cuenta... hasta el momento en el cual Valentín empezó a sonreir, en su trabajo, cada vez que recordaba su cara... o cuando Valentina se da cuenta de que su humor cambiaba cada tarde, según se acercaban las siete... pensando en entrar en el caralibro y en mandarle el pequeño y absurdo mensaje: "¿TAS?", para que él respondiese "TOI"...

Al final, Valentín aceptó que ese extraño sentimiento que le obligaba a sonreir, a soñar, a olvidar pequeñas cosas, tenía sin embargo un pequeño nombre muy fácil de recordar: amor... Se había enamorado de ella, pero no era esa sensación imperiosa que había destruido su corazon tantas veces... ni mucho menos... Era más bien esa complicidad, nacida de la experiencia, de la desilusión, de las pequeñas decepciones cotidianas... Le tocaba a él, por lo tanto, efectuar el primer movimiento, expresar lo que sentía con un "Valentina, sabes... creo que me he enamorado de tí... de tu carácter... de tu personalidad... de tus ojos... Me fascinas..."

¡Dios mío, lo largos que fueron aquellos minutos, antes de obtener su respuesta! y esta fue: Yo también... Al menos, ella respondió con prudencia, pues se trataba evidentemente de una situación muy complicada... Es cierto que Valentina ya no era feliz con su marido, que la relación atravesaba un momento especialmente complicado... Y que lo mismo podía decirse de Valentín... Siguieron por lo tanto con su amistad, con las canciones, los mensajitos, como los adolescentes que, habiendo superado el momento más difícil, saben que el resto del camino será más agradable y placentero... Las palabras más complicadas ya habían abandonado sus labios, y el resto del camino sería más fácil, pues los sentimientos más complicados ya habían sido expuestos bajo la luz de la Razón y la Tradición, de la Moral, de la Dignidad...pero sin resolver por ello sus problemas, ni modificar su vida... y dependiendo, cada día un poco más, de los mintutos arrancados al sueño para estar juntos...

Algunas semanas después, Valentín lanzó la bomba: "¿Y si nos vemos en San Sebastián? Es una ciudad maravillosa... Solamente un viaje cortito, ida y vuelta en el día, con un billete low-cost... Piensa en ello, sería una forma muy hermosa de reconocerse..." Decir que Valentina se sobresaltó al leer aquellas líneas, sería quedarse corto... si bien es cierto que la idea no carecía de atractivo... De todas formas, respondió: "¿Estás loco? ¡Es cierto, los dos estamos casados... pero cada uno con su pareja, y no entre nosotros!"... Mas pese a todo, la idea empezaba a gustarle...

A principios de abril, con los primeros atisbos de la primavera, las primeras flores aparecen en el Bois de Boulogne, más o menos el mismo día que Valentina decide que está hartta de su marido (que la ignora), de su hijo (siempre ausente), de su jefe (un auténtico imbécil... característica al parecer muy común)... Y por todo ese conjunto de razones, Valentina le envió un mensaje a su enamorado: "¿Podrías reunirte conmigo en San Sebastián, el quince de mayo? Ya te he comprado el billete, y te lo he mandado por mail, los dos llegaremos a las ocho de la mañana... Y volveremos a nuestras vidas con el de las diez y media de la noche... El resto del día, lo pasaremos juntos..." Os podréis imaginar su respuesta, ¿no?... "Allí estaré..."

Los días pasan, lentos, grises, aburridos, salvo los momentos, más bien las horas, que pasaban hablando de todo y de nada, de la extraña sensación de conocerse desde hace mucho tiempo, en otra vida, de la impresión de haber vivido y envejecido juntos, quién sabe... Dos almas gemelas que se vuelven a encontrar, una vez más...

Y el decimoquinto día del mes de mayo, San Isidro para más señas, llegó finalmente para Valentín y Valentina... Al principio, la situación era ligeramente cómica, pues ninguno de los dos se atrevía a acercarse demasiado al otro... Fue por lo tanto un intercambio de miradas, los dos con un extraño brillo en los ojos, mas al final, fue Valentina quien se acercó a él, besándole en las mejillas, y diciendo: "Pareces mucho más joven con esa luz..." El día era magnífico, la ciudad se había engalanado para los amantes, y el sol lucía espléndido... en los ojos de Valentín... y de Valentina...

Fue un día memorable, caminando de la mano, a lo largo de la Playa de la Concha, mirando escaparates, admirando el encanto señorial de las tiendas de lujo, el ambiente decadente de algunas tabernas, bebiendo "txiquitos" y disfrutando de la gastronomía local... Y buscando refugio en una encantadora pensión, que ambos conocían de otro viaje, durante varias horas de una tarde de primavera... Hace años que ninguno de ellos se desnudaba delante de otra persona, pero entre caricias, y besos, terminó en el suelo la última prenda de ropa... Y buscaron refugio entre las sábanas... Amándose como si no hubiera un mañana, pero a la vez, como un regreso al pasado... Y terminando su aventura bajo la ducha, para después secarse con mimo el uno al otro, y en aquél momento, recuperar el pudor... Dos almas gemelas que, habiendo tocado el paraíso durante doce horas, tenían que separarse una vez más... con un beso en los labios, en el último momento... y el recuerdo del cuerpo del otro en sus brazos, del calor de su piel, para el resto de sus vidas...

¿Quién puede entonces juzgarlos, por su pequeña escapada hacia el País Vasco? ¿Quién tiene el derecho de establecer los límites de la moralidad? ¿Y si por esas horas de comunión, de intercambio, han conseguido equilibrar sus universos? ¿Si con esta comunión de las almas entre las sábanas, han fortalecido, para siempre, su amor? Es cierto que todavía son jóvenes, y que se reunirán otras veces, en París, con la familia, pues Valentín se acuerda de las crépes que ha comido hace más de veinte años, al pié de la Torre Eiffel... Quién sabe, igual sus hijos se hacen amigos... Y ellos seguirán hablando, de todo y de nada, en la web...
Pero siempre se acordarán de aquella escapada del quince de mayo... de ese día perfecto que han compartido en una ciudad maravillosa: San Sebastián... y de haber confirmado que las almas antiguas pueden, a veces, volver a encontrarse...

UN PEQUEÑO VIAJE DE NEGOCIOS...


Nunca he tenido demasiados problemas en contar historias, y precisamente hoy, cuando estamos solos por última vez, no tiene demasiado sentido el que me ande con remilgos, ¿verdad? Los putos convencionalismos, el "qué dirán", siempre ahí, siempre pendientes, dispuestos para exterminar cualquier sentimiento poco "ético", poco "correcto"... y si a continuación metemos la "moral", soy capaz de vomitar...


Tantos años juntas, tantos viajes, tantos cines, tantas experiencias, tanto trabajar juntas en la misma empresa... y al final resulta que es contigo con quien he pasado algunos de los mejores momentos de mi vida... Pero tú solamente me has visto como amiga... Y yo a tí... al menos, hasta esta noche... Supongo que es algo que tenía que suceder, ¿verdad? Y no me arrepiento de que haya sucedido precisamente esta noche, cuando hemos tenido que coger la única habitación de hotel que estaba libre... y era precisamente una con cama de matrimonio... Y chimenea... Por supuesto, ninguna de las dos pensaba que algo podría llegar a suceder entre nosotras, que pasamos la adolescencia compitiendo por los mismos chicos, por las mismas ropas, los mismos sueños... Y aquí estamos las dos, mientras tú duermes desnuda entre las sábanas, y yo te contemplo desde el balcón abierto... Creo que nunca antes una mujer me había parecido tan hermosa como tú, juego de luces y sombras sobre las sábanas... Quisiera que esta noche no terminase nunca... pero dentro de pocas horas regresaremos a la rutina, al trabajo, a nuestras "pequeñas familias perfectas", incluyendo hijos, perros y gatos... y lo que hemos compartido será un sueño de una noche de Otoño...

Las negociaciones para conseguir la nueva cuenta de publicidad nos llevaron más tiempo del que pensábamos, y al final resultó que no era posible volver a Madrid en el día... El cliente, una importante marca de cosméticos, deseaba a toda costa que le expusieramos la nueva imagen de la empresa, los nuevos espots sobre los que llevabamos tanto tiempo trabajando (casi tres meses), durante una comida "informal" en su oficina, que trajeron directamente desde el mejor restaurante de la ciudad... Al final, lo conseguimos, incrementando nuestro porcentaje de beneficios... Y tú te empeñaste en celebrarlo "a lo grande", aprovechando los tratamientos especiales de relax y belleza del hotel... aunque eso implicase asaltar literalmente la sección de bikinis del centro comercial, y comprar al mismo tiempo ropa interior, camisones, medias, cepillo de dientes...

Después de una jornada tan intensa, fue una auténtica maravilla el meterse en la serie de piscinas que, durante una hora y media, configuraban el circuito termal... y con las distintas temperaturas, burbujas, efectos, yo iba notando que desaparecía el cansancio de mi cuerpo... y del tuyo... pues incluso eso se nota siempre en tus inmensos ojos negros (y tu pelo rubio), que representan un contraste tan grande con mis ojos verdes (y mi melena negra)... Tal vez por eso funcionamos tan bien en equipo, porque nuestra personalidad, nuestra inteligencia, se ve potenciada cuando la gente se guía solamente por nuestra belleza... Vale, es cierto, con tanto tiempo viendote a mi lado, con ese exiguo bikini que tan poco espacio dejaba a la imaginación, yo me preguntaba si llevarías las ingles brasileñas, o las integrales... Ahora lo sé... Pero fue sobre todo durante el masaje con chocolate tibio, cuando nos desnudaron a las dos sobre las camillas, separadas escasamente por un biombo de lino, y mientras notaba esas manos de mujer que recorrían mi cuerpo sin vergüenza ni tabúes, pero al mismo tiempo sin un ápice de deseo, fue entonces cuando imaginé lo que sentiría si fueran las de otra persona, las de mi marido... o las tuyas...

Lo único malo de ese tipo de masaje, es que después se hace imperiosamente necesaria otra ducha... y un cuarto de hora en el jacuzzi, de agua caliente, contigo bien cerca... Y subimos a la habitación... Alguien, después nos enteramos de que fue el cliente, ha pensado en obsequiarnos con un pequeño aperitivo, con jamón serrano, distintas clases de quesos, de embutidos, y una botella de excelente cava catalán y otra de vino de Rueda, y un cesto de fresas... Como las adolescentes que en el fondo seguimos siendo (aunque con algunas patas de gallo, vale, y alguna pequeña estría por los embarazos), no nos molestamos en vestirnos, el albornoz, ligeramente perfumado con el olor de la canela, nos parece suficiente ropa... Acercamos la mesita a la cama, y nos tumbamos sobre ella... Desde allí, vemos el paisaje exterior, algunos pinos, los prados, las colinas más allá, y en el horizonte se perfilan las primeras estrellas... Entre risas, recordando viejos momentos, otras situaciones, otras personas, vamos comiendo tranquilamente, aquella noche cenaremos en la habitación, no hay prisas, estamos relajadas... Todo empezó con las fresas... bueno, y con el vino... afrutado, con ese deje rústico, cálido, suave... que tan bien pegaba con el surtido de ibéricos... Nosotras, que no solemos beber, disfrutamos gustosamente con lo que se nos ofrece... Pero cuando llegamos al cava... y a las fresas...

Al beber, te atragantas, a media carcajada... y el cava, brillante, espumoso, empieza a correr entre tus senos, estás tumbada boca arriba, con el albornoz blanco escasamente ceñido sobre la cintura... Y algo has visto en mi mirada, algo has sentido en mi interior, y en tu interior, latiendo, palpitando, pues suavemente has inclinado mi cabeza sobre tu pecho, orientandola dulcemente para que pudiera beber el cava derramado... Y así lo hice, sin pudor alguno, como si fuera lo más natural del mundo entre dos amigas que llevan toda la vida juntas... Pero no nos quedamos allí, mis labios, sedientos de tí, han ido apartando los pliegues de tu albornoz, hasta dejarte, desnuda, anhelante, ligeramente nerviosa sobre la doble capa de la gruesa colcha, con tu cuerpo bañado por la doble luz del fuego y de la luna y las estrellas... Tu cuerpo jamás me ha parecido tan hermoso, quizás porque aquella noche, no te miraba solamente como una mujer, sino como una amante... Pero antes de hacer cualquier otra cosa, te has asegurado de dejarme también a mí, desnuda, tendida a tu lado, convertida en una maraña de deseos, de pensamientos, de ideas... Y especialmente, con hambre de sentir, de experimentar...

Durante unos minutos, simplemente nos mirábamos, sin hacer nada, comparando, quizás, de manera incosciente, las diferencias, y los parecidos, entre nuestros cuerpos, las huellas que había ido dejando en ellos el tiempo, la cicatriz de mi apéndice contrasta fuertemente con la de tu rodilla (ese menisco cruzado...), alguna que otra estría del embarazo de Pablito... Incorporándote levemente, mi 85-B se queda pequeña frente a tu 100-B, y entonces eres tú quien, con ese brillo tan especial en los ojos, viertes un reguero de cava desde mis pechos hasta mi monte de venus (aquella noche, sobre todo, me alegré de haber hecho caso a mi marido, depilándome por completo)... y en cuanto empecé a sentir tu lengua, tus labios, tu boca entera sobre mis pechos, y mil roces y caricias, creí enloquecer, no solamente por lo que me estabas haciendo, sino por quién eras, por todo lo que representabas para mí... Y llegaste a mi monte de venus, y empezaste a escalarlo, lenta y concienzudamente, vertiendo ocasionalmente unas gotas de cava, que se abrían paso hacia dentro, y se mezclaba con mis orgasmos... hasta que finalmente, con una brutal erupción y un poderoso gemido que intentaste vanamente de contener entre mis labios con tus dedos, descansé unos minutos...
Antes de empezar a amarte...

Ha sido una noche mágica, especial, dos amigas, dos viejas amigas, que descubren, juntas, que todavía les queda mucho camino por delante, muchas cosas por hacer, por sentir, por experimentar... Jamás, insisto, Jamás he gozado con ninguna otra persona como durante estas horas... He recorrido tu cuerpo, cada centímetro, con la lengua, con los labios, he bebido en tu copa el cava, hasta que se termiñó... y con la precaución de no manchar mucho, he derramado sobre tí un chorro de chocolate tibio, desde tu mano derecha hasta tu pie izquierdo... y mi lengua, juguetona, no ha dejado nada... Y he repetido.... Han sido varias horas, de juegos, de caricias, de explorar con todo el cuerpo y con toda el alma, el cuerpo y el alma de otra mujer, entre besos de mariposa, y besos largos, profundos, febriles, ansiosos... y algún que otro chupetón difícil de justificar, me temo...

Y tú duermes... y yo desearía poder acurrucarme a tu lado, y disfrutar de tu cuerpo,, y detener el tiempo, y congelar la noche, para volver a disfrutar otra vez de tí... Y tú de mí... No, no quiero dormir, quiero memorizar cada lunar, cada minúscula arruga, trazar el mapa de tu ser... Pues tengo miedo de que estas horas doradas desaparezcan... Pero mejor dejo ya de pensar...

Acabas de abrir los ojos, y me has mirado, y la magia reside en tu ser... Y me tiendo a tu lado... Mientras mi cuerpo, desnudo, se funde con el tuyo, bajo las sábanas... Y las dos tenemos la misma sonrisa cómplice... porque nos hemos dado cuenta de que hoy es sábado... y realmente el mundo no se va a parar porque nosotras dediquemos algunas horas a estar juntas... a disfrutar de nosotras... de la sauna, de la cura de relax, del circuito termal... y hasta el domingo por la tarde (una de las primeras cosas que hemos hecho esta mañana ha sido ampliar la estancia) todavía nos queda mucho tiempo para el placer... Pues posiblemente, nadie hay mejor para saber dar placer a una mujer... que otra mujer... Y por eso mismo, sin haber dicho ninguna palabra (¿los pequeños gemidos de placer se consideran palabras?), tenemos bastante claro que ocasionalmente, lo dejaremos todo atrás, para realizar un pequeño viaje de negocios... y seguir explorando... los mundos de Safo...

LA MENTIRA DE LOS VIEJOS AMIGOS

Mi corazón pierde el ritmo cuando estás a mi lado, cuando me miras de ese modo tan especial, con tus ojos a medio camino de la risa y las lágrimas, tus increíbles ojos de gata, tan dulces cuando quieren, tan amargos cuando piensas que nadie te observa, pero es tan difícil no seguirte a todas partes, amor mío...

Has entrado en mi vida poco a poco, a través de una amiga, y comenzamos a escribirnos, a intercambiar ideas, canciones, confidencias, sueños, ilusiones, pero también, imposiciones, tristezas, obligaciones... Con tantas cosas en común, era invetitable mezclar los límites del amor y la amistad...


Sin habernos visto nunca, sin haber hablado ni siquiera por teléfono, hemos compartido mil confidencias, a través de las horas, de los minutos, casi eternos... Dos almas antiguas, insisto, que se han vuelto a encontrar, en un momento tan especial de nuestras vidas, en el cual el ser y el tener intentan compensarse, sin importar las formalidades, ni el tiempo, ni la distancia... ni siquiera el amor...

¡Por supuesto, el amor! Nuestro mayor, y más grande enemigo.. En este campo, nos quedamos en tablas: una tremenda facilidad para enamorarnos con una sola palabra, con un gesto, de un perfume, de una idea, de una imagen, en cualquier caso, de una persona que posiblemente no exista fuera de nuestra imaginación, de nuestra infinita necesidad de remontarnos hacia la absoluta eternidad del amor...

Nosotros, por lo tanto, estamos escarmentados con ese sentimiento que arrasa el planeta, tenemos por lo tanto que contentarnos con una amistad a toda prueba, sincera, en la que no haya espacio opara otra cosa, que para la necesidad de exponer nuestras almas, casi desnudas, la una frente a la otra... Sintiendo al mismo tiempo esa comodidad de los viejos amantes que, habiendoselo dicho todo, habiendolo visto todo, no tienen ya nada que ocultarse...

El gran problema, es que nuestros corazones son demasiado grandes, enormemente grandes... Y esa necesidad de sentir, de amar, que se encuentra parcialmente insatisfecha por nuestras parejas respectivas, comienza a destilar el poderoso veneno de la fruta prohibida... Para nosotros, es el amor... Y comienzo a sonreir como un adolescente cuando recibo tus mensajes, cuando pienso en tí, cuando tus ojos, increíblemente profundos y bellos, me miran desde la pantalla...

¿Cuánto tiempo seré capaz de mantener esta estabilidad, tan necesaria? ¿Cuándo tendré que admitir, delante de tí, o de mí mismo, que ese "estatus quo" lo he roto hace tanto tiempo? ¡Dios mío, cuando dos personas se conocen tan bien, es incluso peor! Por lo tanto, supongo que tendremos que refugiarnos en la vieja mentira: te quiero mucho, pero solamente como amiga/o... si bien en mi corazón, me tienes totalmente hechizado...

lunes, 19 de marzo de 2012

DICE LA NIÑA CLAUDIA...

Dice la niña Claudia, que nunca te fíes de sus profundos ojos negros, que no te reflejes en ellos, que no busques en su abismo la respuesta a tus preguntas...
Dice la niña Claudia que nunca roces su negra melena, que no te atrevas a deslizar por ella tus dedos, porque atrapará tu alma entre sus redes de sueños...
Dice la niña Claudia que no sigas la recta línea de su nariz, perfecta, diminuta, proporcionada con el resto de su cuerpo, pues te indicará el camino al averno...
Dice la niña Claudia que nunca te fijes en sus turgentes labios, que no los roces ni con la mirada, pues confluye en ellos el elixir de miles de universos...
Dice la niña Claudia que no sigas jamás la curva de su cuello, que no aspires el aroma a Nenuco en su nuca, que no sueñes con otros lugares y aromas de su cuerpo, porque jamás volverás a oler nada igual...
Dice la niña Claudia que no deslices tus ávidos ojos por sus suaves hombros y sus largos brazos, que no pienses en rozarlos con la yema de tus dedos, ni en sentir la caricia de su suave vello, pero sin embargo, lo haces...
Dice la niña Claudia que te alejes de sus manos, de sus largos y torneados dedos, que reposan en su regazo mientras habla, como dos pájaros prisioneros, pues conocen los secretos de la alta magia, y recrearán para tí lo círculos del infierno...
Dice la niña Claudia que apartes la mirada de sus pechos, tan firmes a la vez que pequeños, perfectos incluso en los más mínimos detalles, incluyendo el lunar en el seno izquierdo, que viste una vez y maldice tus sueños...
Dice la niña Claudia que no te pierdas en su pequeño ombligo, por el cual se desliza, perezosa, una gota de sudor, que igual que le dió la vida, puede arrebatarte la tuya, al mantener tu corazón preso...
Dice la niña Claudia que no sueñes con sus firmes caderas, sus hermosas nalgas y su "lugar secreto", pues las puertas están cerradas para todos menos para uno, y posiblemente no serás nunca tú...
Dice la niña Claudia que no acaricies sus hermosas, largas y firmes piernas, que no te fijes en sus pies pequeños, y no imagines recorrerlas ni siquiera con una pluma, ni seguir sus curvas y rectas, porque no son tuyas....
Dice la niña Claudia que seas paciente, que tienes 30 años, y ella no llega a los 18... Dice la niña Claudia que te quiere, pero todavía no lo suficiente... Dice la niña Claudia que la esperes un poquito más, mientras se adueña de todo tu cuerpo, corazón y mente...

UNA CRIATURA ANGELICAL...¿O NO?

Ella...

Me gustan los ojos grises, y las miradas con ese toque de picardía, de inocencia, que al mismo tiempo te hacen sentir único en el planeta, por no decir en el Universo, cada vez que te miran... Me sobrecoge encontrármelos así, en la pantalla, después de tanto tiempo... Y recordar al mimo tiempo su hermosa, perfecta, exquisita nariz... Sus finos y cárdenos labios... Y sus dientes, tal vez un poquito grandes o desparejos... Toda ella era la belleza de lo levemente imperfecto... tal y como era cuando nos conocimos...



Por supuesto, como experimentado buscador en la red de fotos para ilustrar mis relatos y mis cuentos, sabía que había una ínfima posibilidad de que surgiera precisamente esto, que alguien subiera a cualquiera de las bases de fotos una de las suyas... y que al introducir los parámetros "chica morena con ojos grises", volviera a aparecer en mis pesadillas, o que sentiría de nuevo la terrible ansiedad, de esas que te oprime el corazón y parte de los pulmones... Pero así ha sucedido, hace una semana... Y ahora, no me queda más remedio que contaros su historia... o tal vez, nuestra historia... Eso es algo que debéis juzgar vosotros mismos...


Michaela y Mr. Arthur

Fue durante el último verano que pasamos, toda la familia, en la playa, en agosto de 1988, en la playa de Cullera... Éramos un poco la familia Telerín: papá, mamá, el abuelo, mi hermana, y yo... bueno, además de dos maletas de libros, las sillas de playa, la sombrilla y mil cosas más que se pueden acarrear para quince días en la playa... Por aquél entonces, la costa no la habían explotado en exceso, y en algunas zonas, sobre todo si escogías bien la orientación, podías disfrutar de amplias extensiones de arena, con algunos juncos y cañas de aditamento, y, por supuesto, el mar... Claro está, para disfrutar de aquellos momentos de tranquilidad, de tener cielo, mar y tierra para ti, era necesario madrugar un poco... Me gustaba pasear, y sentirme un poco el único adolescente vivo, o tal vez el último, cualquiera sabe...



Y de repente, al margen del ruido de las máquinas de limpieza de la playa, la veo a ella, sentada sobre la arena blanca, con su biquini negro... Justo en ese momento, un rayo de sol perforó la capa de nubes y fue a caer, no justo donde estaba ella sentada, sino a unos metro de distancia, sobre las olas del mar... Yo, tímido hasta la muerte, por no variar, me quedé parado, mirándola... primero de lejos, y luego un poquito más de cerca... Me alegré de llevar puesta la camiseta, de Pink Floyd, unos bermudas que me sentaban bien, además de un libro bajo el brazo, "Los hechos del Rey Arturo", de John Steinbeck... y por supuesto, las gafas de sol... Yo iba caminando por el borde de la arena, con los pies metidos en el agua, por lo que ella sabía perfectamente que yo me estaba acercando... Y al pasar delante de ella, levantó la cabeza, y vi su cara... No hace falta que os diga más cosas, porque es justamente la foto del comienzo...



Al principio, no intercambiamos una sola palabra, tan solo una tímida sonrisa... Pero en ese momento no me atreví a decirle nada, y seguí mi camino, mientras interiormente me llamaba de todo ("imbécil, bobo, pasmarote, botarate... para una chica que realmente te llama la atención, y pierdes de esa manera la oportunidad..."), hasta que unos pasos más tarde, me decidí a dar la vuelta, arrodillarme a su lado (para que no la deslumbrase el sol) y cogerle la mano derecha, al mismo tiempo que le soltaba la frase de las frases (patentada): "Perdona... he tenido que volver, para comprobar que eras real..." El caso es que le hizo la gracia la frase, funcionó... Y me indicó que me sentase a su lado, sobre la arena, mirando el mar...


Aprovechando el relativo anonimato de las gafas de sol, su cuerpo ligeramente bronceado, sin una partícula visible de grasa, al menos, para mí, era perfecta... Y cosa curiosa, su voz acompañaba su aspecto: era de terciopelo, armoniosa... Y lo primero que me dijo fue... "Me llamo Michaela, ¿y tú?" No supe qué responder, me quedé literalmente en blanco... hasta que ella volvió a hablar... "Si te causa tanto efecto conocer mi nombre, Mr. Arthur... mejor no te doy un beso..." El resto, os lo podéis imaginar: tenía mucha experiencia con las mujeres... pero siempre como amigo fiel... Me puse bastante rojo... vale, muy, pero que muy, rojo (maldito semáforo de las emociones)... Ella se rió otra vez... Y yo me quedé, al menos esa mañana, con el mote de Mr. Arthur...



No estuvimos mucho tiempo juntos, ni tampoco hablamos demasiado, simplemente, nos quedamos un buen rato allí, sentados el uno al lado del otro, mirando el rielar del sol sobre el agua de la orilla... Serían las diez de la mañana, y algunos madrugadores y estaban ocupando sitio en la playa con sombrillas y tumbonas, cuando ella me invitó a dar un paseo, hasta la escollera, que quedada a unos tres kilómetros de distancia... En movimiento, Michaela era incluso más bella que sentada, porque se ponían en evidencia cada uno de los músculos de su cuerpo, y no pude (ni quise) evitar que me adelantara unos metros, para poder deleitarme con su hermoso culo... Por supuesto, ella se dio cuenta de mi maniobra, pues me dio un manotazo en la mano, al tiempo que me decía: "Vamos, perezoso... que ahora te toca a ti abrir la marcha..."



Silencio compartido, eso es lo único que se me ocurre para describir aquellas horas... Hablamos lo justo, sobre nuestros intereses vacacionales, algo de literatura, un poquito de cine, me mis estudios de Periodismo, pues aquél otoño yo empezaría la carrera, de su penúltimo curso en el Instituto... Yo suponía que su familia estaría cerca del Hotel Delfín, y que en aquél punto se terminaría nuestro paseo, y no se me ocurría ninguna manera de demorar el momento... Y en efecto, cuando ya podíamos ver de nuevo el hotel, me dijo: "¿Tienes un boli? Es para apuntar tu teléfono..." Afortunadamente, llevaba uno, para escribir algunas postales a los amigos, y una de ellas sirvió para apuntar todos mis datos...



Nos despedimos hasta la mañana siguiente, en el mismo lugar y hora, pues cada uno había quedado con su familia para pasar el día... Aquella jornada fue extraña, yo estaba muy nervioso, algo distante con la familia, y aunque me recorrí la playa entera una vez más, no pude verla... Y lo mismo sucedió a la mañana siguiente... No acudió a la cita, y estuve toda la mañana buscándola por la orilla del mar... aunque estaba convencido de que jamás volvería a verla...









Entreacto



Un par de semanas después, cuando ya estábamos de regreso en Madrid, recibo una postal de Michaela, la misma que le dejé para que escribiera mis señas... "Hola Mr. Arthur. Lamento haberte dejado plantado. Tuvimos que volver a casa, mi abuela había muerto. Te dejo mis señas por si quieres escribirme: Michaela N. (y una dirección de Viena). Besos."



Dejé pasar una semana, sobre todo por el orgullo herido, aunque desde el mismo momento en que recibí la postal, no hacía más que pensar en ella... En su ciudad, que conocía a través de libros, documentales, y sobre todo películas como "El tercer hombre"... En ella... porque curiosamente, mi obsesión era imaginarla vestida, y me preguntaba qué tal le quedarían unos vaqueros, una camiseta y unas bambas (bajo ellos, que se pusiera lo que prefiriera), pues realmente, el bikini negro dejaba poco lugar a la imaginación...

Dosificar, esa era la alternativa, lo único que podía hacer, pues aunque había sido una mañana muy interesante, ni siquiera la conocía lo bastante para hacerme una idea de mis sentimientos hacia ella... No hay que olvidar un detalle importante: yo era, y sigo siendo, un romántico incurable, enamorado del amor, pero que jamás había sido correspondido... Tal vez por eso, lo que podría no haber pasado de un intercambio de postales, terminó significando mucho más, para los dos.



Un par de veces al mes, intercambiábamos cartas, sobre nuestras vidas, las familias, la literatura (que siempre jugó un papel importante entre nosotros), el cine, los viajes... Era una sensación extraña, el esperar una carta especial en el buzón, el ansia, la curiosidad... Con la tercera carta, me mandó una foto suya... y dejó de obsesionarme el imaginarla vestida: llevaba un jersey de manga larga a rayas azul y blancas, una falda vaquera corta, y unas bambas blancas... ¡Qué hermosa estaba! Me costó mucho encontrar una foto mía equivalente, tanto que al final le pedí a mi padre que me hiciera unas cuantas, para poder escoger... Durante varios años, las dos fotos fueron compañeras en el tablón de corcho de mi cuarto... Mientras que seguíamos acumulando cartas, pero sin tener posibilidad alguna de vernos en persona... Nosotros dejamos de ir a Cullera al empeorar mi abuelo, y en cierto modo me acostumbré a pensar en Michaela como una amiga especial, un ser querido, pero que no volvería a cruzarse en mi vida...



¡Qué equivocado estaba!



Del aeropuerto al Prater.



Habían pasado cuatro años desde aquél primer y único encuentro, cuando una tarde de jueves, al coger el teléfono pensando que se trataba de una nueva cita para mi padre (tenía su consulta de medicina en casa), me llevo una enorme sorpresa al escuchar una voz, vagamente familiar, que me dice: "Buenas tardes, Mr. Arthur..." Al principio, no entendía demasiado bien lo que estaba pasando... pero luego, me acordé de ella, y sobre todo de un pequeño detalle: que le di mi teléfono en la primera postal... Era ella, Michaela, quien me llamaba en aquella ventosa tarde de jueves del mes de marzo: su familia se iba de viaje a Zambia la semana que viene, y por aquellas misteriosas correspondencias de vuelos, se quedarían casi cinco horas en Barajas. Nos veríamos, por lo tanto, en el punto de encuentro de Aeropuerto de Barajas, a las tres de la tarde...



No tengo muy claro lo que yo esperaba, porque durante todo aquél tiempo, mis sentimientos hacia Michaela se habían suavizado en gran medida, y la amistad se había fortalecido, otras fotos habían aparecido después de la primera, y a través de ellas, podía ver los cambios que se habían ido produciendo en su cuerpo y en su cara, la manera en que se había convertido en una auténtica preciosidad de mujer... Aunque de todas formas, ninguno de mis preparativos me sirvió de nada cuando, habiendo llegado al lugar de la cita con casi veinte minutos de adelanto, de repente noto que alguien se me acerca por detrás y me tapa los ojos con las manos, al mismo tiempo que una voz dulce pero con el toque justo de angostura me susurra en el oído: "¿Buscas a tu Ginebra, Mr. Arthur...? Quizás yo pueda ayudarte..."



Suavemente, retiro sus manos de mis ojos, me doy la vuelta muy despacio, y entonces la veo, por primera vez en tantísimo tiempo... Michaela... Yo tenía veintitrés años, ella era tres años menor, y por aquellos misterios de la evolución femenina, había crecido más de cinco centímetros, y su cara y su cuerpo habían perdido la molicie de la adolescencia... Por lo tanto, fue toda una hermosa mujer, igual de alta que yo, quien se erguía delante de mí, con su salacot beige, pantalones, camisa y chaleco a juego, y unas impresionantes botas de campo... De repente, era yo quien parecía inmaduro y poco sofisticado, vestido completamente de negro, con perilla y bigote estilo bohemio... y un enorme oso de peluche con pajarita bicolor, envuelto en papel de regalo... Sí, lo sé, no es demasiado recomendable regalar un osazo de peluche a alguien que viaja en avión... pero de todas formas, volvería a hacerlo, pues mi recompensa fue un abrazo y un beso con el que llevaba soñando durante tantos años...



Por si no me encontraba ya lo bastante desarmado por aquél abrazo y aquél beso, Michaela me hizo sentir algo incómodo al presentarme a las personas que habían presenciado nuestro encuentro desde una distancia prudente: su padre, su madre y su hermano mayor, cuyos nombres prefiero no citar aquí... El oso, que evidentemente fue bautizado como Mr. Arthur, se quedó con ellos, mientras que nosotros nos fuimos a merendar y a dar una vuelta por el aeropuerto... Teníamos hasta las siete de la tarde, para estar juntos... Y, lo mismo que en la playa, comenzamos a caminar, sin rumbo fijo, mas acercándonos al salón panorámico de la planta superior... Nos sentamos allí, al cabo de un rato de observar nuestro entorno, y volví a coger su mano... Parecía pequeña y suave al tacto, pero al mismo tiempo, llena de fuerza... Me gustaría poder decir que fueron unas horas de pasión entre las sábanas de un hotel, que descubrimos que no queríamos separarnos, y que planeamos una estratagema para que Michaela se quedase una temporada en Madrid... Pero, como es una historia real, no puedo mentiros...



Sí, estuvimos solos, o prácticamente, en aquél salón del aeropuerto, y más tarde en la cafetería, y terminamos paseando incluso cogidos de la mano por la terminal nacional... Sí, es cierto que nos besamos en tres ocasiones, pero dos de ellas fueron en las mejillas, y la tercera, uno de esos lánguidos besos en los labios, con la boca entreabierta lo justo para un fugaz encuentro de lenguas... Sí, ella estaba tremendamente atractiva incluso con aquella ropa de safari fotográfico... y yo, que seguía "compuesto y sin novia", me pregunté seriamente si no iba siendo la hora de dejarme de tonterías, ponerme a trabajar en serio, y ahorrar para ir a verla a Viena... Entre brumas guardo todos aquellos recuerdos, palabras, pensamientos y sentimientos... Durante aquellas horas, fui más feliz, a su lado, de lo que jamás había sido con nadie, ni siquiera la chica de Logroño que tanto me importaba...



A las siete menos cinco de la tarde, ya estábamos de nuevo en el punto de encuentro, donde la presencia del oso de peluche delataba la de su familia... Y Michaela soltó mi mano, para darme, en presencia de los suyos, otro tremendo abrazo, y otro beso, en los labios... Nos despedimos, estreché las manos de sus padres y su hermano, y les vi marcharse, de nuevo, hacia la zona reservada a los viajeros en tránsito... Me hubiera gustado irme tras ellos, no sé, llevarme otro beso de recuerdo, hacer algo, cualquier cosa... Pero me limité a quedarme allí, como un pasmarote, admirando una vez más su hermoso trasero... y como si ella pudiera darse cuenta de lo que estaba mirando, se volvió hacia mí unos momentos, con ese gesto universal de "te la vas a ganar...", que me hizo ponerme intensamente colorado... Y ella se puso a reír...



Dos años después, nuestra clase organizó un viaje de fin de carrera, aunque más bien nos unimos a uno de paso de ecuador que estaban preparando unos chavales de medicina... Lo menciono especialmente porque una de las etapas del viaje por Europa en autobús (diez días de agotamiento, excesos, pocas horas de sueño y demasiado desfase en general) era precisamente una estancia en Viena de varias horas, con visitas concertadas a lugares de interés... Sin embargo, para mí lo único importante era que podría escaparme del grupo, y pasar un tiempo con Michaela... Le avisé de mi llegada con un par de semanas de antelación, pues desde nuestro encuentro en Barajas nos habíamos intercambiado los móviles, y quedamos delante de la Catedral, porque ella trabajaba cerca, y el autobús nos iba a dejar también en los alrededores... Apenas se abrieron las puertas, me lancé al exterior y casi me trago un ciclista... Lo importante es que llegué sin novedad a la Catedral, y en diez minutos, ella estaba entre mis brazos...



Decir que estaba guapa sería una falsedad... Estaba espectacular, con su traje de chaqueta de raya diplomática, la blusa blanca y los zapatos de tacón... Una auténtica belleza de veintipocos años (era el año 1994), con aquellos ojos grises increíbles, la melena temporalmente recogida en una cola de caballo, esa sonrisa fresca, su piel tersa, sin una sola gota de maquillaje, salvo el brillo de labios con sabor a cerezas... Es posible que de alguna manera, yo me hubiese enamorado de ella durante aquellos años de cartearnos, que el conocernos lentamente hubiera tenido algo que ver, no lo sé... Y también es posible que a ella le hubiese pasado algo parecido... En fin... solo os diré que aquella vez, sí que hubo sábanas de hotel y ducha compartida... Y que me faltó poco para perder el autobús... Michaela insistió mucho en acompañarme, y nos dimos un último beso delante de todo el grupo, que generó una tempestad de silbidos, que desaparecieron rápidamente por la tristeza de mi mirada...



Pues algo me decía que aquello había sido un adiós...



Nunca he visto el Prater... ni Viena...



Un trabajo peligroso.



Año 2008. Han pasado muchos años, durante los cuales Michaela y yo hemos seguido manteniendo el contacto, y la amistad, y quizás algo más... También nos hemos visto en distintas ciudades de Europa, nunca olvidaré aquella Semana Santa en París, y en varias ocasiones también hemos quedado para comer o cenar en Madrid... Sí, es una relación extraña, a distancia, estamos bien solos, pero también estamos mejor juntos... No nos hemos planteado demasiado el cambiar las cosas, formar una familia por ejemplo, puesto que los trabajos que he ido consiguiendo tampoco me lo habrían permitido... Somos dos amigos con derecho a roce, que llevan más de veinte años saliendo, pero con el suficiente miedo al compromiso por las dos partes para no plantearnos nada serio, y al mismo tiempo, seguir con algunas relaciones complementarias, de carácter muy esporádico...



Pero claro, eso fue antes de que yo averiguase cual era la profesión de Michaela... Su trabajo ha sido siempre algo etéreo para mí, lo bastante bien pagado para permitirla viajar mucho (en una caja de zapatos tengo sus postales desde Berlín, Viena, Estambul, El Cairo, Amberes, Bucarest, Tai-Pei, Hong-Kong y mil sitios que no sé ni cómo se escriben), mantener un elevado nivel de vida, hablar con fluidez seis o siete idiomas (entre ellos, el Afrikaans y el Chino), poseer una vasta cultura general... Nunca suele dejar la cartera al alcance de la mano, durante las noches, casi siempre, de hotel, que pasamos juntos, y cuando yo llego a la habitación, todo está impoluto...



Pero aquella noche del 28 de octubre de 2008, cometió un error: estaba enferma aquella noche, y en vez de hacer el amor y luego irnos a cenar, prefirió un baño relajante, y que nos subieran la cena a la habitación... Me gusta cuando los dos estamos desnudos, porque de esa manera, se desvanecen casi todas las diferencias de clase o de estatus, es una de las ventajas de la piel... Michaela se quedó dormida en la bañera, estaba muy cansada...



Yo tenía ganas de fumar, pero me había quedado sin tabaco, así que decidí curiosear en su bolso, para ver si ella tenía un paquete de Camel Lights que solía usar en sus reuniones de negocios... Y lo encontré, con un par de cosas que siempre terminaban en la caja fuerte del hotel o de la habitación: su cartera, su pasaporte, y su agenda... Movido por la curiosidad, hojeo el pasaporte, y me doy cuenta de que no es su nombre el que figura en la página adecuada... Y lo mismo sucede con los demás documentos de su cartera: están a nombre de una tal Liliana Steinbeck, de Berlín... Y el de Aïcha Goldman, de Estambul... Y un tercero a nombre de Jaine Barnald, de París... Con las dificultades técnicas que se supone implica el conseguir un juego de documentos falso, empiezo a preguntarme si durante todos estos años no habré estado enamorado de un espejismo, y si todo en nuestra relación no será igual de falso que sus papeles...



Recordando de repente algunos de los destinos de sus postales, encuentro las correspondencias de casi todos ellos en los pasaportes... Es un batiburrillo de países africanos ricos en materias primas y diamantes, y de ciertas ciudades europeas y asiáticas donde, por lo que recuerdo, existen unos selectos grupos de talladores ilegales, y de organizaciones capaces de blanquear hasta los más horrendos diamantes de sangre... También encuentro unos juegos de tarjetas de visita, con los mismos nombres, según las cuales trabaja para De Beers, y otras cuatro o cinco grandes firmas exclusivas de marchantes de diamantes y de joyeros... Por eso, comprendo, se mueve tanto por el mundo... Por eso se tiene que ir, a menudo con muy poco tiempo de aviso, de un país a otro... Por eso su familia se empeñó en realizar aquél viaje a Zambia... Solo quedaban dos opciones: o bien trabajaba para una organización policial internacional, o bien hacía justamente lo contrario, y organizaba el tráfico y blanqueo de diamantes de sangre...



Cuando estaba a punto de meter la agenda en su bolso, me siento observado, y al darme la vuelta, apoyada en el quicio de la puerta, envuelta dentro del enorme y mullido albornoz blanco del hotel... En su cara veo una expresión triste... "No teníamos que habernos visto hoy, Mr. Arthur, lo sabía... Pero también, que necesitaba verte... La prueba, por primera vez en tantos años, he cometido un error estando contigo... Un grave error, que debería traerte importantes consecuencias... Has visto demasiado, sabes demasiado sobre mis rutas, tienes demasiadas pruebas... Voy a regresar al baño, necesito relajarme... Cuando salga, por favor, no quiero verte aquí..."



Se dio media vuelta, y sin cualquier explicación, sin una mirada, se metió en el baño...



Y desapareció de mi vida... Hasta la semana pasada...



Epílogo...



Aquella fue una noche horrenda para mí, eran demasiadas dudas, demasiados recuerdos, momentos de pasión, cartas y postales desde nuestra adolescencia, toda una pirámide de letras, pequeños regalos, que se derrumbaba sobre mí, y me asfixiaba... ¿Quién era ella realmente? ¿Aquella niña hermosa, que me volvió loco desde el primer momento? ¿Aquella adolescente, vestida de Safari, que me besó en el aeropuerto de Barajas? ¿La hermosa ejecutiva con quien hice el amor en Viena? ¿La mujer de negocios, cuyo rastro podía seguir por todo el mundo, a través de sus postales, aunque yo siempre le escribía a un apartado de correos de Viena? ¿A qué se dedicaba realmente?



Me pasé toda la noche caminando sin rumbo fijo, por las calles de Madrid, pensando, recordando, sintiendo, intentando dilucidar alguna verdad, la que fuera, entre tantas mentiras... Y luego me fui directamente al trabajo... Aquél fue mi refugio, y mi familia... Dejaron de llegar las postales... y los correos electrónicos... Las dos cartas que le mandé a Viena me fueron devueltas, indicando en el sobre que "el abonado ha cancelado el servicio"... Y lentamente, me fui olvidando de ella...

Hasta la semana pasada... Al efectuar la búsqueda, de repente, me encuentro con su foto, que me trae buenos y malos recuerdos... Pero la noticia que la acompaña, extraída de la Agencia Reuter, es la que me causa un mayor impacto...



"Extraño accidente en un safari. La ciudadana francesa Jamie Barnald ha desaparecido, mientras efectuaba un safari fotográfico por la reserva de Hluhluwe-Umfolozi (Sudáfrica). Estaban recorriendo la zona noroeste, cuando se ha producido un corrimiento de tierras, que ha sepultado completamente el jeep. La señorita Barnald actuaba de enlace entre varias agencias mundiales, para erradicar el fenómeno del tráfico de diamantes de sangre de Sierra Leona, y había participado en diversas operaciones encubiertas, contra algunas empresas en apariencia legales. El cadáver no ha podido ser recuperado, al haber terminado el jeep su andadura dentro de un lago en el cual abundan los cocodrilos."



Al final, resulta que trabaja para los buenos... Por lo que todo, desde el accidente hasta la divulgación de sus actividades encubiertas, lo mismo que su silencio, puede que responda a otro objetivo, completamente distinto del que yo imaginaba...



¿Que cómo sé todo esto?



Porque hoy he recibido una postal desde París... Con su letra...



"Mr. Arthur... Tres de junio, haciendo el oso, 20:00."

CONTESTADOR AMADO MI



FIN.


Por eso, cuando oigo su voz... cuelgo...


No puedo arriesgarme a perder la magia, a que todo termine de esa manera...


"Sí, digame... Buenos días..."


Pero hoy es distinto, no escucho a mi amado contestador... Responde ella, con esa voz tan dulce que encanta mis sueños, que me roba el alma desde la primera vez...


Las 15:20... todavía unos minutos... las 15:23... ya falta menos... las 15:30... hora de llamar...

Pasan los días.... y las semanas... pero yo sigo fiel a mi rutina... y aprovecho el "recreo" de los listados, para mi cita amorosa... Ella es mi Norte, mi referencia, mi única pasión... Vivo para esos momentos... son toda mi razón de ser...

Prácticamente se convierte en una rutina, todos los días la llamo, casi siempre a la misma hora, con el corazón en vilo. Incluso mis compañeros de platatorma se rien un poco de mí... bueno, algunos de ellos, sin moderación alguna...

La tarde siguiente, ya en mi puesto de trabajo, compruebo, aliviado, que los listados estaban allí... En un post-it, apunto el teléfono, lo meto en mi cartera... y decido llamarla... aprovechando el descanso informático... A las 15:23, la llamo... Y escucho su voz aterciopelada...


¿Cómo puedo explicar lo que siento, a quien no lo haya vivido? No recuerdo nada del resto de la tarde, trabajo en modo automático, sin pensar... Pero sigo dándole vueltas a esa voz grabada, recordando sus palabras, su entonación, incluso las mínimas pausas de la respiración... Sus palabras me acompañaron el resto del día... Y toda la noche... Pues temo que alguien haya tirado los listados, como hacen una vez a la semana...

Nunca, en toda mi vida, he escuchado una voz semejante... Dulce, afrutada como el buen vino... Sensual, con ese toque de secreto, de oscuridad... Y, al mismo tiempo, luminosa como un sol de primavera después de la tormenta... Esa voz, esos escasos segundos, me hechizan de tal manera, que no contesto...
"Hola buenos días... has llamado al domicilio de Carmen G.C.... Bueno, no soy ella, sino su contestador... Si quieres dejarme un mensaje, prometo transmitirselo fielmente... Si optas por no decirme nada, tú te lo pierdes... Que tengas un buen día..."


Es una llamada de lo más ordinaria, repito... Hasta que escucho su voz...


Por eso, a las 15:21, cojo el listado, y mientras marco esos dígitos anónimos, repaso mi discurso habitual, con ese tonillo que todos los teleoperadores desarrollan cuando llevan algunos meses en el oficio... y que te delata incluso en tus ratos de ocio... ¡La de veces que me han dicho en un bar, "Tú eres teleoperador"!

Normalmente, me cuelgan a los pocos minutos, en cuanto empiezo la encuesta... y yo lo anoto en el expediente, y un compañero llama de forma aleatoria, con el automarcador, uno o dos días pespués... ¿Un buen sistema, verdad? Lo malo es que, entre las 15:20 y las 15:30, los informáticos tienen que hacer unos procedimientos, el automarcador se desconecta, y tiramos de listados impresos...


Esta semana, me dedico a ofrecer servicios complementarios de telefonía, lo de siempre, amplicación de servicios, más megas de internet, cambio de teléfono por uno más nuevo, "de última generación"... y de paso, una "breve" encuesta de diez minutos, sobre hábitos de ocio, costumbres familiares, lugar de vacaciones...


Yo trabajo de teleoperador en una empresa de estudios de mercado, sobre un listado fijo de clientes, para la realización de una campaña concreta... Una semana, respondes a las llamadas de los clientes de una marca de televisores, la segunda colaboras con la promoción de unos grandes almacenes, la tercera desvías llamadas de un banco on-line, la cuarta vendes entradas para un concierto... Una vida un poco loca, pero me gusta...


Mi nombre no importa, o quizás sí... pero puedes llamarme Luis... Y durante 5 semanas y media, he vivido una intensa, aunque peculiar, historia de amor... porque el objeto de mis deseos, la causa de mis desvelos, el origen de mi insomnio, era una máquina... Más concretamente, un contestador automático de los antiguos, de esos que funcionan con una cinta de cassete...