viernes, 30 de marzo de 2012

DE LO EXQUISITAMENTE IMPERFECTO...


Nunca he creído en la perfección, ni que fuera deseable... Dame un ser perfecto, y tendrás al más aburrido del universo, porque nunca hará nada para intentar mejorarse, ni tan siquiera para permanecer inalterable en el tiempo y el espacio... Enséñame una mujer que, por sus exquisitas curvas y rectas, alcance el rango de Diosa del Olimpo, y yo desvelaré para ti la muestra de mil y una cirugías, composturas, arreglos...

No me gustan las mujeres ni los hombres recauchutados, y por eso, sospecho, recelo, investigo, husmeo, hasta que detrás de tanta capa superpuesta de absoluta y aparente belleza, encuentro demasiadas veces almas muertas, cascarones vacíos carentes de todo interés, salvo el puramente estético... ¿Quién desea despertarse, mes tras mes, año tras año, al lado de una muñeca de plástico, con labios al "botox" y párpados de colágeno planchado?¿Y más aún sabiendo que nada en ella es auténtico, verdadero? ¿Que cuando la conociste, tenía una 85-B... y ahora una 110?

Y lo que es peor... siendo consciente de que por ti, siempre pasará el tiempo... Y que al final, tendrás que someterte, tú también, a los dictados del bisturí... Unas veces, para implantarte pelo, cabello a cabello, en una lucha perdida de antemano contra la gravedad, y contra el tiempo... O teñirte el pelo de color negro ala de cuervo... Otras, para quitarte arrugas, patas de gallo, surcos provocados por la risa... Torturado por monitores sádicos, o gastando enormes cantidades de dinero  Y terminarás siendo tan falso como ella... Y tendrás una cara tan maravillosa que en tu funeral, podrá asumir que de verdad estás muerto... Incluso los pequeños gusanos, mientras devoran lentamente tus restos, tendrán que ir apartando, como en el caso de tu señora, lo natural de lo artificial, lo genuino de lo adulterado...

Por eso, cuando la ví por primera vez, durmiendo tranquilamente en el vagón del Metro, tuve ciertas dudas sobre ella, para mí era perfecta... y lo sigue siendo... Pues nuestras miradas se cruzaron al entrar en la estación, y pisamos juntos el andén... Allí, nuestros caminos se separaron durante un tiempo... Media hora, más o menos, pues tú eras la nueva compañera de quien me habían hablado, que se incorporaba desde la sucursal en La Moraleja...

Y yo me sentía confuso, intimidado, a pesar de tu cordialidad, de tu buen carácter, de tu hermosura, del interés que ponías en aprender las peculiaridades del centro, del trabajo... Pero yo seguía estando inquieto, porque tú encarnabas perfectamente mi ideal de mujer: morena, ojos negros, pelo largo, labios turgentes, nariz pequeña, una noventa de pecho, piernas largas y torneadas...

Eras casi demasiado perfecta para ser real... o al menos, recomendable... Por eso, hasta que no pasaron dos semanas, y no viniste al trabajo con una blusa un poco escotada, y te inclinaste sobre mí, no pude ver el dulce secreto que escondían tus senos... Pues allí, justo en el limbo entre la copa y tu níveo pecho izquierdo, asomaba un lunar negro... Y yo me quedé prendado de él... pues en ti, era el detalle exquisitamente imperfecto que, sacándote del Olimpo de las diosas, te volvía perfectamente humana... Y no pude evitar que mis labios se fruncieran en una gran sonrisa...

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