jueves, 12 de julio de 2012

LOS AMANTES...

Fue todo muy diferente a lo que ambos habían soñado tantas y tantas veces... Lo primero de todo, en el estrecho abrazo, sus bocas se buscaron una y otra vez, con glotonería infinita, intentado recuperar el tiempo perdido, que parecía ser toda su vida hasta aquél momento mágico... Luego, sin aliento, se separaban, para gozar de la presencia del amado, y se miraban a los ojos, todavía sin creer lo que estaban viviendo, en tanto sus manos buscaban con avidez el tacto del cuerpo del otro... Entonces, ella le tomó de la mano, y lo condujo al interior del dormitorio...

Las ropas de ambos quedaron esparcidas por la estancia, en tanto sus manos, febriles, ansiosas, recorrían el cuerpo del otro... Ismael sonrió... Los amantes se encontraron sobre la cama de frescas sábanas de lino, sin apenas darse cuenta... Y entonces, el sueño, imposible, de toda su vida, se hizo realidad...

Las manos de Ismael fueron recorriendo, sabias y diligentes, el cuerpo de la mujer, con dedicación y suavidad extremas, al igual que el jardinero acaricia la más bella rosa de su jardín... Las palabras sobraban...

Claudia, que creía conocer lo que era un hombre a través de la relación que había tenido durante aquellos años con su marido, se encontró de repente haciendo y sintiendo algo que jamás habría creído que existiera... Se había desdoblado y se observaba incrédula, sin acabar de entender que ella fuera la que estaba viviendo aquellas sensaciones...

Ismael, como el sembrador que trabaja un campo recién arado, preparándolo para la siembra, se afanaba explorando dulcemente las cuevas umbrías de su cuerpo... Oleadas rítmicas de un placer infinito iban acometiendo su vientre cada vez con más exigencia, un horizonte de arpegios mágicos y una sinfonía de colores nuevos se iban abriendo ante los ojos de su alma, y creyó que iba a morir...

Ella fue consciente de que sus manos sujetaban la cintura del amado, y de que sus dedos se clavaban en ella, atrayéndolo con fuerza... Súbitamente, la estancia se inundó de luz, el río de su amor se desbordó y el momento mágico, tanto tiempo deseado, pareció suspenderse en el tiempo...

Los ojos de la mujer estaban arrasados en lágrimas, entremezcladas de amor y de gratitud... En aquel instante pensó que valía la pena haber nacido... que si aquella dicha se prolongaba en la eternidad, ya conocía el cielo en la tierra... y que poco o nada le importaba lo que sucediera el día de mañana... Luego la invadió un llanto agradecido y convulso, y al mismo tiempo que lo besaba con infinita ternura, sus labios repitieron una y otra vez el nombre de su amado...