viernes, 2 de noviembre de 2012

SEXO TELEFÓNICO...

¿Sabes, princesa? Desde que hablamos la otra noche del sexo telefónico, tengo un grave problema: no puedo quitarme la idea de la cabeza… Me basta con cerrar los ojos, para imaginar toda la secuencia. Es cierto, es un tema del que no habíamos hablado antes, pero llevo deseándote mucho tiempo… Cuando hablamos, siempre miro tus fotos; ya te dije que me había descargado algunas de ellas del Facebook, y las tengo en una carpeta de mi ordenador. Pero antes las miraba como lo haría un amigo. Ahora… bueno, digamos que me dan muy malas ideas…
Me encantaría hacer el amor contigo, es algo que deseo desde hace ya mucho tiempo. Me temo que de momento deberá esperar… Sobre todo porque ni siquiera nos hemos visto, ni siquiera estamos en la misma ciudad.  Pero eso no importa para el sexo telefónico, ¿verdad? Lo que cuenta es la imaginación, como muy bien dijiste… Y el deseo…
Habría que cambiar el escenario.  En la realidad, te imagino en tu pequeña cama de noventa, escucho el ronroneo de un calefactor de aire, para que no pases frío, y desnuda bajo las sábanas, mientras hablas conmigo… y empiezas a tocarte… y nuestras voces se convierten en una nueva forma de intimidad. Ya han sonado las campanadas de la medianoche, te he mandado un mensaje, luego te llamo, ponemos el manos libres, y empieza el juego. Yo también estoy en mi cama de noventa, desnudo… y pensando en ti…
Y te hablo…
Imagínate que ya no estamos en Madrid ni en tu ciudad. Ya no es importante para nosotros la distancia… Porque con la imaginación hemos viajado hasta otro lugar, Roma, tu ciudad favorita, que yo conozco tan bien. Hemos pasado el día entero caminando, haciendo un poco de turismo, y visitando algunas de las tiendas más exclusivas de aquella hermosa ciudad. Te has comprado un par de trajes de chaqueta elegantes, y un vestido rojo… Yo, más conservador, me he comprado varias corbatas, y un par de camisas… Hemos cenado en “Via Dalma”, una pequeña pizzería cerca de nuestro hotel (ensalada de tomate y mozzarela con hierbas de Provenza, una “pizza della casa”,  compartido una botella de Lambrusco helado), y regresado al Hotel… Es un hotel pequeño, familiar, pero ubicado en pleno centro: desde nuestra ventana en la tercera planta, se ven las escaleras de la Piazza Navona. Nos asomamos al balcón, mientras bebemos una copa de cava helado.
¿Te lo imaginas, princesa? Es la noche perfecta, en la ciudad perfecta, sobre todo porque estamos juntos… Estás muy hermosa con un vestido negro con un corpiño que se ciñe a tu figura como una segunda piel. Llevabas unos zapatos con algo de tacón, pero te los has quitado al entrar en la habitación. Yo estoy vestido con un traje de chaqueta, aunque hace tiempo que la he dejado sobre el respaldo de una silla. Porque lo único que me importa eres tú. Tenemos una habitación grande, incluyendo una chimenea, en la que late un hermoso fuego… Y en el cuarto de baño nos espera una gran bañera de estilo antiguo, de esas con garras de león, en la que te he preparado un baño de espuma aromática. Ya está todo listo. Cierras las hojas del balcón, y me besas. ¡Dios, qué besos los tuyos! Siempre me dejas sin respiración…
Entras en la habitación, llevándome de la mano, y te detienes junto a la cama. “¿Me ayudas con el corpiño? Es que sola no puedo…”, me dices, con ese tono de voz mimosa que tanto me gusta. Mis manos tardan un poco en dar con el cierre, pero al final lo consigo. Con un movimiento felino y elegante, consigues que el vestido se deslice suavemente por tu espalda, y dejas que caiga en leve movimiento hasta tus pies. Yo, tan ordenado como siempre, lo recojo y lo dejo sobre el brazo del sillón…
Y te veo, semi desnuda, con tu conjunto de lencería negra, con una pequeña culotte. “Me parece injusto que yo esté ya casi desnuda, y que tú lleves encima tanta ropa…”, me dices, al mismo tiempo que empiezas a deshacer lentamente el nudo de mi corbata, y con manos expertas, te encargas de mi camisa. Hace calor en la habitación. ¿O será que me excita verte así, tan vulnerable? Los pantalones y la camisa terminan tirados por el suelo, de cualquier manera. porque tengo cosas mejores que hacer que pensar en ellos… Llevo unos bóxer de la rana Gustavo, regalo de nuestra primera cita, que muestran una enorme erección. Estoy listo para ti.  Me tomas de la mano, y juntos vamos hacia la puerta del cuarto de baño…
“¿Me ayudas a desnudarme?”, me dices. Y yo lo hago, con manos un poco temblorosas, no acierto a deshacer el corchete del sujetador, y tú te ríes… Te apoyas levemente en la bañera, mientras que yo me arrodillo a tus pies, y te quito lentamente la culotte. Estás desnuda, y vulnerable, delante de mí. Me levanto… y te beso… muy suavemente en los labios… Te abrazo, como si deseara incrustar mi cuerpo en el tuyo, hacer coincidan todas nuestras curvas. Pero tú deshaces el beso, te separas de mí, y nos metemos en la bañera…
¿Lo imaginas? ¿Puedes sentir el agua cálida, de la inmensa bañera? ¿Sientes la espuma sobre tu piel? ¿El calor, que se va apoderando lentamente de ti? Porque yo sí lo noto… Es excitante… Yo me siento lentamente, el calor va subiendo por mis piernas, llega hasta mis testículos, se apodera de mi sexo… Y tú te sientas frente a mí… El agua no llega a cubrir tus hermosos, pequeños y respingones senos, que nunca me han parecido más deseables, que levemente cubiertos por la espuma. Me acerco a ti. Con las manos desnudas, empiezo a lavarte muy dulcemente… La cara, los hombros, tus pechos… Te levantas unos segundos, para que mis manos alcancen tus caderas, tu sexo… No puedo resistir la tentación, y te beso, recorriendo fugazmente tus labios mayores, y me detengo sobre tu monte de Venus,  completamente depilado… “Mejor que dejes algo para luego…”, me dices, al mismo tiempo que me tiras un poco de espuma a la cara, y te hundes suavemente en el baño de espuma, y te acercas a mí, sonriendo… Con tus manos me lavas la cara, los hombros, los brazos, deteniéndote un poco en mis tatuajes… “Levántate”, me dices, y te hago caso… Y me lavas el pene, los testículos, las piernas… Estamos los dos solos, en la bañera, a gusto. Pero tenemos cosas mejores que hacer que quedarnos allí, ¿verdad? Pones en marcha la ducha, y nos quitamos mutuamente el jabón… Y salimos de la bañera… Y allí, mientras te seco con la gran toalla de algodón, paseo la mirada por tu menudo cuerpo…
¿Puedes sentirlo, princesa?¿Notas mi mirada? ¿Notas mis manos sobre tu cuerpo? Te atraigo hacia mí, y te beso… Tu aliento afrutado, mezcla de Lambrusco, de cava y de un no sé qué misterioso se desliza por mi garganta. Nunca te he visto más hermosa que en ese momento, iluminada por la miríada de velas del cuarto de baño y de la habitación. Un último trago de cava, compartiendo copa, y llegamos a la cama. Te tumbas en ella… Sobre las sábanas de algodón azul claro, tu cuerpo de diosa adolescente está allí. Esperándome. La cama es grande, pero a nosotros nos bastará con un espacio muy pequeño. Me quedo unos momentos mirándote. Me siento a tu lado, y tú, juguetona, abres el cajón de la mesilla de noche, y sacas un par de “roll on” de la marca Durex… Y comienza el juego…
Primero marcas sobre tu pierna izquierda un leve trazo, desde el tobillo hasta la rodilla. Y yo, obediente, me inclino sobre ti. ¿Notas el frescor del gel? ¿Notas mi lengua siguiendo el sinuoso trazo? Porque yo sí lo noto. Subo por tu pierna, con el sabor de la fresa, trazando un leve rastro sobre tu piel… Y yo, goloso, te voy dejando limpia, muy suavemente, aunque me detengo un poco para lamer el jugo en la cara interna de tu rodilla, uno de tus puntos eróticos… Y gimes, muy bajito. Me quedo con ganas de seguir lamiéndote, hasta alcanzar tu sonrosado sexo, pero respeto las normas.
Hace calor en la habitación. Ahora es mi turno. Y trazo un rumbo desde mi tobillo izquierdo hasta la cara interna de mi rodilla. Como a ti te gusta más, estoy completamente depilado…Te levantas un poquito, y como una gata golosa, empiezas a lamerme… ¿Notas el sabor a piña colada en tus papilas?¿Notas la tersura de mi piel, y cómo se desliza suavemente bajo tu lengua? Porque yo sí lo noto. Y me excita. Me haces cosquillas con la punta de la lengua, con tus labios, y me estremezco. Como una alumna aplicada, terminas el recorrido. 
Es tu turno de jugar a los maestros. Y te tumbas de nuevo a mi lado, marcando  un nuevo rumbo sobre tu piel… Directamente alrededor de tus labios mayores, sobre el clítoris, en la superficie de tu sexo, tan acogedor y sonrosado. Yo me levanto, me agacho entre tus piernas. Y comienzo a lamerte. ¿Notas mi lengua?¿Notas mis labios recorriendo el camino trazado? Voy muy lentamente, subiendo hacia mi objetivo… Tu vulva se yergue ante mí, es lo único que existe. Y mi única finalidad es darte placer… ¿Notas cómo voy jugando, con mi lengua, trazando el recorrido del deseo?¿Notas como la punta de mi lengua se introduce entre tus labios, dándote placer? ¿Notas el leve roce de mi nariz sobre tus ingles?
Y te imagino, al otro lado del teléfono, acariciándote, quizás con un pequeño jadeo. Tú eres el ama, yo tu esclavo. Poco a poco, te vas calentando más. Los movimientos circulares de tus manos se van haciendo un poco más rápidos, mientras que yo te voy lamiendo, en la distancia, y acaricio. Los mundos se mezclan… Estamos a la vez en Roma, en nuestra habitación de hotel iluminada por las velas, y en tu habitación de soltera, bajo un par de mantas, y yo, refugiado en la mía. El calor se va apoderando de ti. Gimes, muy suavemente, en mi oído… “Para….Para…”, me dices entre jadeos. Noto que estás a punto de tener un orgasmo, igual que yo… Círculos de energía recorren tu cuerpo… Y yo te sigo lamiendo, introduciendo mi lengua entre los pliegues de tu vulva… Mientras tú sigues acariciándote… Y gimes en mi oído, pero con poca fuerza… Con las manos, apartas mi cabeza de tu sexo… pero ya es demasiado tarde, mi lengua y mis dedos han conseguido su objetivo… Te dejo descansar unos instantes… Y gimes entrecortadamente… Quizás sería el momento adecuado para penetrarte… Pero prefiero continuar el juego…
Tomo mi “roll on”, y te marco un nuevo objetivo. La cicatriz de la apendicitis, y mi ombligo. Al principio, te sorprendes, pero tus labios emprenden el camino. Me estremezco al notar la punta de tu lengua sobre la cicatriz…La piel está mucho más sensible después de la operación, es como si mil terminaciones nerviosas se activasen a la vez… Una corriente eléctrica me recorre…y me excita… Y gimo. ¿Escuchas mis gemidos?¿Notas como mi respiración se acelera? Y pongo las manos sobre tu nuca… no quiero que termine ese contacto… Mi pene se yergue, desafiante… Y me acaricio mientras mi mano traza el recorrido de tu lengua… Me gustaría que me hicieras un francés, pero prefiero guardar fuerzas para luego…
Es tu turno de jugar, mientras yo voy recuperando fuerzas, tú trazas un nuevo rumbo, que va desde el valle entre tus pechos de ninfa descarada hasta tu brazo derecho… Y yo te sigo… Estoy entre tus piernas… ¿Notas el peso de mi pecho sobre tu sexo? Me encantaría penetrarte ahora, pero tenemos que seguir el juego… ¿Notas mi lengua, acariciándote? ¿Notas mis labios, sobre tus pequeños pechos? ¿Te estás acariciando, muy lentamente, mientras te hablo al oído? Escucho tus leves jadeos… ¿Lo sientes? Ya estoy lamiendo tus pezones… Juego con ellos, como si fuera un caramelo, saboreándolos intensamente, incluso te doy un pequeño mordisquito… ¿Notas mis dientes? Lo notas… y gimes en mi oído… Muy suavemente, tu respiración se acelera… Y una pequeña oleada de placer recorre tu menudo cuerpo… Mi lengua se desplaza suavemente hacia tu brazo derecho… Ya estoy por completo sobre ti… ¿Notas el peso de  mi cuerpo? ¿Notas la punta de  mi pene palpitando de deseo sobre tu vulva? Sería tan fácil penetrarte ahora, princesa… Pero todavía no ha llegado el momento…
Es mi turno de jugar… Me tumbo a tu lado… Y trazo un nuevo rumbo sobre mi cuerpo… Desde la tetilla izquierda hasta mi oreja derecha… Cambiamos de posición en la gran cama del hotel… Te has tumbado sobre mí… Noto el peso de tu cuerpo… Tu lengua, caprichosa, sigue el rumbo trazado… Y me estremezco… Mis dedos marcan el recorrido, imagino el tacto de tu lengua, de tus labios… y me estremezco de nuevo… Estoy solo en mi cama de soltero, pero puedo sentirte… Mi pene empieza a palpitar dolorosamente… El orgasmo tanto tiempo retenido empieza a dolerme… Dejo de acariciarme un momento… Mientras jadeo… ¿Tú también lo sientes, princesa? ¿Tú también te estás acariciando? Porque escucho tus jadeos…
Los dos estamos muy excitados…Nos estamos dejando llevar por el juego… Ya no existe la distancia… Solo tu cuerpo sobre el mío… Lentamente, has ido reptando sobre mi cuerpo… Y me estás besando… Mientras con mano experta me guías entre tus labios mayores… Y te dejas resbalar suavemente… Y con la misma suavidad, me voy deslizando dentro de ti… Estás perfectamente lubricada… ¿Me notas, entrando lentamente dentro de ti? Porque yo puedo verte perfectamente, sentir el peso de tu cuerpo, mientras me sigo acariciando…
Nuestros cuerpos se amoldan perfectamente… ¿Notas como mi pene se abre camino, distendiendo levemente los músculos de tu vagina? ¿Notas la presión de mi miembro, mientras empiezas a cabalgarme? Eres una experta amazona… Mis dedos se cierran sobre mi pene… Mientras te imagino… Empiezas a moverte suavemente… El movimiento me excita más… Te escucho gemir al otro lado del teléfono… Siento tus labios sobre los míos, mientras me cabalgas como experta amazona…Dentro, fuera, la contradanza… Sé que podría correrme ahora, noto oleadas de placer desde mi sexo… Pero como soy un poco tradicional, aprovecho uno de tus movimientos para descabalgarte… Al principio, protestas… Pero enseguida, volvemos al juego…
Estoy tumbado encima de ti… Tu sexo palpita furiosamente… Tienes la necesidad de sentirme de nuevo dentro de ti… Y no te voy a decepcionar, pero déjame descansar unos momentos… Te miro con dulzura a los ojos, tus inmensos ojos marrones que se han convertido en todo mi firmamento… Mi boca busca la tuya… Y en el mismo momento en que empiezo a penetrarte, silencio tus jadeos con un beso…
¿Notas como mi pene va entrando suavemente dentro de ti?¿Notas cómo voy entrando, lentamente, centímetro a centímetro, y cómo tu vagina se va cerrando en torno a él? Tus dedos siguen acariciándote, expertos, recorriendo tu sexo, mientras yo te hablo muy suavemente al oído, y pronuncio tu nombre en voz queda… Con mis labios, silencio otro de tus jadeos… ¿Notas el peso de mi cuerpo sobre el tuyo?¿Notas mis manos esparciendo tu melena negra sobre la almohada?¿Notas cómo empiezo a deslizarme lentamente, dentro y fuera de tu cuerpo, hasta el punto de salir casi completamente, para luego volver a entrar? Mis brazos están extendidos a ambos lados de tu cabeza… para no aplastarte con mi peso… Nuestras bocas se buscan… Se suman nuestros jadeos…
El ritmo se acelera lentamente… Pero sigue siendo un placentero tormento… Escucho tus jadeos, esta vez más fuertes, al otro lado del teléfono… La excitación va creciendo en tu interior… Tus dedos trabajan lentamente tu cuerpo, y dos de ellos se introducen en tu vagina… Mientras te imaginas que soy yo… Yo me sigo acariciando, escuchando tu voz, mientras te sigo describiendo lo que hacemos en aquella habitación…
El ritmo se acelera… Escucho tus jadeos… Y me excito… Te imagino debajo de mí… Noto tus labios sobre los míos… Mis dedos conocen el camino… Mi pene empieza a palpitar, dolorosamente… Llega el orgasmo… Tú también estás muy excitada… Jadeas… Escucho tus jadeos… Y todo se funde… Nuestras camas de noventa… La oscuridad… El silencio de la noche… La habitación de Roma… Tu cuerpo… Mi cuerpo… Nuestros cuerpos… Y justo cuando ya no puedo más, te escucho gemir con más fuerza… Ha llegado el momento… No puedo aguantar por más tiempo la tensión… Y noto cómo me corro… Dentro y fuera de ti… Dentro y fuera del espacio y del tiempo…
Alcanzamos el orgasmo a la par… Y eso que dicen que los orgasmos simultáneos no existen… Noto la humedad sobre mis ingles… Y la dejo extenderse… Mientras te escucho retomar lentamente el aliento… Durante unos momentos, tal vez fueran minutos, qué se yo, solo se escucha tu respiración acelerada al otro lado del teléfono… Sé que debería limpiarme, pero no me importa… Porque acabamos de hacer el amor… Por vez primera…
Tu respiración se tranquiliza… Casi puedo verte, dentro de la cama, tapada por un par de mantas, para combatir el frío del otoño… Pero sigo notando tu cuerpo debajo del mío… Y noto como mi pene se va encogiendo… Dejo de acariciarme, y solamente te escucho…
Terminó nuestra primera experiencia de sexo telefónico… Y nunca me he sentido más cerca de ella que en aquella fría noche del mes de noviembre… Porque los dos nos dejamos llevar por el deseo… Y por la imaginación… Y eso es lo único que cuenta… Aunque sigo deseando hacer el amor con ella… Más que nunca…

jueves, 12 de julio de 2012

LOS AMANTES...

Fue todo muy diferente a lo que ambos habían soñado tantas y tantas veces... Lo primero de todo, en el estrecho abrazo, sus bocas se buscaron una y otra vez, con glotonería infinita, intentado recuperar el tiempo perdido, que parecía ser toda su vida hasta aquél momento mágico... Luego, sin aliento, se separaban, para gozar de la presencia del amado, y se miraban a los ojos, todavía sin creer lo que estaban viviendo, en tanto sus manos buscaban con avidez el tacto del cuerpo del otro... Entonces, ella le tomó de la mano, y lo condujo al interior del dormitorio...

Las ropas de ambos quedaron esparcidas por la estancia, en tanto sus manos, febriles, ansiosas, recorrían el cuerpo del otro... Ismael sonrió... Los amantes se encontraron sobre la cama de frescas sábanas de lino, sin apenas darse cuenta... Y entonces, el sueño, imposible, de toda su vida, se hizo realidad...

Las manos de Ismael fueron recorriendo, sabias y diligentes, el cuerpo de la mujer, con dedicación y suavidad extremas, al igual que el jardinero acaricia la más bella rosa de su jardín... Las palabras sobraban...

Claudia, que creía conocer lo que era un hombre a través de la relación que había tenido durante aquellos años con su marido, se encontró de repente haciendo y sintiendo algo que jamás habría creído que existiera... Se había desdoblado y se observaba incrédula, sin acabar de entender que ella fuera la que estaba viviendo aquellas sensaciones...

Ismael, como el sembrador que trabaja un campo recién arado, preparándolo para la siembra, se afanaba explorando dulcemente las cuevas umbrías de su cuerpo... Oleadas rítmicas de un placer infinito iban acometiendo su vientre cada vez con más exigencia, un horizonte de arpegios mágicos y una sinfonía de colores nuevos se iban abriendo ante los ojos de su alma, y creyó que iba a morir...

Ella fue consciente de que sus manos sujetaban la cintura del amado, y de que sus dedos se clavaban en ella, atrayéndolo con fuerza... Súbitamente, la estancia se inundó de luz, el río de su amor se desbordó y el momento mágico, tanto tiempo deseado, pareció suspenderse en el tiempo...

Los ojos de la mujer estaban arrasados en lágrimas, entremezcladas de amor y de gratitud... En aquel instante pensó que valía la pena haber nacido... que si aquella dicha se prolongaba en la eternidad, ya conocía el cielo en la tierra... y que poco o nada le importaba lo que sucediera el día de mañana... Luego la invadió un llanto agradecido y convulso, y al mismo tiempo que lo besaba con infinita ternura, sus labios repitieron una y otra vez el nombre de su amado...

lunes, 18 de junio de 2012

EN MEDIO DE UN "TE QUIERO"...

La lluvia cae lentamente sobre mí, tan fría, enjuagando las postreras lágrimas, amargas, de mi soledad, a la vez muda y sonora... No sé cuanto tiempo llevo paseando, triste, por las calles de Madrid, en una tarde, gris, de agonizante otoño, y los árboles, desnudos, muestran a la muerte sus mejores galas... con algunas hojas, rojas, en la punta de las ramas...


El Retiro es el escenario de mis soledades, de mis paseos por senderos olvidados, de fugaces encuentros con las últimas ardillas, y con los córvidos, y las palomas, y gorriones... Con tanto tiempo haciéndonos compañía, tantos meses de repetir el mismo itinerario que hice contigo, ya me conocen, aceptando mi presencia en el bosque secreto, y amante...


¿Cuántas veces repetiré el mismo trayecto, en el mismo autobús apestoso y atestado, para comulgar con aquella masa de gente, que sube en mi parada a las tres y cuarto? De tantas veces, el mismo conductor, tan serio con los demás, me saluda amablemente con la cabeza, y me sigue con la mirada, y no arranca hasta que no me he sentado...


Y me bajo a la misma hora, en el mismo sitio, en la Plaza de la Independencia, y noto que él, tan callado, me sigue con la mirada hasta que, bordeando un breve trecho la verja, encuentro,como siempre, el acceso... Y entonces, me vuelvo, le sonrío, y él arranca el autobús, cuyo motor parece gemir un "hasta mañana"... y se va, repartiendo humanos, por toda la ciudad...

Es un paseo melancólico, preñado de recuerdos, tristeza y soledad, el que emprendo cada tarde, vestida con ropa sobria, pues gris negro y blanco se han convertido en mis únicos compañeros, y no quiero saber ya nada de rosas, fucsias, rojos, verdes, azules... ni de cualquier otro tono que me pueda recordar la vida que me fue arrebatada, y por la que jamás obtendré venganza... Nunca...

Pues de nada me sirve compartir el dolor, la ira, el odio, la tristeza y la rabia con las otras personas que al principio, sí venían a este extraño lugar, el Bosque de los Ausentes, y que en verdad parece un cementerio, en contraste con la Rosaleda... Y aunque todos llorábamos, el dolor no es una cosa que se reparta o exprese por igual... Y de todas formas, todos íbamos, todos seguíamos viajando en ese tren...

Tú ni siquiera tenías que haber cogido el cercanías, aquella mañana del once de marzo, jueves de sangre, te quedaste a jugar con la play en casa de tu hermano, y cogiste aquél tren para ir a trabajar, y me llamaste, entrando casi en la Estación de Atocha... a salvo...

Y tu voz se quebró en medio de un "te quiero"... 

Y no me hizo falta saber nada más, pues lo sentí, aquél helor esparciéndose desde mi corazón...

Como tantas otras personas, una voz amable
me dijo por teléfono lo que le había pasado a mi marido... y del resto, no me acuerdo, tantas personas dándose el pésame, llorando, tanto dolor acumulado bajo las carpas, en las gradas, tantos voluntarios con buenas intenciones, tantos políticos pululando en medio de sus escoltas,
tantas lágrimas, a la vez reprimidas y empujadas...

Y llegó y pasó la gran manifestación del día doce, 
a la que asistimos muchos familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo, de gimnasio... Y entre tanta gente, de esos millones de vivos, también caminaron ciento noventa y dos muertos... Lo sé porque te sentí a mi lado, amor mío, tu beso... Y hoy, como cada tarde, deposito una rosa roja, al pié de tu ciprés... en el Bosque de los Ausentes...


LA CANCIÓN DE LA LLUVIA...

Cada vez que piensas en mí... lo siento... Aquella vieja energía que recorre mi cuerpo... Los viejos y locos sueños de la infancia... Cuando todo era mucho más sencillo...

Tantas mañanas ansiando la lluvia, para sentir su frescor en el cuerpo, que pegase mi camisa blanca de uniforme, y formase una segunda piel mojada... Solo para sentirme mucho más viva, especial... por nacer desde dentro...

Ahora soy demasiado mayor para esas cosas, lo hice un par de veces... y me miraron mal... con mi larga melena negra, y la blusa blanca, y aquél sujetador negro que tanto te gusta... trasparentándose bajo la tormenta... Mientras yo me reía del mundo, de todos los demás peatones que buscaban refugio bajo los porches o en las marquesinas de los autobuses... Hacía mucho tiempo que no me sentía tan insultantemente libre...

Recibir el beso de la lluvia, sus húmedos secretos, es recuperar la inocencia de otros tiempos...
La última vez que nos pilló la tormenta, terminamos empapados, corrimos a tu casa, y bajo la ducha caliente enlazamos los cuerpos, y la cama fue nuestro campo de batalla...

Por eso, ahora, cuando llueve con fuerza , te recuerdo, te añoro, te echo de menos, y siento que tus manos me recorren, desvelando secretos de amantes...

PARÍS, LA CIUDAD DE LOS SUEÑOS...


Sí, es cierto, estoy enamorado del aire, de las luces y sombras de la primavera, de cada fragancia y esencia de aquella ciudad... París... siempre París... por fin París...

Posiblemente por no haber vivido en ella, por no haber sufrido los problemas del tráfico, ni la delincuencia o los problemas reales, es una ciudad que me fascina... No toda ella, por supuesto, no los suburbios, ni las zonas marginales, ni las inseguras, que para eso, ya (sobre)vivo en Madrid, y también en Londres y Roma viví durante varios meses...

Me quedo con el París del Quartier Latin, de las pequeñas plazas que te sorprenden en cualquier lugar, de sus pequeños tenderetes llenos de cuadritos, y de postales, de artistas y de encanto de la bohemia... Prefiero algunas zonas, como Montmartre, la iglesia del Sacré Coeur, espectacular, que aparece como un merengue gigante, coronando un larguísimo tramo de escaleras...

Por su espectacularidad, me encanta pasear, despacito o en barco, por las orillas del Sena, ver todos aquellos edificios señoriales, las rejas, los puentes, y la pequeña Estatua de la Libertad... Pero si hay un lugar mágico, es la zancuda, patilarga, inmensa, rimbombante, grácil, etérea, increíble, espectacular, hermosa, acogedora... TOUR EIFFEL... ¿quién si no?

Siempre que visito la ciudad, le rindo homenaje, a sus pies mi abuelo nos compró una paloma de plástico con un pequeño motor que funcionaba dándole cuerda a un pequeño motor de gomas, y nos enseñó a volarla... Y allí comimos también aquella impresionante crêpe de chocolate, que terminó en buena parte sobre nuestros impermeables mientras nos reíamos felices... También recuerdo la breve escala que hicimos en la Ciudad de la Luz durante el viaje de paso del ecuador mientras mi hermana y yo estudiábamos en la facultad... O la escapada relámpago para ver una exposición sobre Egipto en el Louvre, con la larga noche que pasamos sin poder dormir mi hermana y mi padre, porque teníamos de compañero de viaje en el compartimento a un vecino que roncaba incluso más fuerte que el propio sonido del tren nocturno...
Mas a cada viaje, creo que han sido cuatro, son menos las personas que han vuelto conmigo, y cuando acudamos a la cita con el otoño, y sus galas, solo estaremos ella… y yo...
El París que me gusta, es el de las luces, las etéreas vidrieras de Les Invalides, la Mona Lisa sonriendo en el Louvre, la pétrea seriedad del Arco del Triunfo... Y el dedo acusador del Obelisco, extraño, ajeno a todo, que nos contempla altivo... Y las torres, y el rosetón, y la antigua magia de la catedral de Notre Dame, gran señora... Son demasiadas cosas hermosas por ver: el Museo Quai D´Orsay, l´Orangerie, el Pensador de Rodin, el Centre Pompidou, y muy cerca... Versalles... la luz, los jardines...

París, ciudad de mis sueños, donde viven, entre otros miles, algunos buenos amigos, a los que hecho intensamente de menos, sigue siendo, para mí, la ciudad de los sueños...

QUINCE DÍAS EN MÉJICO... A SU LADO...


Al final del camino, perdida en la memoria, espejismo de un futuro imposible por nacer muerto, recuerdo mezclado de quince mañanas y tardes, tu voz, dulce y suave como la pulpa del melocotón, me llama... me incita... me insufla cantos de sirena... y me lleva a imaginar que no hubo un brusco final para aquel viaje, para aquellos sentimientos...que jamás tuvieron la ocasión de madurar...

No tiene sentido, es cierto, torturarse por aquello, por lo que directamente no fue, ni podía ser, ni fue... Son demasiadas las imágenes que inundan mi ser, al menos esta noche, como para no darles salida, una especie de exorcismo voluntario del olvido... Hace tantos años de aquello, y sin embargo... Sin embargo, he vuelto a mirar las viejas fotos, a viajar mas allá del tiempo hacia los recuerdos...

Gran experto en enamorarme del amor mismo, no pude resistirme a tu melena cobriza, salvaje, a tus profundos ojos negros, ni a los hoyuelos, que decoraban tu sonrisa de niña mala, traviesa, de mujer-niña, o tal vez de niña-mujer, o de diosa... Yo iba a cumplir los dieciocho, y tú, Gacela, no tendrías ni dieciséis, y en aquél viaje a Méjico, estar contigo fue lo más cercano de conocer el cielo...

¡Qué inocente era, y qué imbécil, sigo siendo! Cuando me comentaron que los amigos de mi madre viajarían con sus dos hijas, no presté atención... Pero cuando te vi en el aeropuerto, y nos besamos, en las mejillas es cierto, pero con aquella complicidad de ser los hermanos mayores, pensé que Dios existía, que era muy bueno... por haber puesto en mi camino aquella Diosa... aunque fuera para adorarte desde lejos, en silencio, y atesorar cada momento a tu lado... Fueron quince días juntos, haciendo turismo por Méjico, con nuestras tres familias (también viajaba otro matrimonio, amigo de mis padres), descubriendo lugares extraños y maravillosos... a tu lado...

Para mi, siempre tendrás dieciséis años, Gacela... Siempre llevarás unos pantalones blancos y un polo, blanco con rayas azul clarito, en Chichen Itzá... Y te haré fotos a cada descubrimiento, sin que hubiera quejas por tu parte, porque la cámara estaba enamorada de ti... y yo también... Y vestirás bermudas rojos y polo blanco, Lacoste, subida a las ramas de un árbol seco, marcando sombra... Y deslumbrarás al mundo con tu conjunto blanco, comprado en Cancún, a juego con mi camisa, que todavía conservo, leyenda viva en el ropero...

O cuando saliste de la piscina con el bañador bicolor... marcando todas y cada una de las curvas de tu cuerpo de adolescente... Nunca te he visto más seductora que en aquél instante... O los momentos clandestinos en los que me buscabas después de cenar, para fumar a escondidas conmigo, y me mirabas nerviosa por que pudiesen pillarnos tus padres, compartiendo mi cigarrillo...

No concibo recordar Méjico sin ti... sin el pan, de hogaza, empapado en lima, con mantequilla...
Y las cazuelitas de queso fundido con chorizo picante... O el intento de alisar la camisa con vapor en la ducha, mientras estábamos tumbados, vestidos, en la cama... con nuestras hermanas, y contando chismes... casi inundamos el cuarto de baño, y la camisa, fatal, y tú te reías, y sonreías, chapoteando en el agua... mientras nos olvidábamos un poco de todo...  Y nuestro viaje en el barco, hacia Isla Mujeres, cuando tú estabas tumbada en la cubierta, con tu maravilloso biquini, y yo tenía que escoger entre mirar los colores siempre cambiantes del Caribe o seguir recorriendo las curvas de tu pecho con la mirada... y al final, escogí mirarte a ti...

Veinte años cumplidos... Demasiado tiempo... Después del viaje, nos vimos un par de veces, y jamás te dije nada... Entre otras cosas porque te consideraba inalcanzable, como una diosa... Y porque en el viaje de regreso te enamoraste de un chico que era de una categoría social más acorde con la tuya... Me sentí fatal en ese momento, Gacela, sobre todo porque habíamos pasado quince días juntos, y yo no había conseguido ser nada más que el hijo de los amigos de tus padres, y como mucho un amigo circunstacial.

Ya de regreso en Madrid nos vimos un par de veces, en varias ocasiones fui a buscarte a la puerta del colegio para acompañarte a tu casa, con la excusa de enseñarte las fotos del viaje, o para que me dieras algunas de las cintas con tus canciones favoritas, incluso asistí a uno de los conciertos de piano que diste como espectáculo de fin de curso... Pero siempre te consideré más allá de mi alcance, aquél fue mi mayor error... Y escogí convertirte en una Diosa viva, pero distante... en vez de en una realidad... Más allá de aquél viaje, incluso me parecía dificil mirarte sin recordar cómo te quedaba el bikini, o el bañador, lo que no era demasiado compatible con verte con el uniforme del colegio...

No se puede separar lo que nunca ha estado unido, no vale la pena recorrer otra vez los senderos, imposibles, de la memoria remota... pero lo hago... y me despido de ti por ahora, Gacela, con tu sonrisa en los labios... y el beso que nunca te dí aleteando en el limbo de los recuerdos imposibles...

Y mis momentos más felices de aquél viaje estarán siempre asociados a ti... El paseo en barco...
creo que es la única foto en la que salimos juntos... y los dos sonreímos, cosa rara en mí, sonreír... Aquella tromba de agua en la ciudad de la selva, en Palenque, que nos empapó completamente, y el calor, pesado, vegetal, que revelaba demasiadas cosas... pero desde luego más de las que debería... pero como toda adolescente preciosa y que es consciente de serlo, tampoco le dabas demasiada importancia a que yo te mirase embobado...

sábado, 16 de junio de 2012

¿QUÉ CULPA TENGO YO?

Momentos congelados en el tiempo de mil pequeños gestos y miradas, unos cuantos sueños inalcanzables, y demasiados silencios rotos...

Os veo así, piel contra piel... y me devoran los celos...

¿Con quién pasas más tiempo? ¿Quién te despierta por las mañanas? ¿Quién duerme contigo la siesta? ¿Quién sabe que estás mal, siempre? ¿Quién te espera fie, cada noche?¿Quién te hace sonreír, y reír? ¿Quién hace el ganso, para animarte?

¿Quién te ama con toda su alma?
No me gusta nada, pero nada nada, que me dejes fuera de tu vida, que cierres la puerta de tu dormitorio, cada vez que él viene... y se queda...

No soporto estar lejos de ti, ni que estés con otro, no me gusta que otro me quite mi sitio, que esté a tu lado, y acaricie tu piel, y tu pelo... y te toque donde yo jamás me atrevería... De todas formas, no le soporto, sabes... Aunque intento que no se me note, y me acerco a él, soporto sus caricias, incluso ronroneo de vez en cuando... Pero lo hago solamente por ti, como siempre...

¿Qué culpa tengo yo, de amarte tanto, desesperadamente, locamente, egoístamente? ¿Qué culpa tengo, pues, de que tú seas humana, y yo tu gato guardián?