lunes, 18 de junio de 2012

PARÍS, LA CIUDAD DE LOS SUEÑOS...


Sí, es cierto, estoy enamorado del aire, de las luces y sombras de la primavera, de cada fragancia y esencia de aquella ciudad... París... siempre París... por fin París...

Posiblemente por no haber vivido en ella, por no haber sufrido los problemas del tráfico, ni la delincuencia o los problemas reales, es una ciudad que me fascina... No toda ella, por supuesto, no los suburbios, ni las zonas marginales, ni las inseguras, que para eso, ya (sobre)vivo en Madrid, y también en Londres y Roma viví durante varios meses...

Me quedo con el París del Quartier Latin, de las pequeñas plazas que te sorprenden en cualquier lugar, de sus pequeños tenderetes llenos de cuadritos, y de postales, de artistas y de encanto de la bohemia... Prefiero algunas zonas, como Montmartre, la iglesia del Sacré Coeur, espectacular, que aparece como un merengue gigante, coronando un larguísimo tramo de escaleras...

Por su espectacularidad, me encanta pasear, despacito o en barco, por las orillas del Sena, ver todos aquellos edificios señoriales, las rejas, los puentes, y la pequeña Estatua de la Libertad... Pero si hay un lugar mágico, es la zancuda, patilarga, inmensa, rimbombante, grácil, etérea, increíble, espectacular, hermosa, acogedora... TOUR EIFFEL... ¿quién si no?

Siempre que visito la ciudad, le rindo homenaje, a sus pies mi abuelo nos compró una paloma de plástico con un pequeño motor que funcionaba dándole cuerda a un pequeño motor de gomas, y nos enseñó a volarla... Y allí comimos también aquella impresionante crêpe de chocolate, que terminó en buena parte sobre nuestros impermeables mientras nos reíamos felices... También recuerdo la breve escala que hicimos en la Ciudad de la Luz durante el viaje de paso del ecuador mientras mi hermana y yo estudiábamos en la facultad... O la escapada relámpago para ver una exposición sobre Egipto en el Louvre, con la larga noche que pasamos sin poder dormir mi hermana y mi padre, porque teníamos de compañero de viaje en el compartimento a un vecino que roncaba incluso más fuerte que el propio sonido del tren nocturno...
Mas a cada viaje, creo que han sido cuatro, son menos las personas que han vuelto conmigo, y cuando acudamos a la cita con el otoño, y sus galas, solo estaremos ella… y yo...
El París que me gusta, es el de las luces, las etéreas vidrieras de Les Invalides, la Mona Lisa sonriendo en el Louvre, la pétrea seriedad del Arco del Triunfo... Y el dedo acusador del Obelisco, extraño, ajeno a todo, que nos contempla altivo... Y las torres, y el rosetón, y la antigua magia de la catedral de Notre Dame, gran señora... Son demasiadas cosas hermosas por ver: el Museo Quai D´Orsay, l´Orangerie, el Pensador de Rodin, el Centre Pompidou, y muy cerca... Versalles... la luz, los jardines...

París, ciudad de mis sueños, donde viven, entre otros miles, algunos buenos amigos, a los que hecho intensamente de menos, sigue siendo, para mí, la ciudad de los sueños...

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