viernes, 2 de noviembre de 2012

SEXO TELEFÓNICO...

¿Sabes, princesa? Desde que hablamos la otra noche del sexo telefónico, tengo un grave problema: no puedo quitarme la idea de la cabeza… Me basta con cerrar los ojos, para imaginar toda la secuencia. Es cierto, es un tema del que no habíamos hablado antes, pero llevo deseándote mucho tiempo… Cuando hablamos, siempre miro tus fotos; ya te dije que me había descargado algunas de ellas del Facebook, y las tengo en una carpeta de mi ordenador. Pero antes las miraba como lo haría un amigo. Ahora… bueno, digamos que me dan muy malas ideas…
Me encantaría hacer el amor contigo, es algo que deseo desde hace ya mucho tiempo. Me temo que de momento deberá esperar… Sobre todo porque ni siquiera nos hemos visto, ni siquiera estamos en la misma ciudad.  Pero eso no importa para el sexo telefónico, ¿verdad? Lo que cuenta es la imaginación, como muy bien dijiste… Y el deseo…
Habría que cambiar el escenario.  En la realidad, te imagino en tu pequeña cama de noventa, escucho el ronroneo de un calefactor de aire, para que no pases frío, y desnuda bajo las sábanas, mientras hablas conmigo… y empiezas a tocarte… y nuestras voces se convierten en una nueva forma de intimidad. Ya han sonado las campanadas de la medianoche, te he mandado un mensaje, luego te llamo, ponemos el manos libres, y empieza el juego. Yo también estoy en mi cama de noventa, desnudo… y pensando en ti…
Y te hablo…
Imagínate que ya no estamos en Madrid ni en tu ciudad. Ya no es importante para nosotros la distancia… Porque con la imaginación hemos viajado hasta otro lugar, Roma, tu ciudad favorita, que yo conozco tan bien. Hemos pasado el día entero caminando, haciendo un poco de turismo, y visitando algunas de las tiendas más exclusivas de aquella hermosa ciudad. Te has comprado un par de trajes de chaqueta elegantes, y un vestido rojo… Yo, más conservador, me he comprado varias corbatas, y un par de camisas… Hemos cenado en “Via Dalma”, una pequeña pizzería cerca de nuestro hotel (ensalada de tomate y mozzarela con hierbas de Provenza, una “pizza della casa”,  compartido una botella de Lambrusco helado), y regresado al Hotel… Es un hotel pequeño, familiar, pero ubicado en pleno centro: desde nuestra ventana en la tercera planta, se ven las escaleras de la Piazza Navona. Nos asomamos al balcón, mientras bebemos una copa de cava helado.
¿Te lo imaginas, princesa? Es la noche perfecta, en la ciudad perfecta, sobre todo porque estamos juntos… Estás muy hermosa con un vestido negro con un corpiño que se ciñe a tu figura como una segunda piel. Llevabas unos zapatos con algo de tacón, pero te los has quitado al entrar en la habitación. Yo estoy vestido con un traje de chaqueta, aunque hace tiempo que la he dejado sobre el respaldo de una silla. Porque lo único que me importa eres tú. Tenemos una habitación grande, incluyendo una chimenea, en la que late un hermoso fuego… Y en el cuarto de baño nos espera una gran bañera de estilo antiguo, de esas con garras de león, en la que te he preparado un baño de espuma aromática. Ya está todo listo. Cierras las hojas del balcón, y me besas. ¡Dios, qué besos los tuyos! Siempre me dejas sin respiración…
Entras en la habitación, llevándome de la mano, y te detienes junto a la cama. “¿Me ayudas con el corpiño? Es que sola no puedo…”, me dices, con ese tono de voz mimosa que tanto me gusta. Mis manos tardan un poco en dar con el cierre, pero al final lo consigo. Con un movimiento felino y elegante, consigues que el vestido se deslice suavemente por tu espalda, y dejas que caiga en leve movimiento hasta tus pies. Yo, tan ordenado como siempre, lo recojo y lo dejo sobre el brazo del sillón…
Y te veo, semi desnuda, con tu conjunto de lencería negra, con una pequeña culotte. “Me parece injusto que yo esté ya casi desnuda, y que tú lleves encima tanta ropa…”, me dices, al mismo tiempo que empiezas a deshacer lentamente el nudo de mi corbata, y con manos expertas, te encargas de mi camisa. Hace calor en la habitación. ¿O será que me excita verte así, tan vulnerable? Los pantalones y la camisa terminan tirados por el suelo, de cualquier manera. porque tengo cosas mejores que hacer que pensar en ellos… Llevo unos bóxer de la rana Gustavo, regalo de nuestra primera cita, que muestran una enorme erección. Estoy listo para ti.  Me tomas de la mano, y juntos vamos hacia la puerta del cuarto de baño…
“¿Me ayudas a desnudarme?”, me dices. Y yo lo hago, con manos un poco temblorosas, no acierto a deshacer el corchete del sujetador, y tú te ríes… Te apoyas levemente en la bañera, mientras que yo me arrodillo a tus pies, y te quito lentamente la culotte. Estás desnuda, y vulnerable, delante de mí. Me levanto… y te beso… muy suavemente en los labios… Te abrazo, como si deseara incrustar mi cuerpo en el tuyo, hacer coincidan todas nuestras curvas. Pero tú deshaces el beso, te separas de mí, y nos metemos en la bañera…
¿Lo imaginas? ¿Puedes sentir el agua cálida, de la inmensa bañera? ¿Sientes la espuma sobre tu piel? ¿El calor, que se va apoderando lentamente de ti? Porque yo sí lo noto… Es excitante… Yo me siento lentamente, el calor va subiendo por mis piernas, llega hasta mis testículos, se apodera de mi sexo… Y tú te sientas frente a mí… El agua no llega a cubrir tus hermosos, pequeños y respingones senos, que nunca me han parecido más deseables, que levemente cubiertos por la espuma. Me acerco a ti. Con las manos desnudas, empiezo a lavarte muy dulcemente… La cara, los hombros, tus pechos… Te levantas unos segundos, para que mis manos alcancen tus caderas, tu sexo… No puedo resistir la tentación, y te beso, recorriendo fugazmente tus labios mayores, y me detengo sobre tu monte de Venus,  completamente depilado… “Mejor que dejes algo para luego…”, me dices, al mismo tiempo que me tiras un poco de espuma a la cara, y te hundes suavemente en el baño de espuma, y te acercas a mí, sonriendo… Con tus manos me lavas la cara, los hombros, los brazos, deteniéndote un poco en mis tatuajes… “Levántate”, me dices, y te hago caso… Y me lavas el pene, los testículos, las piernas… Estamos los dos solos, en la bañera, a gusto. Pero tenemos cosas mejores que hacer que quedarnos allí, ¿verdad? Pones en marcha la ducha, y nos quitamos mutuamente el jabón… Y salimos de la bañera… Y allí, mientras te seco con la gran toalla de algodón, paseo la mirada por tu menudo cuerpo…
¿Puedes sentirlo, princesa?¿Notas mi mirada? ¿Notas mis manos sobre tu cuerpo? Te atraigo hacia mí, y te beso… Tu aliento afrutado, mezcla de Lambrusco, de cava y de un no sé qué misterioso se desliza por mi garganta. Nunca te he visto más hermosa que en ese momento, iluminada por la miríada de velas del cuarto de baño y de la habitación. Un último trago de cava, compartiendo copa, y llegamos a la cama. Te tumbas en ella… Sobre las sábanas de algodón azul claro, tu cuerpo de diosa adolescente está allí. Esperándome. La cama es grande, pero a nosotros nos bastará con un espacio muy pequeño. Me quedo unos momentos mirándote. Me siento a tu lado, y tú, juguetona, abres el cajón de la mesilla de noche, y sacas un par de “roll on” de la marca Durex… Y comienza el juego…
Primero marcas sobre tu pierna izquierda un leve trazo, desde el tobillo hasta la rodilla. Y yo, obediente, me inclino sobre ti. ¿Notas el frescor del gel? ¿Notas mi lengua siguiendo el sinuoso trazo? Porque yo sí lo noto. Subo por tu pierna, con el sabor de la fresa, trazando un leve rastro sobre tu piel… Y yo, goloso, te voy dejando limpia, muy suavemente, aunque me detengo un poco para lamer el jugo en la cara interna de tu rodilla, uno de tus puntos eróticos… Y gimes, muy bajito. Me quedo con ganas de seguir lamiéndote, hasta alcanzar tu sonrosado sexo, pero respeto las normas.
Hace calor en la habitación. Ahora es mi turno. Y trazo un rumbo desde mi tobillo izquierdo hasta la cara interna de mi rodilla. Como a ti te gusta más, estoy completamente depilado…Te levantas un poquito, y como una gata golosa, empiezas a lamerme… ¿Notas el sabor a piña colada en tus papilas?¿Notas la tersura de mi piel, y cómo se desliza suavemente bajo tu lengua? Porque yo sí lo noto. Y me excita. Me haces cosquillas con la punta de la lengua, con tus labios, y me estremezco. Como una alumna aplicada, terminas el recorrido. 
Es tu turno de jugar a los maestros. Y te tumbas de nuevo a mi lado, marcando  un nuevo rumbo sobre tu piel… Directamente alrededor de tus labios mayores, sobre el clítoris, en la superficie de tu sexo, tan acogedor y sonrosado. Yo me levanto, me agacho entre tus piernas. Y comienzo a lamerte. ¿Notas mi lengua?¿Notas mis labios recorriendo el camino trazado? Voy muy lentamente, subiendo hacia mi objetivo… Tu vulva se yergue ante mí, es lo único que existe. Y mi única finalidad es darte placer… ¿Notas cómo voy jugando, con mi lengua, trazando el recorrido del deseo?¿Notas como la punta de mi lengua se introduce entre tus labios, dándote placer? ¿Notas el leve roce de mi nariz sobre tus ingles?
Y te imagino, al otro lado del teléfono, acariciándote, quizás con un pequeño jadeo. Tú eres el ama, yo tu esclavo. Poco a poco, te vas calentando más. Los movimientos circulares de tus manos se van haciendo un poco más rápidos, mientras que yo te voy lamiendo, en la distancia, y acaricio. Los mundos se mezclan… Estamos a la vez en Roma, en nuestra habitación de hotel iluminada por las velas, y en tu habitación de soltera, bajo un par de mantas, y yo, refugiado en la mía. El calor se va apoderando de ti. Gimes, muy suavemente, en mi oído… “Para….Para…”, me dices entre jadeos. Noto que estás a punto de tener un orgasmo, igual que yo… Círculos de energía recorren tu cuerpo… Y yo te sigo lamiendo, introduciendo mi lengua entre los pliegues de tu vulva… Mientras tú sigues acariciándote… Y gimes en mi oído, pero con poca fuerza… Con las manos, apartas mi cabeza de tu sexo… pero ya es demasiado tarde, mi lengua y mis dedos han conseguido su objetivo… Te dejo descansar unos instantes… Y gimes entrecortadamente… Quizás sería el momento adecuado para penetrarte… Pero prefiero continuar el juego…
Tomo mi “roll on”, y te marco un nuevo objetivo. La cicatriz de la apendicitis, y mi ombligo. Al principio, te sorprendes, pero tus labios emprenden el camino. Me estremezco al notar la punta de tu lengua sobre la cicatriz…La piel está mucho más sensible después de la operación, es como si mil terminaciones nerviosas se activasen a la vez… Una corriente eléctrica me recorre…y me excita… Y gimo. ¿Escuchas mis gemidos?¿Notas como mi respiración se acelera? Y pongo las manos sobre tu nuca… no quiero que termine ese contacto… Mi pene se yergue, desafiante… Y me acaricio mientras mi mano traza el recorrido de tu lengua… Me gustaría que me hicieras un francés, pero prefiero guardar fuerzas para luego…
Es tu turno de jugar, mientras yo voy recuperando fuerzas, tú trazas un nuevo rumbo, que va desde el valle entre tus pechos de ninfa descarada hasta tu brazo derecho… Y yo te sigo… Estoy entre tus piernas… ¿Notas el peso de mi pecho sobre tu sexo? Me encantaría penetrarte ahora, pero tenemos que seguir el juego… ¿Notas mi lengua, acariciándote? ¿Notas mis labios, sobre tus pequeños pechos? ¿Te estás acariciando, muy lentamente, mientras te hablo al oído? Escucho tus leves jadeos… ¿Lo sientes? Ya estoy lamiendo tus pezones… Juego con ellos, como si fuera un caramelo, saboreándolos intensamente, incluso te doy un pequeño mordisquito… ¿Notas mis dientes? Lo notas… y gimes en mi oído… Muy suavemente, tu respiración se acelera… Y una pequeña oleada de placer recorre tu menudo cuerpo… Mi lengua se desplaza suavemente hacia tu brazo derecho… Ya estoy por completo sobre ti… ¿Notas el peso de  mi cuerpo? ¿Notas la punta de  mi pene palpitando de deseo sobre tu vulva? Sería tan fácil penetrarte ahora, princesa… Pero todavía no ha llegado el momento…
Es mi turno de jugar… Me tumbo a tu lado… Y trazo un nuevo rumbo sobre mi cuerpo… Desde la tetilla izquierda hasta mi oreja derecha… Cambiamos de posición en la gran cama del hotel… Te has tumbado sobre mí… Noto el peso de tu cuerpo… Tu lengua, caprichosa, sigue el rumbo trazado… Y me estremezco… Mis dedos marcan el recorrido, imagino el tacto de tu lengua, de tus labios… y me estremezco de nuevo… Estoy solo en mi cama de soltero, pero puedo sentirte… Mi pene empieza a palpitar dolorosamente… El orgasmo tanto tiempo retenido empieza a dolerme… Dejo de acariciarme un momento… Mientras jadeo… ¿Tú también lo sientes, princesa? ¿Tú también te estás acariciando? Porque escucho tus jadeos…
Los dos estamos muy excitados…Nos estamos dejando llevar por el juego… Ya no existe la distancia… Solo tu cuerpo sobre el mío… Lentamente, has ido reptando sobre mi cuerpo… Y me estás besando… Mientras con mano experta me guías entre tus labios mayores… Y te dejas resbalar suavemente… Y con la misma suavidad, me voy deslizando dentro de ti… Estás perfectamente lubricada… ¿Me notas, entrando lentamente dentro de ti? Porque yo puedo verte perfectamente, sentir el peso de tu cuerpo, mientras me sigo acariciando…
Nuestros cuerpos se amoldan perfectamente… ¿Notas como mi pene se abre camino, distendiendo levemente los músculos de tu vagina? ¿Notas la presión de mi miembro, mientras empiezas a cabalgarme? Eres una experta amazona… Mis dedos se cierran sobre mi pene… Mientras te imagino… Empiezas a moverte suavemente… El movimiento me excita más… Te escucho gemir al otro lado del teléfono… Siento tus labios sobre los míos, mientras me cabalgas como experta amazona…Dentro, fuera, la contradanza… Sé que podría correrme ahora, noto oleadas de placer desde mi sexo… Pero como soy un poco tradicional, aprovecho uno de tus movimientos para descabalgarte… Al principio, protestas… Pero enseguida, volvemos al juego…
Estoy tumbado encima de ti… Tu sexo palpita furiosamente… Tienes la necesidad de sentirme de nuevo dentro de ti… Y no te voy a decepcionar, pero déjame descansar unos momentos… Te miro con dulzura a los ojos, tus inmensos ojos marrones que se han convertido en todo mi firmamento… Mi boca busca la tuya… Y en el mismo momento en que empiezo a penetrarte, silencio tus jadeos con un beso…
¿Notas como mi pene va entrando suavemente dentro de ti?¿Notas cómo voy entrando, lentamente, centímetro a centímetro, y cómo tu vagina se va cerrando en torno a él? Tus dedos siguen acariciándote, expertos, recorriendo tu sexo, mientras yo te hablo muy suavemente al oído, y pronuncio tu nombre en voz queda… Con mis labios, silencio otro de tus jadeos… ¿Notas el peso de mi cuerpo sobre el tuyo?¿Notas mis manos esparciendo tu melena negra sobre la almohada?¿Notas cómo empiezo a deslizarme lentamente, dentro y fuera de tu cuerpo, hasta el punto de salir casi completamente, para luego volver a entrar? Mis brazos están extendidos a ambos lados de tu cabeza… para no aplastarte con mi peso… Nuestras bocas se buscan… Se suman nuestros jadeos…
El ritmo se acelera lentamente… Pero sigue siendo un placentero tormento… Escucho tus jadeos, esta vez más fuertes, al otro lado del teléfono… La excitación va creciendo en tu interior… Tus dedos trabajan lentamente tu cuerpo, y dos de ellos se introducen en tu vagina… Mientras te imaginas que soy yo… Yo me sigo acariciando, escuchando tu voz, mientras te sigo describiendo lo que hacemos en aquella habitación…
El ritmo se acelera… Escucho tus jadeos… Y me excito… Te imagino debajo de mí… Noto tus labios sobre los míos… Mis dedos conocen el camino… Mi pene empieza a palpitar, dolorosamente… Llega el orgasmo… Tú también estás muy excitada… Jadeas… Escucho tus jadeos… Y todo se funde… Nuestras camas de noventa… La oscuridad… El silencio de la noche… La habitación de Roma… Tu cuerpo… Mi cuerpo… Nuestros cuerpos… Y justo cuando ya no puedo más, te escucho gemir con más fuerza… Ha llegado el momento… No puedo aguantar por más tiempo la tensión… Y noto cómo me corro… Dentro y fuera de ti… Dentro y fuera del espacio y del tiempo…
Alcanzamos el orgasmo a la par… Y eso que dicen que los orgasmos simultáneos no existen… Noto la humedad sobre mis ingles… Y la dejo extenderse… Mientras te escucho retomar lentamente el aliento… Durante unos momentos, tal vez fueran minutos, qué se yo, solo se escucha tu respiración acelerada al otro lado del teléfono… Sé que debería limpiarme, pero no me importa… Porque acabamos de hacer el amor… Por vez primera…
Tu respiración se tranquiliza… Casi puedo verte, dentro de la cama, tapada por un par de mantas, para combatir el frío del otoño… Pero sigo notando tu cuerpo debajo del mío… Y noto como mi pene se va encogiendo… Dejo de acariciarme, y solamente te escucho…
Terminó nuestra primera experiencia de sexo telefónico… Y nunca me he sentido más cerca de ella que en aquella fría noche del mes de noviembre… Porque los dos nos dejamos llevar por el deseo… Y por la imaginación… Y eso es lo único que cuenta… Aunque sigo deseando hacer el amor con ella… Más que nunca…

jueves, 12 de julio de 2012

LOS AMANTES...

Fue todo muy diferente a lo que ambos habían soñado tantas y tantas veces... Lo primero de todo, en el estrecho abrazo, sus bocas se buscaron una y otra vez, con glotonería infinita, intentado recuperar el tiempo perdido, que parecía ser toda su vida hasta aquél momento mágico... Luego, sin aliento, se separaban, para gozar de la presencia del amado, y se miraban a los ojos, todavía sin creer lo que estaban viviendo, en tanto sus manos buscaban con avidez el tacto del cuerpo del otro... Entonces, ella le tomó de la mano, y lo condujo al interior del dormitorio...

Las ropas de ambos quedaron esparcidas por la estancia, en tanto sus manos, febriles, ansiosas, recorrían el cuerpo del otro... Ismael sonrió... Los amantes se encontraron sobre la cama de frescas sábanas de lino, sin apenas darse cuenta... Y entonces, el sueño, imposible, de toda su vida, se hizo realidad...

Las manos de Ismael fueron recorriendo, sabias y diligentes, el cuerpo de la mujer, con dedicación y suavidad extremas, al igual que el jardinero acaricia la más bella rosa de su jardín... Las palabras sobraban...

Claudia, que creía conocer lo que era un hombre a través de la relación que había tenido durante aquellos años con su marido, se encontró de repente haciendo y sintiendo algo que jamás habría creído que existiera... Se había desdoblado y se observaba incrédula, sin acabar de entender que ella fuera la que estaba viviendo aquellas sensaciones...

Ismael, como el sembrador que trabaja un campo recién arado, preparándolo para la siembra, se afanaba explorando dulcemente las cuevas umbrías de su cuerpo... Oleadas rítmicas de un placer infinito iban acometiendo su vientre cada vez con más exigencia, un horizonte de arpegios mágicos y una sinfonía de colores nuevos se iban abriendo ante los ojos de su alma, y creyó que iba a morir...

Ella fue consciente de que sus manos sujetaban la cintura del amado, y de que sus dedos se clavaban en ella, atrayéndolo con fuerza... Súbitamente, la estancia se inundó de luz, el río de su amor se desbordó y el momento mágico, tanto tiempo deseado, pareció suspenderse en el tiempo...

Los ojos de la mujer estaban arrasados en lágrimas, entremezcladas de amor y de gratitud... En aquel instante pensó que valía la pena haber nacido... que si aquella dicha se prolongaba en la eternidad, ya conocía el cielo en la tierra... y que poco o nada le importaba lo que sucediera el día de mañana... Luego la invadió un llanto agradecido y convulso, y al mismo tiempo que lo besaba con infinita ternura, sus labios repitieron una y otra vez el nombre de su amado...

lunes, 18 de junio de 2012

EN MEDIO DE UN "TE QUIERO"...

La lluvia cae lentamente sobre mí, tan fría, enjuagando las postreras lágrimas, amargas, de mi soledad, a la vez muda y sonora... No sé cuanto tiempo llevo paseando, triste, por las calles de Madrid, en una tarde, gris, de agonizante otoño, y los árboles, desnudos, muestran a la muerte sus mejores galas... con algunas hojas, rojas, en la punta de las ramas...


El Retiro es el escenario de mis soledades, de mis paseos por senderos olvidados, de fugaces encuentros con las últimas ardillas, y con los córvidos, y las palomas, y gorriones... Con tanto tiempo haciéndonos compañía, tantos meses de repetir el mismo itinerario que hice contigo, ya me conocen, aceptando mi presencia en el bosque secreto, y amante...


¿Cuántas veces repetiré el mismo trayecto, en el mismo autobús apestoso y atestado, para comulgar con aquella masa de gente, que sube en mi parada a las tres y cuarto? De tantas veces, el mismo conductor, tan serio con los demás, me saluda amablemente con la cabeza, y me sigue con la mirada, y no arranca hasta que no me he sentado...


Y me bajo a la misma hora, en el mismo sitio, en la Plaza de la Independencia, y noto que él, tan callado, me sigue con la mirada hasta que, bordeando un breve trecho la verja, encuentro,como siempre, el acceso... Y entonces, me vuelvo, le sonrío, y él arranca el autobús, cuyo motor parece gemir un "hasta mañana"... y se va, repartiendo humanos, por toda la ciudad...

Es un paseo melancólico, preñado de recuerdos, tristeza y soledad, el que emprendo cada tarde, vestida con ropa sobria, pues gris negro y blanco se han convertido en mis únicos compañeros, y no quiero saber ya nada de rosas, fucsias, rojos, verdes, azules... ni de cualquier otro tono que me pueda recordar la vida que me fue arrebatada, y por la que jamás obtendré venganza... Nunca...

Pues de nada me sirve compartir el dolor, la ira, el odio, la tristeza y la rabia con las otras personas que al principio, sí venían a este extraño lugar, el Bosque de los Ausentes, y que en verdad parece un cementerio, en contraste con la Rosaleda... Y aunque todos llorábamos, el dolor no es una cosa que se reparta o exprese por igual... Y de todas formas, todos íbamos, todos seguíamos viajando en ese tren...

Tú ni siquiera tenías que haber cogido el cercanías, aquella mañana del once de marzo, jueves de sangre, te quedaste a jugar con la play en casa de tu hermano, y cogiste aquél tren para ir a trabajar, y me llamaste, entrando casi en la Estación de Atocha... a salvo...

Y tu voz se quebró en medio de un "te quiero"... 

Y no me hizo falta saber nada más, pues lo sentí, aquél helor esparciéndose desde mi corazón...

Como tantas otras personas, una voz amable
me dijo por teléfono lo que le había pasado a mi marido... y del resto, no me acuerdo, tantas personas dándose el pésame, llorando, tanto dolor acumulado bajo las carpas, en las gradas, tantos voluntarios con buenas intenciones, tantos políticos pululando en medio de sus escoltas,
tantas lágrimas, a la vez reprimidas y empujadas...

Y llegó y pasó la gran manifestación del día doce, 
a la que asistimos muchos familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo, de gimnasio... Y entre tanta gente, de esos millones de vivos, también caminaron ciento noventa y dos muertos... Lo sé porque te sentí a mi lado, amor mío, tu beso... Y hoy, como cada tarde, deposito una rosa roja, al pié de tu ciprés... en el Bosque de los Ausentes...


LA CANCIÓN DE LA LLUVIA...

Cada vez que piensas en mí... lo siento... Aquella vieja energía que recorre mi cuerpo... Los viejos y locos sueños de la infancia... Cuando todo era mucho más sencillo...

Tantas mañanas ansiando la lluvia, para sentir su frescor en el cuerpo, que pegase mi camisa blanca de uniforme, y formase una segunda piel mojada... Solo para sentirme mucho más viva, especial... por nacer desde dentro...

Ahora soy demasiado mayor para esas cosas, lo hice un par de veces... y me miraron mal... con mi larga melena negra, y la blusa blanca, y aquél sujetador negro que tanto te gusta... trasparentándose bajo la tormenta... Mientras yo me reía del mundo, de todos los demás peatones que buscaban refugio bajo los porches o en las marquesinas de los autobuses... Hacía mucho tiempo que no me sentía tan insultantemente libre...

Recibir el beso de la lluvia, sus húmedos secretos, es recuperar la inocencia de otros tiempos...
La última vez que nos pilló la tormenta, terminamos empapados, corrimos a tu casa, y bajo la ducha caliente enlazamos los cuerpos, y la cama fue nuestro campo de batalla...

Por eso, ahora, cuando llueve con fuerza , te recuerdo, te añoro, te echo de menos, y siento que tus manos me recorren, desvelando secretos de amantes...

PARÍS, LA CIUDAD DE LOS SUEÑOS...


Sí, es cierto, estoy enamorado del aire, de las luces y sombras de la primavera, de cada fragancia y esencia de aquella ciudad... París... siempre París... por fin París...

Posiblemente por no haber vivido en ella, por no haber sufrido los problemas del tráfico, ni la delincuencia o los problemas reales, es una ciudad que me fascina... No toda ella, por supuesto, no los suburbios, ni las zonas marginales, ni las inseguras, que para eso, ya (sobre)vivo en Madrid, y también en Londres y Roma viví durante varios meses...

Me quedo con el París del Quartier Latin, de las pequeñas plazas que te sorprenden en cualquier lugar, de sus pequeños tenderetes llenos de cuadritos, y de postales, de artistas y de encanto de la bohemia... Prefiero algunas zonas, como Montmartre, la iglesia del Sacré Coeur, espectacular, que aparece como un merengue gigante, coronando un larguísimo tramo de escaleras...

Por su espectacularidad, me encanta pasear, despacito o en barco, por las orillas del Sena, ver todos aquellos edificios señoriales, las rejas, los puentes, y la pequeña Estatua de la Libertad... Pero si hay un lugar mágico, es la zancuda, patilarga, inmensa, rimbombante, grácil, etérea, increíble, espectacular, hermosa, acogedora... TOUR EIFFEL... ¿quién si no?

Siempre que visito la ciudad, le rindo homenaje, a sus pies mi abuelo nos compró una paloma de plástico con un pequeño motor que funcionaba dándole cuerda a un pequeño motor de gomas, y nos enseñó a volarla... Y allí comimos también aquella impresionante crêpe de chocolate, que terminó en buena parte sobre nuestros impermeables mientras nos reíamos felices... También recuerdo la breve escala que hicimos en la Ciudad de la Luz durante el viaje de paso del ecuador mientras mi hermana y yo estudiábamos en la facultad... O la escapada relámpago para ver una exposición sobre Egipto en el Louvre, con la larga noche que pasamos sin poder dormir mi hermana y mi padre, porque teníamos de compañero de viaje en el compartimento a un vecino que roncaba incluso más fuerte que el propio sonido del tren nocturno...
Mas a cada viaje, creo que han sido cuatro, son menos las personas que han vuelto conmigo, y cuando acudamos a la cita con el otoño, y sus galas, solo estaremos ella… y yo...
El París que me gusta, es el de las luces, las etéreas vidrieras de Les Invalides, la Mona Lisa sonriendo en el Louvre, la pétrea seriedad del Arco del Triunfo... Y el dedo acusador del Obelisco, extraño, ajeno a todo, que nos contempla altivo... Y las torres, y el rosetón, y la antigua magia de la catedral de Notre Dame, gran señora... Son demasiadas cosas hermosas por ver: el Museo Quai D´Orsay, l´Orangerie, el Pensador de Rodin, el Centre Pompidou, y muy cerca... Versalles... la luz, los jardines...

París, ciudad de mis sueños, donde viven, entre otros miles, algunos buenos amigos, a los que hecho intensamente de menos, sigue siendo, para mí, la ciudad de los sueños...

QUINCE DÍAS EN MÉJICO... A SU LADO...


Al final del camino, perdida en la memoria, espejismo de un futuro imposible por nacer muerto, recuerdo mezclado de quince mañanas y tardes, tu voz, dulce y suave como la pulpa del melocotón, me llama... me incita... me insufla cantos de sirena... y me lleva a imaginar que no hubo un brusco final para aquel viaje, para aquellos sentimientos...que jamás tuvieron la ocasión de madurar...

No tiene sentido, es cierto, torturarse por aquello, por lo que directamente no fue, ni podía ser, ni fue... Son demasiadas las imágenes que inundan mi ser, al menos esta noche, como para no darles salida, una especie de exorcismo voluntario del olvido... Hace tantos años de aquello, y sin embargo... Sin embargo, he vuelto a mirar las viejas fotos, a viajar mas allá del tiempo hacia los recuerdos...

Gran experto en enamorarme del amor mismo, no pude resistirme a tu melena cobriza, salvaje, a tus profundos ojos negros, ni a los hoyuelos, que decoraban tu sonrisa de niña mala, traviesa, de mujer-niña, o tal vez de niña-mujer, o de diosa... Yo iba a cumplir los dieciocho, y tú, Gacela, no tendrías ni dieciséis, y en aquél viaje a Méjico, estar contigo fue lo más cercano de conocer el cielo...

¡Qué inocente era, y qué imbécil, sigo siendo! Cuando me comentaron que los amigos de mi madre viajarían con sus dos hijas, no presté atención... Pero cuando te vi en el aeropuerto, y nos besamos, en las mejillas es cierto, pero con aquella complicidad de ser los hermanos mayores, pensé que Dios existía, que era muy bueno... por haber puesto en mi camino aquella Diosa... aunque fuera para adorarte desde lejos, en silencio, y atesorar cada momento a tu lado... Fueron quince días juntos, haciendo turismo por Méjico, con nuestras tres familias (también viajaba otro matrimonio, amigo de mis padres), descubriendo lugares extraños y maravillosos... a tu lado...

Para mi, siempre tendrás dieciséis años, Gacela... Siempre llevarás unos pantalones blancos y un polo, blanco con rayas azul clarito, en Chichen Itzá... Y te haré fotos a cada descubrimiento, sin que hubiera quejas por tu parte, porque la cámara estaba enamorada de ti... y yo también... Y vestirás bermudas rojos y polo blanco, Lacoste, subida a las ramas de un árbol seco, marcando sombra... Y deslumbrarás al mundo con tu conjunto blanco, comprado en Cancún, a juego con mi camisa, que todavía conservo, leyenda viva en el ropero...

O cuando saliste de la piscina con el bañador bicolor... marcando todas y cada una de las curvas de tu cuerpo de adolescente... Nunca te he visto más seductora que en aquél instante... O los momentos clandestinos en los que me buscabas después de cenar, para fumar a escondidas conmigo, y me mirabas nerviosa por que pudiesen pillarnos tus padres, compartiendo mi cigarrillo...

No concibo recordar Méjico sin ti... sin el pan, de hogaza, empapado en lima, con mantequilla...
Y las cazuelitas de queso fundido con chorizo picante... O el intento de alisar la camisa con vapor en la ducha, mientras estábamos tumbados, vestidos, en la cama... con nuestras hermanas, y contando chismes... casi inundamos el cuarto de baño, y la camisa, fatal, y tú te reías, y sonreías, chapoteando en el agua... mientras nos olvidábamos un poco de todo...  Y nuestro viaje en el barco, hacia Isla Mujeres, cuando tú estabas tumbada en la cubierta, con tu maravilloso biquini, y yo tenía que escoger entre mirar los colores siempre cambiantes del Caribe o seguir recorriendo las curvas de tu pecho con la mirada... y al final, escogí mirarte a ti...

Veinte años cumplidos... Demasiado tiempo... Después del viaje, nos vimos un par de veces, y jamás te dije nada... Entre otras cosas porque te consideraba inalcanzable, como una diosa... Y porque en el viaje de regreso te enamoraste de un chico que era de una categoría social más acorde con la tuya... Me sentí fatal en ese momento, Gacela, sobre todo porque habíamos pasado quince días juntos, y yo no había conseguido ser nada más que el hijo de los amigos de tus padres, y como mucho un amigo circunstacial.

Ya de regreso en Madrid nos vimos un par de veces, en varias ocasiones fui a buscarte a la puerta del colegio para acompañarte a tu casa, con la excusa de enseñarte las fotos del viaje, o para que me dieras algunas de las cintas con tus canciones favoritas, incluso asistí a uno de los conciertos de piano que diste como espectáculo de fin de curso... Pero siempre te consideré más allá de mi alcance, aquél fue mi mayor error... Y escogí convertirte en una Diosa viva, pero distante... en vez de en una realidad... Más allá de aquél viaje, incluso me parecía dificil mirarte sin recordar cómo te quedaba el bikini, o el bañador, lo que no era demasiado compatible con verte con el uniforme del colegio...

No se puede separar lo que nunca ha estado unido, no vale la pena recorrer otra vez los senderos, imposibles, de la memoria remota... pero lo hago... y me despido de ti por ahora, Gacela, con tu sonrisa en los labios... y el beso que nunca te dí aleteando en el limbo de los recuerdos imposibles...

Y mis momentos más felices de aquél viaje estarán siempre asociados a ti... El paseo en barco...
creo que es la única foto en la que salimos juntos... y los dos sonreímos, cosa rara en mí, sonreír... Aquella tromba de agua en la ciudad de la selva, en Palenque, que nos empapó completamente, y el calor, pesado, vegetal, que revelaba demasiadas cosas... pero desde luego más de las que debería... pero como toda adolescente preciosa y que es consciente de serlo, tampoco le dabas demasiada importancia a que yo te mirase embobado...

sábado, 16 de junio de 2012

¿QUÉ CULPA TENGO YO?

Momentos congelados en el tiempo de mil pequeños gestos y miradas, unos cuantos sueños inalcanzables, y demasiados silencios rotos...

Os veo así, piel contra piel... y me devoran los celos...

¿Con quién pasas más tiempo? ¿Quién te despierta por las mañanas? ¿Quién duerme contigo la siesta? ¿Quién sabe que estás mal, siempre? ¿Quién te espera fie, cada noche?¿Quién te hace sonreír, y reír? ¿Quién hace el ganso, para animarte?

¿Quién te ama con toda su alma?
No me gusta nada, pero nada nada, que me dejes fuera de tu vida, que cierres la puerta de tu dormitorio, cada vez que él viene... y se queda...

No soporto estar lejos de ti, ni que estés con otro, no me gusta que otro me quite mi sitio, que esté a tu lado, y acaricie tu piel, y tu pelo... y te toque donde yo jamás me atrevería... De todas formas, no le soporto, sabes... Aunque intento que no se me note, y me acerco a él, soporto sus caricias, incluso ronroneo de vez en cuando... Pero lo hago solamente por ti, como siempre...

¿Qué culpa tengo yo, de amarte tanto, desesperadamente, locamente, egoístamente? ¿Qué culpa tengo, pues, de que tú seas humana, y yo tu gato guardián?

MEMORIAS DE LA PIEL MOJADA...

El agua cae, lentamente, sobre tu cuerpo de eterna adolescente, y miras, si verlas realmente, las grandes gotas de agua casi hirviendo, que te apasionan, porque ellas te hacen sentir tan viva, mas sobre todo, tan completamente libre, tan diferente...
No puedes concebir, tras un día completo con tus monstruitos, pero también con sus padres, nada mejor que tu ducha, diseñada a medida, en una esquina del baño, con sus chorros de vapor que acarician tu cuerpo como un amante infiel...
Por eso, comienzas a olvidarte de todos los pequeños problemas, de los inconvenientes de vivir en París, de ir en bus o en metro, y muchas veces, el cansancio es tan grande cuando vuelves a casa, que solo te apetece desaparecer en tu cálida tormenta cotidiana... Después de diez minutos, la espalda ya no te duele tanto, y la tensión desaparece de tu espalada, de tu cuello, y empiezas a lavarte, de la punta de la nariz a los pies, tocando, acariciando tu cuerpo,
como si las manos no te pertenecieran, sino a tu amante desconocido... Es cierto, eres una mujer muy femenina, pero también muy sensual, y no puedes concebir la vida sin el amor, la pasión y los sentimientos,
Terminas de ducharte, exponiendo tu cuerpo de eterna reina adolescente, a las ardientes caricias del agua helada, durante tres largos minutos... Por eso, saltas fuera de la ducha, para envolverte con la toalla caliente, hoy blanca, mañana amarilla, y luego, quién sabe... te secas suavemente, placenteramente, es casi una larga caricia íntima, y esa desconocida, que te observa desde el espejo empañado, te hace sentir un poco incómoda...
Tu marido está fuera, como siempre, toda la casa te pertenece, bueno, a ti y al gato, pero ahora estás tan cansada, tan hastiada, que apagas la luz, y vas al dormitorio, retiras la manta, y te deslizas, desnuda, entre las sábanas de algodón blanco, y te duermes...

Después, más tarde, volverás al mundo de los vivos, a las presiones, prepararás algo para cenar, te ocuparás del gato, del marido, de los niños, pero de momento, eres libre, y te olvidas
del mundo entero, sumergida en tu cálido universo, tan caliente, de la infancia...

viernes, 30 de marzo de 2012

DE LO EXQUISITAMENTE IMPERFECTO...


Nunca he creído en la perfección, ni que fuera deseable... Dame un ser perfecto, y tendrás al más aburrido del universo, porque nunca hará nada para intentar mejorarse, ni tan siquiera para permanecer inalterable en el tiempo y el espacio... Enséñame una mujer que, por sus exquisitas curvas y rectas, alcance el rango de Diosa del Olimpo, y yo desvelaré para ti la muestra de mil y una cirugías, composturas, arreglos...

No me gustan las mujeres ni los hombres recauchutados, y por eso, sospecho, recelo, investigo, husmeo, hasta que detrás de tanta capa superpuesta de absoluta y aparente belleza, encuentro demasiadas veces almas muertas, cascarones vacíos carentes de todo interés, salvo el puramente estético... ¿Quién desea despertarse, mes tras mes, año tras año, al lado de una muñeca de plástico, con labios al "botox" y párpados de colágeno planchado?¿Y más aún sabiendo que nada en ella es auténtico, verdadero? ¿Que cuando la conociste, tenía una 85-B... y ahora una 110?

Y lo que es peor... siendo consciente de que por ti, siempre pasará el tiempo... Y que al final, tendrás que someterte, tú también, a los dictados del bisturí... Unas veces, para implantarte pelo, cabello a cabello, en una lucha perdida de antemano contra la gravedad, y contra el tiempo... O teñirte el pelo de color negro ala de cuervo... Otras, para quitarte arrugas, patas de gallo, surcos provocados por la risa... Torturado por monitores sádicos, o gastando enormes cantidades de dinero  Y terminarás siendo tan falso como ella... Y tendrás una cara tan maravillosa que en tu funeral, podrá asumir que de verdad estás muerto... Incluso los pequeños gusanos, mientras devoran lentamente tus restos, tendrán que ir apartando, como en el caso de tu señora, lo natural de lo artificial, lo genuino de lo adulterado...

Por eso, cuando la ví por primera vez, durmiendo tranquilamente en el vagón del Metro, tuve ciertas dudas sobre ella, para mí era perfecta... y lo sigue siendo... Pues nuestras miradas se cruzaron al entrar en la estación, y pisamos juntos el andén... Allí, nuestros caminos se separaron durante un tiempo... Media hora, más o menos, pues tú eras la nueva compañera de quien me habían hablado, que se incorporaba desde la sucursal en La Moraleja...

Y yo me sentía confuso, intimidado, a pesar de tu cordialidad, de tu buen carácter, de tu hermosura, del interés que ponías en aprender las peculiaridades del centro, del trabajo... Pero yo seguía estando inquieto, porque tú encarnabas perfectamente mi ideal de mujer: morena, ojos negros, pelo largo, labios turgentes, nariz pequeña, una noventa de pecho, piernas largas y torneadas...

Eras casi demasiado perfecta para ser real... o al menos, recomendable... Por eso, hasta que no pasaron dos semanas, y no viniste al trabajo con una blusa un poco escotada, y te inclinaste sobre mí, no pude ver el dulce secreto que escondían tus senos... Pues allí, justo en el limbo entre la copa y tu níveo pecho izquierdo, asomaba un lunar negro... Y yo me quedé prendado de él... pues en ti, era el detalle exquisitamente imperfecto que, sacándote del Olimpo de las diosas, te volvía perfectamente humana... Y no pude evitar que mis labios se fruncieran en una gran sonrisa...

POR UN PUÑADO DE CARTAS...


Esta noche he soñado... que no me amabas... Y me desperté temblando, y llorando a la vez, de soledad, y te busqué, al otro lado de la cama... pero no estabas... Sueño o realidad, en el fondo, nada más importa... Cuando se trata de sentimientos, de pasión y de amor... En silencio, caminé hacia el corazón de la noche, por la casa desierta, buscándode... y allí estabas... llorando, en la cocina, y tus lágrimas caían en la taza, enfriando la mezcla de tila, mejorama, menta y poleo... Te miro, en silencio, desde la puerta del comedor... Tienes la cabeza gacha...

Y sobre la mesa, estaban aquellas cartas... que jamás tendrías que haber descubierto, puesto que me las escribió otra mujer, mi gran amor, perdido, imposible, y no por ello, menos valioso... Siempre las guarbada en el mismo sitio, en el archivador de la Renta, y muchas tardes, las releía... Era una manera de sentirla más cerca, de imaginar incluso su presencia, su respiración, tan suave, que ni siquiera movería la más liviana de las plumas de una paloma... y de recrear sus besos... de aquella otra mujer, que alimentaba mi alma...

Tengo ganas de abrazarte, de besarte, y tocarte, para que sepas que estoy aquí, contigo... pero no hago nada... Simplemente, me quedo quieto...

¿Cómo explicarte que mi corazón siempre ha sido demasiado grande, para que tú pudieras llenarlo, con tus ausencias, y tus presencias? ¿Cómo decirte que siempre te he sido fiel, que ni siquiera nos hemos besado?¿Que solamente a vosotras dos os he entregado mi corazón y mi alma?

Y, sin embargo, allí están las cartas... Lo sé, tendría que haberlas destruído hace tiempo, pero nunca encontraba el momento, la ocasión, ni las fuerzas... Las he guardado por nostalgia, y al mismo tiempo, quizás para que tú las encontraras, en algún momento, durante alguna de tus posesivas búsquedas, en pos de aquella rival desconocida, cuyos rastros te empeñabas en notar en mi ropa, en mi corazón, o en los pequeños detalles que nos dan la vida...

Seguro que incluso tenías una lista de candidatas, entre mis compañeras de trabajo, algunas vecinas, compañeras de gimnasio, de estudios... Y por eso, por empeñarte en buscar tan lejos, ni siquiera la viste, aunque tantas pistas apuntaban hacia ella... Las veces que nos íbamos juntos de paseo, al Retiro, al Juan Carlos 1º... Cuando nos acompañaba al cine o al teatro... Durante las vacaciones de verano, en Asturias... En Nochevieja... En las fiestas de cumpleaños...

Dicen que el roce hace el cariño... y supongo que tienen razón, porque eso es precisamente lo que nos ha pasado... a los dos... y así me enamoré también de ella... de tu hermana pequeña... Y ahora, me siento mal, puesto que seguramente te empeñarás en re-escribir toda tu vida, conmigo... en poner en duda mis sentimientos, mi amor por ti... y también querrás sospechar de cada momento que he pasado con ella, a solas... Sé que es muy difícil admitirlo... por eso te dejo sola... llorando... con el triste puñado de cartas...

Porque tampoco me atrevo a decirte que, por el amor que los dos sentíamos hacia ti, hemos sacrificado nuestros sentimientos, nuestros sueños... Que, amándonos con locura, jamás nos hemos amado realmente, para no traicionarte... Y que, por no sufrir viéndonos juntos, ella decidió irse... Pero, de todas formas, yo no podía seguir así, por más tiempo...
 
Y por eso, me vuelvo a la cama, y te dejo a solas, releyendo aquellas cartas, cuyas palabras recuerdo de memoria, y en las que me sentí amado... por una mujer que, de alguna forma, era una prolongación de ti misma... 

Puesto que, no en vano... mi gran amor ha sido siempre... tu hermana...
 

LA ESCAPADA DEL QUINCE DE MAYO

¿Quién puede juzgarles, cuando solamente han perseguido un sueño? ¿Acaso tú puedes realmente, después de tantos días, horas, semanas y meses... después de tantos sentimientos descubiertos, en lo más profundo de sus corazones, y que de repente han subido a la superficie, de un día para otro... acaso puedes tú sentirte moralmente superior, y condenarles?


Es cierto que al principio, todo fue una historia de amor virtual, nacida en la red, a través de una amiga, por lo tanto, hija del azar... y quien sabe, si del destino... ¿Dos almas antiguas que se vuelven a encontrar? Creo que es la única explicación válida, sin importar que decenas de películas, miles de canciones, y quién sabe cuántos libros o poemas, puedan servir de pretexto... Pero también para estos dos amantes, como tantos otros anteriormente, y otros muchos después, sólo existen sus sentimientos, el hecho de descubrir tantas cosas en común, que les parece imposible no haberse encontrado antes, hasta aquél periodo en el que la vida no les ofrece, por desgracia, otro camino que el de permanecer fieles: a su familia, a los convencionalismos, a las comodidades, a sus parejas, a sus amores, a sus deberes... y a todas las pequeñas cosas que forman la rutina...


Sin embargo, en su imaginación, ellos son libres... y también, en la web...Es cierto, él es más viejo que ella, seis años nada más, y trabaja en un centro para niños especiales: con enormes cantidades de amor, de juegos, de actividades al aire libre, consigue, muchas veces, devolverles las ganas de vivir... Los niños proceden, casi todos, de familias destruídas, en las cuales la violencia, el sufrimiento, la desesperación, han sembrado de tristeza su vida, borrándoles, para siempre, la sonrisa... Él está casado, tiene una hija de veinte años, una casa medio pagada, y una mujer a quien no está muy seguro de seguir amando... Se llama Valentín, vive en Toledo, y nació un catorce de febrero, una explicación más que suficiente para su carácter tan especial, una peligrosa mezcla de pragmatismo... y de romanticismo...

Ella se llama Valentina... y también por casualidad, ha nacido un catorce de febrero... Trabaja en París, en una oficina que es a su vez una filial de la BNP, en el departamento jurídico... Valentina dedica por lo tanto, casi toda su jornada al estudio de ficheros, informes, facturas, exponiéndose al mismo tiempo a mil tristezas y desesperaciones... Cuando sale de la oficina y vuelve a casa que comparte con su marido (un prestigioso cirujano... pero un esposo y un amigo mediocre) y con su gato. Su hino, Adrián, está terminando el instituto en Suiza...

En efecto, son tan parecidos, pero al mismo tiempo tan distintos, que el hecho de encontrarse eram sobre todo, una cuestión de tiempo... Valentín y Valentina... Sin embargo, fue la sobrina de Valentín quien les puso en contacto, a través del caralibro... María, diecisiete años, fan de Pink Floyd y de Nino Bravo, con dos canarios (Tweet y Tweety), y una tortuga (Burocracia), también es una romántica empedernida: ella tiene la "culpa" de esta relación ilícita, que empieza a dar frutos desde el intercambio de las primeras fotos, de las primeras canciones.. "Señor, es cierto que tiene unos ojos preciosos", piensa Valentina... "Podría enamorarme de esa sonrisa", afirma Valentín... Y después de los ojos y la sonrisa, vino el resto: los brazos, las orejas, la pequeña nariz de Valentina, pero sobre todo, ese aire de eterna adolescente... y la cara, las manos, de Valentín, con ese aire de rufián un poco envejecido...

Al principio, sus conversaciones eran completamente intrascendentes, sobre literatura, cine, deportes, ocio... pero lentamente, sin darse cuenta, descubrieron sus pasiones comunes: el mar... la literatura... y después, el amor... ¿Quién se acuerda, realmente, del comienzo de una relación? ¿Del momento en que una amistad sincera se convierte, realmente, en el principio de un amor? De cualquier modo, ni Valentín ni Valentina se dieron cuenta... hasta el momento en el cual Valentín empezó a sonreir, en su trabajo, cada vez que recordaba su cara... o cuando Valentina se da cuenta de que su humor cambiaba cada tarde, según se acercaban las siete... pensando en entrar en el caralibro y en mandarle el pequeño y absurdo mensaje: "¿TAS?", para que él respondiese "TOI"...

Al final, Valentín aceptó que ese extraño sentimiento que le obligaba a sonreir, a soñar, a olvidar pequeñas cosas, tenía sin embargo un pequeño nombre muy fácil de recordar: amor... Se había enamorado de ella, pero no era esa sensación imperiosa que había destruido su corazon tantas veces... ni mucho menos... Era más bien esa complicidad, nacida de la experiencia, de la desilusión, de las pequeñas decepciones cotidianas... Le tocaba a él, por lo tanto, efectuar el primer movimiento, expresar lo que sentía con un "Valentina, sabes... creo que me he enamorado de tí... de tu carácter... de tu personalidad... de tus ojos... Me fascinas..."

¡Dios mío, lo largos que fueron aquellos minutos, antes de obtener su respuesta! y esta fue: Yo también... Al menos, ella respondió con prudencia, pues se trataba evidentemente de una situación muy complicada... Es cierto que Valentina ya no era feliz con su marido, que la relación atravesaba un momento especialmente complicado... Y que lo mismo podía decirse de Valentín... Siguieron por lo tanto con su amistad, con las canciones, los mensajitos, como los adolescentes que, habiendo superado el momento más difícil, saben que el resto del camino será más agradable y placentero... Las palabras más complicadas ya habían abandonado sus labios, y el resto del camino sería más fácil, pues los sentimientos más complicados ya habían sido expuestos bajo la luz de la Razón y la Tradición, de la Moral, de la Dignidad...pero sin resolver por ello sus problemas, ni modificar su vida... y dependiendo, cada día un poco más, de los mintutos arrancados al sueño para estar juntos...

Algunas semanas después, Valentín lanzó la bomba: "¿Y si nos vemos en San Sebastián? Es una ciudad maravillosa... Solamente un viaje cortito, ida y vuelta en el día, con un billete low-cost... Piensa en ello, sería una forma muy hermosa de reconocerse..." Decir que Valentina se sobresaltó al leer aquellas líneas, sería quedarse corto... si bien es cierto que la idea no carecía de atractivo... De todas formas, respondió: "¿Estás loco? ¡Es cierto, los dos estamos casados... pero cada uno con su pareja, y no entre nosotros!"... Mas pese a todo, la idea empezaba a gustarle...

A principios de abril, con los primeros atisbos de la primavera, las primeras flores aparecen en el Bois de Boulogne, más o menos el mismo día que Valentina decide que está hartta de su marido (que la ignora), de su hijo (siempre ausente), de su jefe (un auténtico imbécil... característica al parecer muy común)... Y por todo ese conjunto de razones, Valentina le envió un mensaje a su enamorado: "¿Podrías reunirte conmigo en San Sebastián, el quince de mayo? Ya te he comprado el billete, y te lo he mandado por mail, los dos llegaremos a las ocho de la mañana... Y volveremos a nuestras vidas con el de las diez y media de la noche... El resto del día, lo pasaremos juntos..." Os podréis imaginar su respuesta, ¿no?... "Allí estaré..."

Los días pasan, lentos, grises, aburridos, salvo los momentos, más bien las horas, que pasaban hablando de todo y de nada, de la extraña sensación de conocerse desde hace mucho tiempo, en otra vida, de la impresión de haber vivido y envejecido juntos, quién sabe... Dos almas gemelas que se vuelven a encontrar, una vez más...

Y el decimoquinto día del mes de mayo, San Isidro para más señas, llegó finalmente para Valentín y Valentina... Al principio, la situación era ligeramente cómica, pues ninguno de los dos se atrevía a acercarse demasiado al otro... Fue por lo tanto un intercambio de miradas, los dos con un extraño brillo en los ojos, mas al final, fue Valentina quien se acercó a él, besándole en las mejillas, y diciendo: "Pareces mucho más joven con esa luz..." El día era magnífico, la ciudad se había engalanado para los amantes, y el sol lucía espléndido... en los ojos de Valentín... y de Valentina...

Fue un día memorable, caminando de la mano, a lo largo de la Playa de la Concha, mirando escaparates, admirando el encanto señorial de las tiendas de lujo, el ambiente decadente de algunas tabernas, bebiendo "txiquitos" y disfrutando de la gastronomía local... Y buscando refugio en una encantadora pensión, que ambos conocían de otro viaje, durante varias horas de una tarde de primavera... Hace años que ninguno de ellos se desnudaba delante de otra persona, pero entre caricias, y besos, terminó en el suelo la última prenda de ropa... Y buscaron refugio entre las sábanas... Amándose como si no hubiera un mañana, pero a la vez, como un regreso al pasado... Y terminando su aventura bajo la ducha, para después secarse con mimo el uno al otro, y en aquél momento, recuperar el pudor... Dos almas gemelas que, habiendo tocado el paraíso durante doce horas, tenían que separarse una vez más... con un beso en los labios, en el último momento... y el recuerdo del cuerpo del otro en sus brazos, del calor de su piel, para el resto de sus vidas...

¿Quién puede entonces juzgarlos, por su pequeña escapada hacia el País Vasco? ¿Quién tiene el derecho de establecer los límites de la moralidad? ¿Y si por esas horas de comunión, de intercambio, han conseguido equilibrar sus universos? ¿Si con esta comunión de las almas entre las sábanas, han fortalecido, para siempre, su amor? Es cierto que todavía son jóvenes, y que se reunirán otras veces, en París, con la familia, pues Valentín se acuerda de las crépes que ha comido hace más de veinte años, al pié de la Torre Eiffel... Quién sabe, igual sus hijos se hacen amigos... Y ellos seguirán hablando, de todo y de nada, en la web...
Pero siempre se acordarán de aquella escapada del quince de mayo... de ese día perfecto que han compartido en una ciudad maravillosa: San Sebastián... y de haber confirmado que las almas antiguas pueden, a veces, volver a encontrarse...

UN PEQUEÑO VIAJE DE NEGOCIOS...


Nunca he tenido demasiados problemas en contar historias, y precisamente hoy, cuando estamos solos por última vez, no tiene demasiado sentido el que me ande con remilgos, ¿verdad? Los putos convencionalismos, el "qué dirán", siempre ahí, siempre pendientes, dispuestos para exterminar cualquier sentimiento poco "ético", poco "correcto"... y si a continuación metemos la "moral", soy capaz de vomitar...


Tantos años juntas, tantos viajes, tantos cines, tantas experiencias, tanto trabajar juntas en la misma empresa... y al final resulta que es contigo con quien he pasado algunos de los mejores momentos de mi vida... Pero tú solamente me has visto como amiga... Y yo a tí... al menos, hasta esta noche... Supongo que es algo que tenía que suceder, ¿verdad? Y no me arrepiento de que haya sucedido precisamente esta noche, cuando hemos tenido que coger la única habitación de hotel que estaba libre... y era precisamente una con cama de matrimonio... Y chimenea... Por supuesto, ninguna de las dos pensaba que algo podría llegar a suceder entre nosotras, que pasamos la adolescencia compitiendo por los mismos chicos, por las mismas ropas, los mismos sueños... Y aquí estamos las dos, mientras tú duermes desnuda entre las sábanas, y yo te contemplo desde el balcón abierto... Creo que nunca antes una mujer me había parecido tan hermosa como tú, juego de luces y sombras sobre las sábanas... Quisiera que esta noche no terminase nunca... pero dentro de pocas horas regresaremos a la rutina, al trabajo, a nuestras "pequeñas familias perfectas", incluyendo hijos, perros y gatos... y lo que hemos compartido será un sueño de una noche de Otoño...

Las negociaciones para conseguir la nueva cuenta de publicidad nos llevaron más tiempo del que pensábamos, y al final resultó que no era posible volver a Madrid en el día... El cliente, una importante marca de cosméticos, deseaba a toda costa que le expusieramos la nueva imagen de la empresa, los nuevos espots sobre los que llevabamos tanto tiempo trabajando (casi tres meses), durante una comida "informal" en su oficina, que trajeron directamente desde el mejor restaurante de la ciudad... Al final, lo conseguimos, incrementando nuestro porcentaje de beneficios... Y tú te empeñaste en celebrarlo "a lo grande", aprovechando los tratamientos especiales de relax y belleza del hotel... aunque eso implicase asaltar literalmente la sección de bikinis del centro comercial, y comprar al mismo tiempo ropa interior, camisones, medias, cepillo de dientes...

Después de una jornada tan intensa, fue una auténtica maravilla el meterse en la serie de piscinas que, durante una hora y media, configuraban el circuito termal... y con las distintas temperaturas, burbujas, efectos, yo iba notando que desaparecía el cansancio de mi cuerpo... y del tuyo... pues incluso eso se nota siempre en tus inmensos ojos negros (y tu pelo rubio), que representan un contraste tan grande con mis ojos verdes (y mi melena negra)... Tal vez por eso funcionamos tan bien en equipo, porque nuestra personalidad, nuestra inteligencia, se ve potenciada cuando la gente se guía solamente por nuestra belleza... Vale, es cierto, con tanto tiempo viendote a mi lado, con ese exiguo bikini que tan poco espacio dejaba a la imaginación, yo me preguntaba si llevarías las ingles brasileñas, o las integrales... Ahora lo sé... Pero fue sobre todo durante el masaje con chocolate tibio, cuando nos desnudaron a las dos sobre las camillas, separadas escasamente por un biombo de lino, y mientras notaba esas manos de mujer que recorrían mi cuerpo sin vergüenza ni tabúes, pero al mismo tiempo sin un ápice de deseo, fue entonces cuando imaginé lo que sentiría si fueran las de otra persona, las de mi marido... o las tuyas...

Lo único malo de ese tipo de masaje, es que después se hace imperiosamente necesaria otra ducha... y un cuarto de hora en el jacuzzi, de agua caliente, contigo bien cerca... Y subimos a la habitación... Alguien, después nos enteramos de que fue el cliente, ha pensado en obsequiarnos con un pequeño aperitivo, con jamón serrano, distintas clases de quesos, de embutidos, y una botella de excelente cava catalán y otra de vino de Rueda, y un cesto de fresas... Como las adolescentes que en el fondo seguimos siendo (aunque con algunas patas de gallo, vale, y alguna pequeña estría por los embarazos), no nos molestamos en vestirnos, el albornoz, ligeramente perfumado con el olor de la canela, nos parece suficiente ropa... Acercamos la mesita a la cama, y nos tumbamos sobre ella... Desde allí, vemos el paisaje exterior, algunos pinos, los prados, las colinas más allá, y en el horizonte se perfilan las primeras estrellas... Entre risas, recordando viejos momentos, otras situaciones, otras personas, vamos comiendo tranquilamente, aquella noche cenaremos en la habitación, no hay prisas, estamos relajadas... Todo empezó con las fresas... bueno, y con el vino... afrutado, con ese deje rústico, cálido, suave... que tan bien pegaba con el surtido de ibéricos... Nosotras, que no solemos beber, disfrutamos gustosamente con lo que se nos ofrece... Pero cuando llegamos al cava... y a las fresas...

Al beber, te atragantas, a media carcajada... y el cava, brillante, espumoso, empieza a correr entre tus senos, estás tumbada boca arriba, con el albornoz blanco escasamente ceñido sobre la cintura... Y algo has visto en mi mirada, algo has sentido en mi interior, y en tu interior, latiendo, palpitando, pues suavemente has inclinado mi cabeza sobre tu pecho, orientandola dulcemente para que pudiera beber el cava derramado... Y así lo hice, sin pudor alguno, como si fuera lo más natural del mundo entre dos amigas que llevan toda la vida juntas... Pero no nos quedamos allí, mis labios, sedientos de tí, han ido apartando los pliegues de tu albornoz, hasta dejarte, desnuda, anhelante, ligeramente nerviosa sobre la doble capa de la gruesa colcha, con tu cuerpo bañado por la doble luz del fuego y de la luna y las estrellas... Tu cuerpo jamás me ha parecido tan hermoso, quizás porque aquella noche, no te miraba solamente como una mujer, sino como una amante... Pero antes de hacer cualquier otra cosa, te has asegurado de dejarme también a mí, desnuda, tendida a tu lado, convertida en una maraña de deseos, de pensamientos, de ideas... Y especialmente, con hambre de sentir, de experimentar...

Durante unos minutos, simplemente nos mirábamos, sin hacer nada, comparando, quizás, de manera incosciente, las diferencias, y los parecidos, entre nuestros cuerpos, las huellas que había ido dejando en ellos el tiempo, la cicatriz de mi apéndice contrasta fuertemente con la de tu rodilla (ese menisco cruzado...), alguna que otra estría del embarazo de Pablito... Incorporándote levemente, mi 85-B se queda pequeña frente a tu 100-B, y entonces eres tú quien, con ese brillo tan especial en los ojos, viertes un reguero de cava desde mis pechos hasta mi monte de venus (aquella noche, sobre todo, me alegré de haber hecho caso a mi marido, depilándome por completo)... y en cuanto empecé a sentir tu lengua, tus labios, tu boca entera sobre mis pechos, y mil roces y caricias, creí enloquecer, no solamente por lo que me estabas haciendo, sino por quién eras, por todo lo que representabas para mí... Y llegaste a mi monte de venus, y empezaste a escalarlo, lenta y concienzudamente, vertiendo ocasionalmente unas gotas de cava, que se abrían paso hacia dentro, y se mezclaba con mis orgasmos... hasta que finalmente, con una brutal erupción y un poderoso gemido que intentaste vanamente de contener entre mis labios con tus dedos, descansé unos minutos...
Antes de empezar a amarte...

Ha sido una noche mágica, especial, dos amigas, dos viejas amigas, que descubren, juntas, que todavía les queda mucho camino por delante, muchas cosas por hacer, por sentir, por experimentar... Jamás, insisto, Jamás he gozado con ninguna otra persona como durante estas horas... He recorrido tu cuerpo, cada centímetro, con la lengua, con los labios, he bebido en tu copa el cava, hasta que se termiñó... y con la precaución de no manchar mucho, he derramado sobre tí un chorro de chocolate tibio, desde tu mano derecha hasta tu pie izquierdo... y mi lengua, juguetona, no ha dejado nada... Y he repetido.... Han sido varias horas, de juegos, de caricias, de explorar con todo el cuerpo y con toda el alma, el cuerpo y el alma de otra mujer, entre besos de mariposa, y besos largos, profundos, febriles, ansiosos... y algún que otro chupetón difícil de justificar, me temo...

Y tú duermes... y yo desearía poder acurrucarme a tu lado, y disfrutar de tu cuerpo,, y detener el tiempo, y congelar la noche, para volver a disfrutar otra vez de tí... Y tú de mí... No, no quiero dormir, quiero memorizar cada lunar, cada minúscula arruga, trazar el mapa de tu ser... Pues tengo miedo de que estas horas doradas desaparezcan... Pero mejor dejo ya de pensar...

Acabas de abrir los ojos, y me has mirado, y la magia reside en tu ser... Y me tiendo a tu lado... Mientras mi cuerpo, desnudo, se funde con el tuyo, bajo las sábanas... Y las dos tenemos la misma sonrisa cómplice... porque nos hemos dado cuenta de que hoy es sábado... y realmente el mundo no se va a parar porque nosotras dediquemos algunas horas a estar juntas... a disfrutar de nosotras... de la sauna, de la cura de relax, del circuito termal... y hasta el domingo por la tarde (una de las primeras cosas que hemos hecho esta mañana ha sido ampliar la estancia) todavía nos queda mucho tiempo para el placer... Pues posiblemente, nadie hay mejor para saber dar placer a una mujer... que otra mujer... Y por eso mismo, sin haber dicho ninguna palabra (¿los pequeños gemidos de placer se consideran palabras?), tenemos bastante claro que ocasionalmente, lo dejaremos todo atrás, para realizar un pequeño viaje de negocios... y seguir explorando... los mundos de Safo...

LA MENTIRA DE LOS VIEJOS AMIGOS

Mi corazón pierde el ritmo cuando estás a mi lado, cuando me miras de ese modo tan especial, con tus ojos a medio camino de la risa y las lágrimas, tus increíbles ojos de gata, tan dulces cuando quieren, tan amargos cuando piensas que nadie te observa, pero es tan difícil no seguirte a todas partes, amor mío...

Has entrado en mi vida poco a poco, a través de una amiga, y comenzamos a escribirnos, a intercambiar ideas, canciones, confidencias, sueños, ilusiones, pero también, imposiciones, tristezas, obligaciones... Con tantas cosas en común, era invetitable mezclar los límites del amor y la amistad...


Sin habernos visto nunca, sin haber hablado ni siquiera por teléfono, hemos compartido mil confidencias, a través de las horas, de los minutos, casi eternos... Dos almas antiguas, insisto, que se han vuelto a encontrar, en un momento tan especial de nuestras vidas, en el cual el ser y el tener intentan compensarse, sin importar las formalidades, ni el tiempo, ni la distancia... ni siquiera el amor...

¡Por supuesto, el amor! Nuestro mayor, y más grande enemigo.. En este campo, nos quedamos en tablas: una tremenda facilidad para enamorarnos con una sola palabra, con un gesto, de un perfume, de una idea, de una imagen, en cualquier caso, de una persona que posiblemente no exista fuera de nuestra imaginación, de nuestra infinita necesidad de remontarnos hacia la absoluta eternidad del amor...

Nosotros, por lo tanto, estamos escarmentados con ese sentimiento que arrasa el planeta, tenemos por lo tanto que contentarnos con una amistad a toda prueba, sincera, en la que no haya espacio opara otra cosa, que para la necesidad de exponer nuestras almas, casi desnudas, la una frente a la otra... Sintiendo al mismo tiempo esa comodidad de los viejos amantes que, habiendoselo dicho todo, habiendolo visto todo, no tienen ya nada que ocultarse...

El gran problema, es que nuestros corazones son demasiado grandes, enormemente grandes... Y esa necesidad de sentir, de amar, que se encuentra parcialmente insatisfecha por nuestras parejas respectivas, comienza a destilar el poderoso veneno de la fruta prohibida... Para nosotros, es el amor... Y comienzo a sonreir como un adolescente cuando recibo tus mensajes, cuando pienso en tí, cuando tus ojos, increíblemente profundos y bellos, me miran desde la pantalla...

¿Cuánto tiempo seré capaz de mantener esta estabilidad, tan necesaria? ¿Cuándo tendré que admitir, delante de tí, o de mí mismo, que ese "estatus quo" lo he roto hace tanto tiempo? ¡Dios mío, cuando dos personas se conocen tan bien, es incluso peor! Por lo tanto, supongo que tendremos que refugiarnos en la vieja mentira: te quiero mucho, pero solamente como amiga/o... si bien en mi corazón, me tienes totalmente hechizado...

lunes, 19 de marzo de 2012

DICE LA NIÑA CLAUDIA...

Dice la niña Claudia, que nunca te fíes de sus profundos ojos negros, que no te reflejes en ellos, que no busques en su abismo la respuesta a tus preguntas...
Dice la niña Claudia que nunca roces su negra melena, que no te atrevas a deslizar por ella tus dedos, porque atrapará tu alma entre sus redes de sueños...
Dice la niña Claudia que no sigas la recta línea de su nariz, perfecta, diminuta, proporcionada con el resto de su cuerpo, pues te indicará el camino al averno...
Dice la niña Claudia que nunca te fijes en sus turgentes labios, que no los roces ni con la mirada, pues confluye en ellos el elixir de miles de universos...
Dice la niña Claudia que no sigas jamás la curva de su cuello, que no aspires el aroma a Nenuco en su nuca, que no sueñes con otros lugares y aromas de su cuerpo, porque jamás volverás a oler nada igual...
Dice la niña Claudia que no deslices tus ávidos ojos por sus suaves hombros y sus largos brazos, que no pienses en rozarlos con la yema de tus dedos, ni en sentir la caricia de su suave vello, pero sin embargo, lo haces...
Dice la niña Claudia que te alejes de sus manos, de sus largos y torneados dedos, que reposan en su regazo mientras habla, como dos pájaros prisioneros, pues conocen los secretos de la alta magia, y recrearán para tí lo círculos del infierno...
Dice la niña Claudia que apartes la mirada de sus pechos, tan firmes a la vez que pequeños, perfectos incluso en los más mínimos detalles, incluyendo el lunar en el seno izquierdo, que viste una vez y maldice tus sueños...
Dice la niña Claudia que no te pierdas en su pequeño ombligo, por el cual se desliza, perezosa, una gota de sudor, que igual que le dió la vida, puede arrebatarte la tuya, al mantener tu corazón preso...
Dice la niña Claudia que no sueñes con sus firmes caderas, sus hermosas nalgas y su "lugar secreto", pues las puertas están cerradas para todos menos para uno, y posiblemente no serás nunca tú...
Dice la niña Claudia que no acaricies sus hermosas, largas y firmes piernas, que no te fijes en sus pies pequeños, y no imagines recorrerlas ni siquiera con una pluma, ni seguir sus curvas y rectas, porque no son tuyas....
Dice la niña Claudia que seas paciente, que tienes 30 años, y ella no llega a los 18... Dice la niña Claudia que te quiere, pero todavía no lo suficiente... Dice la niña Claudia que la esperes un poquito más, mientras se adueña de todo tu cuerpo, corazón y mente...

UNA CRIATURA ANGELICAL...¿O NO?

Ella...

Me gustan los ojos grises, y las miradas con ese toque de picardía, de inocencia, que al mismo tiempo te hacen sentir único en el planeta, por no decir en el Universo, cada vez que te miran... Me sobrecoge encontrármelos así, en la pantalla, después de tanto tiempo... Y recordar al mimo tiempo su hermosa, perfecta, exquisita nariz... Sus finos y cárdenos labios... Y sus dientes, tal vez un poquito grandes o desparejos... Toda ella era la belleza de lo levemente imperfecto... tal y como era cuando nos conocimos...



Por supuesto, como experimentado buscador en la red de fotos para ilustrar mis relatos y mis cuentos, sabía que había una ínfima posibilidad de que surgiera precisamente esto, que alguien subiera a cualquiera de las bases de fotos una de las suyas... y que al introducir los parámetros "chica morena con ojos grises", volviera a aparecer en mis pesadillas, o que sentiría de nuevo la terrible ansiedad, de esas que te oprime el corazón y parte de los pulmones... Pero así ha sucedido, hace una semana... Y ahora, no me queda más remedio que contaros su historia... o tal vez, nuestra historia... Eso es algo que debéis juzgar vosotros mismos...


Michaela y Mr. Arthur

Fue durante el último verano que pasamos, toda la familia, en la playa, en agosto de 1988, en la playa de Cullera... Éramos un poco la familia Telerín: papá, mamá, el abuelo, mi hermana, y yo... bueno, además de dos maletas de libros, las sillas de playa, la sombrilla y mil cosas más que se pueden acarrear para quince días en la playa... Por aquél entonces, la costa no la habían explotado en exceso, y en algunas zonas, sobre todo si escogías bien la orientación, podías disfrutar de amplias extensiones de arena, con algunos juncos y cañas de aditamento, y, por supuesto, el mar... Claro está, para disfrutar de aquellos momentos de tranquilidad, de tener cielo, mar y tierra para ti, era necesario madrugar un poco... Me gustaba pasear, y sentirme un poco el único adolescente vivo, o tal vez el último, cualquiera sabe...



Y de repente, al margen del ruido de las máquinas de limpieza de la playa, la veo a ella, sentada sobre la arena blanca, con su biquini negro... Justo en ese momento, un rayo de sol perforó la capa de nubes y fue a caer, no justo donde estaba ella sentada, sino a unos metro de distancia, sobre las olas del mar... Yo, tímido hasta la muerte, por no variar, me quedé parado, mirándola... primero de lejos, y luego un poquito más de cerca... Me alegré de llevar puesta la camiseta, de Pink Floyd, unos bermudas que me sentaban bien, además de un libro bajo el brazo, "Los hechos del Rey Arturo", de John Steinbeck... y por supuesto, las gafas de sol... Yo iba caminando por el borde de la arena, con los pies metidos en el agua, por lo que ella sabía perfectamente que yo me estaba acercando... Y al pasar delante de ella, levantó la cabeza, y vi su cara... No hace falta que os diga más cosas, porque es justamente la foto del comienzo...



Al principio, no intercambiamos una sola palabra, tan solo una tímida sonrisa... Pero en ese momento no me atreví a decirle nada, y seguí mi camino, mientras interiormente me llamaba de todo ("imbécil, bobo, pasmarote, botarate... para una chica que realmente te llama la atención, y pierdes de esa manera la oportunidad..."), hasta que unos pasos más tarde, me decidí a dar la vuelta, arrodillarme a su lado (para que no la deslumbrase el sol) y cogerle la mano derecha, al mismo tiempo que le soltaba la frase de las frases (patentada): "Perdona... he tenido que volver, para comprobar que eras real..." El caso es que le hizo la gracia la frase, funcionó... Y me indicó que me sentase a su lado, sobre la arena, mirando el mar...


Aprovechando el relativo anonimato de las gafas de sol, su cuerpo ligeramente bronceado, sin una partícula visible de grasa, al menos, para mí, era perfecta... Y cosa curiosa, su voz acompañaba su aspecto: era de terciopelo, armoniosa... Y lo primero que me dijo fue... "Me llamo Michaela, ¿y tú?" No supe qué responder, me quedé literalmente en blanco... hasta que ella volvió a hablar... "Si te causa tanto efecto conocer mi nombre, Mr. Arthur... mejor no te doy un beso..." El resto, os lo podéis imaginar: tenía mucha experiencia con las mujeres... pero siempre como amigo fiel... Me puse bastante rojo... vale, muy, pero que muy, rojo (maldito semáforo de las emociones)... Ella se rió otra vez... Y yo me quedé, al menos esa mañana, con el mote de Mr. Arthur...



No estuvimos mucho tiempo juntos, ni tampoco hablamos demasiado, simplemente, nos quedamos un buen rato allí, sentados el uno al lado del otro, mirando el rielar del sol sobre el agua de la orilla... Serían las diez de la mañana, y algunos madrugadores y estaban ocupando sitio en la playa con sombrillas y tumbonas, cuando ella me invitó a dar un paseo, hasta la escollera, que quedada a unos tres kilómetros de distancia... En movimiento, Michaela era incluso más bella que sentada, porque se ponían en evidencia cada uno de los músculos de su cuerpo, y no pude (ni quise) evitar que me adelantara unos metros, para poder deleitarme con su hermoso culo... Por supuesto, ella se dio cuenta de mi maniobra, pues me dio un manotazo en la mano, al tiempo que me decía: "Vamos, perezoso... que ahora te toca a ti abrir la marcha..."



Silencio compartido, eso es lo único que se me ocurre para describir aquellas horas... Hablamos lo justo, sobre nuestros intereses vacacionales, algo de literatura, un poquito de cine, me mis estudios de Periodismo, pues aquél otoño yo empezaría la carrera, de su penúltimo curso en el Instituto... Yo suponía que su familia estaría cerca del Hotel Delfín, y que en aquél punto se terminaría nuestro paseo, y no se me ocurría ninguna manera de demorar el momento... Y en efecto, cuando ya podíamos ver de nuevo el hotel, me dijo: "¿Tienes un boli? Es para apuntar tu teléfono..." Afortunadamente, llevaba uno, para escribir algunas postales a los amigos, y una de ellas sirvió para apuntar todos mis datos...



Nos despedimos hasta la mañana siguiente, en el mismo lugar y hora, pues cada uno había quedado con su familia para pasar el día... Aquella jornada fue extraña, yo estaba muy nervioso, algo distante con la familia, y aunque me recorrí la playa entera una vez más, no pude verla... Y lo mismo sucedió a la mañana siguiente... No acudió a la cita, y estuve toda la mañana buscándola por la orilla del mar... aunque estaba convencido de que jamás volvería a verla...









Entreacto



Un par de semanas después, cuando ya estábamos de regreso en Madrid, recibo una postal de Michaela, la misma que le dejé para que escribiera mis señas... "Hola Mr. Arthur. Lamento haberte dejado plantado. Tuvimos que volver a casa, mi abuela había muerto. Te dejo mis señas por si quieres escribirme: Michaela N. (y una dirección de Viena). Besos."



Dejé pasar una semana, sobre todo por el orgullo herido, aunque desde el mismo momento en que recibí la postal, no hacía más que pensar en ella... En su ciudad, que conocía a través de libros, documentales, y sobre todo películas como "El tercer hombre"... En ella... porque curiosamente, mi obsesión era imaginarla vestida, y me preguntaba qué tal le quedarían unos vaqueros, una camiseta y unas bambas (bajo ellos, que se pusiera lo que prefiriera), pues realmente, el bikini negro dejaba poco lugar a la imaginación...

Dosificar, esa era la alternativa, lo único que podía hacer, pues aunque había sido una mañana muy interesante, ni siquiera la conocía lo bastante para hacerme una idea de mis sentimientos hacia ella... No hay que olvidar un detalle importante: yo era, y sigo siendo, un romántico incurable, enamorado del amor, pero que jamás había sido correspondido... Tal vez por eso, lo que podría no haber pasado de un intercambio de postales, terminó significando mucho más, para los dos.



Un par de veces al mes, intercambiábamos cartas, sobre nuestras vidas, las familias, la literatura (que siempre jugó un papel importante entre nosotros), el cine, los viajes... Era una sensación extraña, el esperar una carta especial en el buzón, el ansia, la curiosidad... Con la tercera carta, me mandó una foto suya... y dejó de obsesionarme el imaginarla vestida: llevaba un jersey de manga larga a rayas azul y blancas, una falda vaquera corta, y unas bambas blancas... ¡Qué hermosa estaba! Me costó mucho encontrar una foto mía equivalente, tanto que al final le pedí a mi padre que me hiciera unas cuantas, para poder escoger... Durante varios años, las dos fotos fueron compañeras en el tablón de corcho de mi cuarto... Mientras que seguíamos acumulando cartas, pero sin tener posibilidad alguna de vernos en persona... Nosotros dejamos de ir a Cullera al empeorar mi abuelo, y en cierto modo me acostumbré a pensar en Michaela como una amiga especial, un ser querido, pero que no volvería a cruzarse en mi vida...



¡Qué equivocado estaba!



Del aeropuerto al Prater.



Habían pasado cuatro años desde aquél primer y único encuentro, cuando una tarde de jueves, al coger el teléfono pensando que se trataba de una nueva cita para mi padre (tenía su consulta de medicina en casa), me llevo una enorme sorpresa al escuchar una voz, vagamente familiar, que me dice: "Buenas tardes, Mr. Arthur..." Al principio, no entendía demasiado bien lo que estaba pasando... pero luego, me acordé de ella, y sobre todo de un pequeño detalle: que le di mi teléfono en la primera postal... Era ella, Michaela, quien me llamaba en aquella ventosa tarde de jueves del mes de marzo: su familia se iba de viaje a Zambia la semana que viene, y por aquellas misteriosas correspondencias de vuelos, se quedarían casi cinco horas en Barajas. Nos veríamos, por lo tanto, en el punto de encuentro de Aeropuerto de Barajas, a las tres de la tarde...



No tengo muy claro lo que yo esperaba, porque durante todo aquél tiempo, mis sentimientos hacia Michaela se habían suavizado en gran medida, y la amistad se había fortalecido, otras fotos habían aparecido después de la primera, y a través de ellas, podía ver los cambios que se habían ido produciendo en su cuerpo y en su cara, la manera en que se había convertido en una auténtica preciosidad de mujer... Aunque de todas formas, ninguno de mis preparativos me sirvió de nada cuando, habiendo llegado al lugar de la cita con casi veinte minutos de adelanto, de repente noto que alguien se me acerca por detrás y me tapa los ojos con las manos, al mismo tiempo que una voz dulce pero con el toque justo de angostura me susurra en el oído: "¿Buscas a tu Ginebra, Mr. Arthur...? Quizás yo pueda ayudarte..."



Suavemente, retiro sus manos de mis ojos, me doy la vuelta muy despacio, y entonces la veo, por primera vez en tantísimo tiempo... Michaela... Yo tenía veintitrés años, ella era tres años menor, y por aquellos misterios de la evolución femenina, había crecido más de cinco centímetros, y su cara y su cuerpo habían perdido la molicie de la adolescencia... Por lo tanto, fue toda una hermosa mujer, igual de alta que yo, quien se erguía delante de mí, con su salacot beige, pantalones, camisa y chaleco a juego, y unas impresionantes botas de campo... De repente, era yo quien parecía inmaduro y poco sofisticado, vestido completamente de negro, con perilla y bigote estilo bohemio... y un enorme oso de peluche con pajarita bicolor, envuelto en papel de regalo... Sí, lo sé, no es demasiado recomendable regalar un osazo de peluche a alguien que viaja en avión... pero de todas formas, volvería a hacerlo, pues mi recompensa fue un abrazo y un beso con el que llevaba soñando durante tantos años...



Por si no me encontraba ya lo bastante desarmado por aquél abrazo y aquél beso, Michaela me hizo sentir algo incómodo al presentarme a las personas que habían presenciado nuestro encuentro desde una distancia prudente: su padre, su madre y su hermano mayor, cuyos nombres prefiero no citar aquí... El oso, que evidentemente fue bautizado como Mr. Arthur, se quedó con ellos, mientras que nosotros nos fuimos a merendar y a dar una vuelta por el aeropuerto... Teníamos hasta las siete de la tarde, para estar juntos... Y, lo mismo que en la playa, comenzamos a caminar, sin rumbo fijo, mas acercándonos al salón panorámico de la planta superior... Nos sentamos allí, al cabo de un rato de observar nuestro entorno, y volví a coger su mano... Parecía pequeña y suave al tacto, pero al mismo tiempo, llena de fuerza... Me gustaría poder decir que fueron unas horas de pasión entre las sábanas de un hotel, que descubrimos que no queríamos separarnos, y que planeamos una estratagema para que Michaela se quedase una temporada en Madrid... Pero, como es una historia real, no puedo mentiros...



Sí, estuvimos solos, o prácticamente, en aquél salón del aeropuerto, y más tarde en la cafetería, y terminamos paseando incluso cogidos de la mano por la terminal nacional... Sí, es cierto que nos besamos en tres ocasiones, pero dos de ellas fueron en las mejillas, y la tercera, uno de esos lánguidos besos en los labios, con la boca entreabierta lo justo para un fugaz encuentro de lenguas... Sí, ella estaba tremendamente atractiva incluso con aquella ropa de safari fotográfico... y yo, que seguía "compuesto y sin novia", me pregunté seriamente si no iba siendo la hora de dejarme de tonterías, ponerme a trabajar en serio, y ahorrar para ir a verla a Viena... Entre brumas guardo todos aquellos recuerdos, palabras, pensamientos y sentimientos... Durante aquellas horas, fui más feliz, a su lado, de lo que jamás había sido con nadie, ni siquiera la chica de Logroño que tanto me importaba...



A las siete menos cinco de la tarde, ya estábamos de nuevo en el punto de encuentro, donde la presencia del oso de peluche delataba la de su familia... Y Michaela soltó mi mano, para darme, en presencia de los suyos, otro tremendo abrazo, y otro beso, en los labios... Nos despedimos, estreché las manos de sus padres y su hermano, y les vi marcharse, de nuevo, hacia la zona reservada a los viajeros en tránsito... Me hubiera gustado irme tras ellos, no sé, llevarme otro beso de recuerdo, hacer algo, cualquier cosa... Pero me limité a quedarme allí, como un pasmarote, admirando una vez más su hermoso trasero... y como si ella pudiera darse cuenta de lo que estaba mirando, se volvió hacia mí unos momentos, con ese gesto universal de "te la vas a ganar...", que me hizo ponerme intensamente colorado... Y ella se puso a reír...



Dos años después, nuestra clase organizó un viaje de fin de carrera, aunque más bien nos unimos a uno de paso de ecuador que estaban preparando unos chavales de medicina... Lo menciono especialmente porque una de las etapas del viaje por Europa en autobús (diez días de agotamiento, excesos, pocas horas de sueño y demasiado desfase en general) era precisamente una estancia en Viena de varias horas, con visitas concertadas a lugares de interés... Sin embargo, para mí lo único importante era que podría escaparme del grupo, y pasar un tiempo con Michaela... Le avisé de mi llegada con un par de semanas de antelación, pues desde nuestro encuentro en Barajas nos habíamos intercambiado los móviles, y quedamos delante de la Catedral, porque ella trabajaba cerca, y el autobús nos iba a dejar también en los alrededores... Apenas se abrieron las puertas, me lancé al exterior y casi me trago un ciclista... Lo importante es que llegué sin novedad a la Catedral, y en diez minutos, ella estaba entre mis brazos...



Decir que estaba guapa sería una falsedad... Estaba espectacular, con su traje de chaqueta de raya diplomática, la blusa blanca y los zapatos de tacón... Una auténtica belleza de veintipocos años (era el año 1994), con aquellos ojos grises increíbles, la melena temporalmente recogida en una cola de caballo, esa sonrisa fresca, su piel tersa, sin una sola gota de maquillaje, salvo el brillo de labios con sabor a cerezas... Es posible que de alguna manera, yo me hubiese enamorado de ella durante aquellos años de cartearnos, que el conocernos lentamente hubiera tenido algo que ver, no lo sé... Y también es posible que a ella le hubiese pasado algo parecido... En fin... solo os diré que aquella vez, sí que hubo sábanas de hotel y ducha compartida... Y que me faltó poco para perder el autobús... Michaela insistió mucho en acompañarme, y nos dimos un último beso delante de todo el grupo, que generó una tempestad de silbidos, que desaparecieron rápidamente por la tristeza de mi mirada...



Pues algo me decía que aquello había sido un adiós...



Nunca he visto el Prater... ni Viena...



Un trabajo peligroso.



Año 2008. Han pasado muchos años, durante los cuales Michaela y yo hemos seguido manteniendo el contacto, y la amistad, y quizás algo más... También nos hemos visto en distintas ciudades de Europa, nunca olvidaré aquella Semana Santa en París, y en varias ocasiones también hemos quedado para comer o cenar en Madrid... Sí, es una relación extraña, a distancia, estamos bien solos, pero también estamos mejor juntos... No nos hemos planteado demasiado el cambiar las cosas, formar una familia por ejemplo, puesto que los trabajos que he ido consiguiendo tampoco me lo habrían permitido... Somos dos amigos con derecho a roce, que llevan más de veinte años saliendo, pero con el suficiente miedo al compromiso por las dos partes para no plantearnos nada serio, y al mismo tiempo, seguir con algunas relaciones complementarias, de carácter muy esporádico...



Pero claro, eso fue antes de que yo averiguase cual era la profesión de Michaela... Su trabajo ha sido siempre algo etéreo para mí, lo bastante bien pagado para permitirla viajar mucho (en una caja de zapatos tengo sus postales desde Berlín, Viena, Estambul, El Cairo, Amberes, Bucarest, Tai-Pei, Hong-Kong y mil sitios que no sé ni cómo se escriben), mantener un elevado nivel de vida, hablar con fluidez seis o siete idiomas (entre ellos, el Afrikaans y el Chino), poseer una vasta cultura general... Nunca suele dejar la cartera al alcance de la mano, durante las noches, casi siempre, de hotel, que pasamos juntos, y cuando yo llego a la habitación, todo está impoluto...



Pero aquella noche del 28 de octubre de 2008, cometió un error: estaba enferma aquella noche, y en vez de hacer el amor y luego irnos a cenar, prefirió un baño relajante, y que nos subieran la cena a la habitación... Me gusta cuando los dos estamos desnudos, porque de esa manera, se desvanecen casi todas las diferencias de clase o de estatus, es una de las ventajas de la piel... Michaela se quedó dormida en la bañera, estaba muy cansada...



Yo tenía ganas de fumar, pero me había quedado sin tabaco, así que decidí curiosear en su bolso, para ver si ella tenía un paquete de Camel Lights que solía usar en sus reuniones de negocios... Y lo encontré, con un par de cosas que siempre terminaban en la caja fuerte del hotel o de la habitación: su cartera, su pasaporte, y su agenda... Movido por la curiosidad, hojeo el pasaporte, y me doy cuenta de que no es su nombre el que figura en la página adecuada... Y lo mismo sucede con los demás documentos de su cartera: están a nombre de una tal Liliana Steinbeck, de Berlín... Y el de Aïcha Goldman, de Estambul... Y un tercero a nombre de Jaine Barnald, de París... Con las dificultades técnicas que se supone implica el conseguir un juego de documentos falso, empiezo a preguntarme si durante todos estos años no habré estado enamorado de un espejismo, y si todo en nuestra relación no será igual de falso que sus papeles...



Recordando de repente algunos de los destinos de sus postales, encuentro las correspondencias de casi todos ellos en los pasaportes... Es un batiburrillo de países africanos ricos en materias primas y diamantes, y de ciertas ciudades europeas y asiáticas donde, por lo que recuerdo, existen unos selectos grupos de talladores ilegales, y de organizaciones capaces de blanquear hasta los más horrendos diamantes de sangre... También encuentro unos juegos de tarjetas de visita, con los mismos nombres, según las cuales trabaja para De Beers, y otras cuatro o cinco grandes firmas exclusivas de marchantes de diamantes y de joyeros... Por eso, comprendo, se mueve tanto por el mundo... Por eso se tiene que ir, a menudo con muy poco tiempo de aviso, de un país a otro... Por eso su familia se empeñó en realizar aquél viaje a Zambia... Solo quedaban dos opciones: o bien trabajaba para una organización policial internacional, o bien hacía justamente lo contrario, y organizaba el tráfico y blanqueo de diamantes de sangre...



Cuando estaba a punto de meter la agenda en su bolso, me siento observado, y al darme la vuelta, apoyada en el quicio de la puerta, envuelta dentro del enorme y mullido albornoz blanco del hotel... En su cara veo una expresión triste... "No teníamos que habernos visto hoy, Mr. Arthur, lo sabía... Pero también, que necesitaba verte... La prueba, por primera vez en tantos años, he cometido un error estando contigo... Un grave error, que debería traerte importantes consecuencias... Has visto demasiado, sabes demasiado sobre mis rutas, tienes demasiadas pruebas... Voy a regresar al baño, necesito relajarme... Cuando salga, por favor, no quiero verte aquí..."



Se dio media vuelta, y sin cualquier explicación, sin una mirada, se metió en el baño...



Y desapareció de mi vida... Hasta la semana pasada...



Epílogo...



Aquella fue una noche horrenda para mí, eran demasiadas dudas, demasiados recuerdos, momentos de pasión, cartas y postales desde nuestra adolescencia, toda una pirámide de letras, pequeños regalos, que se derrumbaba sobre mí, y me asfixiaba... ¿Quién era ella realmente? ¿Aquella niña hermosa, que me volvió loco desde el primer momento? ¿Aquella adolescente, vestida de Safari, que me besó en el aeropuerto de Barajas? ¿La hermosa ejecutiva con quien hice el amor en Viena? ¿La mujer de negocios, cuyo rastro podía seguir por todo el mundo, a través de sus postales, aunque yo siempre le escribía a un apartado de correos de Viena? ¿A qué se dedicaba realmente?



Me pasé toda la noche caminando sin rumbo fijo, por las calles de Madrid, pensando, recordando, sintiendo, intentando dilucidar alguna verdad, la que fuera, entre tantas mentiras... Y luego me fui directamente al trabajo... Aquél fue mi refugio, y mi familia... Dejaron de llegar las postales... y los correos electrónicos... Las dos cartas que le mandé a Viena me fueron devueltas, indicando en el sobre que "el abonado ha cancelado el servicio"... Y lentamente, me fui olvidando de ella...

Hasta la semana pasada... Al efectuar la búsqueda, de repente, me encuentro con su foto, que me trae buenos y malos recuerdos... Pero la noticia que la acompaña, extraída de la Agencia Reuter, es la que me causa un mayor impacto...



"Extraño accidente en un safari. La ciudadana francesa Jamie Barnald ha desaparecido, mientras efectuaba un safari fotográfico por la reserva de Hluhluwe-Umfolozi (Sudáfrica). Estaban recorriendo la zona noroeste, cuando se ha producido un corrimiento de tierras, que ha sepultado completamente el jeep. La señorita Barnald actuaba de enlace entre varias agencias mundiales, para erradicar el fenómeno del tráfico de diamantes de sangre de Sierra Leona, y había participado en diversas operaciones encubiertas, contra algunas empresas en apariencia legales. El cadáver no ha podido ser recuperado, al haber terminado el jeep su andadura dentro de un lago en el cual abundan los cocodrilos."



Al final, resulta que trabaja para los buenos... Por lo que todo, desde el accidente hasta la divulgación de sus actividades encubiertas, lo mismo que su silencio, puede que responda a otro objetivo, completamente distinto del que yo imaginaba...



¿Que cómo sé todo esto?



Porque hoy he recibido una postal desde París... Con su letra...



"Mr. Arthur... Tres de junio, haciendo el oso, 20:00."