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viernes, 2 de noviembre de 2012

SEXO TELEFÓNICO...

¿Sabes, princesa? Desde que hablamos la otra noche del sexo telefónico, tengo un grave problema: no puedo quitarme la idea de la cabeza… Me basta con cerrar los ojos, para imaginar toda la secuencia. Es cierto, es un tema del que no habíamos hablado antes, pero llevo deseándote mucho tiempo… Cuando hablamos, siempre miro tus fotos; ya te dije que me había descargado algunas de ellas del Facebook, y las tengo en una carpeta de mi ordenador. Pero antes las miraba como lo haría un amigo. Ahora… bueno, digamos que me dan muy malas ideas…
Me encantaría hacer el amor contigo, es algo que deseo desde hace ya mucho tiempo. Me temo que de momento deberá esperar… Sobre todo porque ni siquiera nos hemos visto, ni siquiera estamos en la misma ciudad.  Pero eso no importa para el sexo telefónico, ¿verdad? Lo que cuenta es la imaginación, como muy bien dijiste… Y el deseo…
Habría que cambiar el escenario.  En la realidad, te imagino en tu pequeña cama de noventa, escucho el ronroneo de un calefactor de aire, para que no pases frío, y desnuda bajo las sábanas, mientras hablas conmigo… y empiezas a tocarte… y nuestras voces se convierten en una nueva forma de intimidad. Ya han sonado las campanadas de la medianoche, te he mandado un mensaje, luego te llamo, ponemos el manos libres, y empieza el juego. Yo también estoy en mi cama de noventa, desnudo… y pensando en ti…
Y te hablo…
Imagínate que ya no estamos en Madrid ni en tu ciudad. Ya no es importante para nosotros la distancia… Porque con la imaginación hemos viajado hasta otro lugar, Roma, tu ciudad favorita, que yo conozco tan bien. Hemos pasado el día entero caminando, haciendo un poco de turismo, y visitando algunas de las tiendas más exclusivas de aquella hermosa ciudad. Te has comprado un par de trajes de chaqueta elegantes, y un vestido rojo… Yo, más conservador, me he comprado varias corbatas, y un par de camisas… Hemos cenado en “Via Dalma”, una pequeña pizzería cerca de nuestro hotel (ensalada de tomate y mozzarela con hierbas de Provenza, una “pizza della casa”,  compartido una botella de Lambrusco helado), y regresado al Hotel… Es un hotel pequeño, familiar, pero ubicado en pleno centro: desde nuestra ventana en la tercera planta, se ven las escaleras de la Piazza Navona. Nos asomamos al balcón, mientras bebemos una copa de cava helado.
¿Te lo imaginas, princesa? Es la noche perfecta, en la ciudad perfecta, sobre todo porque estamos juntos… Estás muy hermosa con un vestido negro con un corpiño que se ciñe a tu figura como una segunda piel. Llevabas unos zapatos con algo de tacón, pero te los has quitado al entrar en la habitación. Yo estoy vestido con un traje de chaqueta, aunque hace tiempo que la he dejado sobre el respaldo de una silla. Porque lo único que me importa eres tú. Tenemos una habitación grande, incluyendo una chimenea, en la que late un hermoso fuego… Y en el cuarto de baño nos espera una gran bañera de estilo antiguo, de esas con garras de león, en la que te he preparado un baño de espuma aromática. Ya está todo listo. Cierras las hojas del balcón, y me besas. ¡Dios, qué besos los tuyos! Siempre me dejas sin respiración…
Entras en la habitación, llevándome de la mano, y te detienes junto a la cama. “¿Me ayudas con el corpiño? Es que sola no puedo…”, me dices, con ese tono de voz mimosa que tanto me gusta. Mis manos tardan un poco en dar con el cierre, pero al final lo consigo. Con un movimiento felino y elegante, consigues que el vestido se deslice suavemente por tu espalda, y dejas que caiga en leve movimiento hasta tus pies. Yo, tan ordenado como siempre, lo recojo y lo dejo sobre el brazo del sillón…
Y te veo, semi desnuda, con tu conjunto de lencería negra, con una pequeña culotte. “Me parece injusto que yo esté ya casi desnuda, y que tú lleves encima tanta ropa…”, me dices, al mismo tiempo que empiezas a deshacer lentamente el nudo de mi corbata, y con manos expertas, te encargas de mi camisa. Hace calor en la habitación. ¿O será que me excita verte así, tan vulnerable? Los pantalones y la camisa terminan tirados por el suelo, de cualquier manera. porque tengo cosas mejores que hacer que pensar en ellos… Llevo unos bóxer de la rana Gustavo, regalo de nuestra primera cita, que muestran una enorme erección. Estoy listo para ti.  Me tomas de la mano, y juntos vamos hacia la puerta del cuarto de baño…
“¿Me ayudas a desnudarme?”, me dices. Y yo lo hago, con manos un poco temblorosas, no acierto a deshacer el corchete del sujetador, y tú te ríes… Te apoyas levemente en la bañera, mientras que yo me arrodillo a tus pies, y te quito lentamente la culotte. Estás desnuda, y vulnerable, delante de mí. Me levanto… y te beso… muy suavemente en los labios… Te abrazo, como si deseara incrustar mi cuerpo en el tuyo, hacer coincidan todas nuestras curvas. Pero tú deshaces el beso, te separas de mí, y nos metemos en la bañera…
¿Lo imaginas? ¿Puedes sentir el agua cálida, de la inmensa bañera? ¿Sientes la espuma sobre tu piel? ¿El calor, que se va apoderando lentamente de ti? Porque yo sí lo noto… Es excitante… Yo me siento lentamente, el calor va subiendo por mis piernas, llega hasta mis testículos, se apodera de mi sexo… Y tú te sientas frente a mí… El agua no llega a cubrir tus hermosos, pequeños y respingones senos, que nunca me han parecido más deseables, que levemente cubiertos por la espuma. Me acerco a ti. Con las manos desnudas, empiezo a lavarte muy dulcemente… La cara, los hombros, tus pechos… Te levantas unos segundos, para que mis manos alcancen tus caderas, tu sexo… No puedo resistir la tentación, y te beso, recorriendo fugazmente tus labios mayores, y me detengo sobre tu monte de Venus,  completamente depilado… “Mejor que dejes algo para luego…”, me dices, al mismo tiempo que me tiras un poco de espuma a la cara, y te hundes suavemente en el baño de espuma, y te acercas a mí, sonriendo… Con tus manos me lavas la cara, los hombros, los brazos, deteniéndote un poco en mis tatuajes… “Levántate”, me dices, y te hago caso… Y me lavas el pene, los testículos, las piernas… Estamos los dos solos, en la bañera, a gusto. Pero tenemos cosas mejores que hacer que quedarnos allí, ¿verdad? Pones en marcha la ducha, y nos quitamos mutuamente el jabón… Y salimos de la bañera… Y allí, mientras te seco con la gran toalla de algodón, paseo la mirada por tu menudo cuerpo…
¿Puedes sentirlo, princesa?¿Notas mi mirada? ¿Notas mis manos sobre tu cuerpo? Te atraigo hacia mí, y te beso… Tu aliento afrutado, mezcla de Lambrusco, de cava y de un no sé qué misterioso se desliza por mi garganta. Nunca te he visto más hermosa que en ese momento, iluminada por la miríada de velas del cuarto de baño y de la habitación. Un último trago de cava, compartiendo copa, y llegamos a la cama. Te tumbas en ella… Sobre las sábanas de algodón azul claro, tu cuerpo de diosa adolescente está allí. Esperándome. La cama es grande, pero a nosotros nos bastará con un espacio muy pequeño. Me quedo unos momentos mirándote. Me siento a tu lado, y tú, juguetona, abres el cajón de la mesilla de noche, y sacas un par de “roll on” de la marca Durex… Y comienza el juego…
Primero marcas sobre tu pierna izquierda un leve trazo, desde el tobillo hasta la rodilla. Y yo, obediente, me inclino sobre ti. ¿Notas el frescor del gel? ¿Notas mi lengua siguiendo el sinuoso trazo? Porque yo sí lo noto. Subo por tu pierna, con el sabor de la fresa, trazando un leve rastro sobre tu piel… Y yo, goloso, te voy dejando limpia, muy suavemente, aunque me detengo un poco para lamer el jugo en la cara interna de tu rodilla, uno de tus puntos eróticos… Y gimes, muy bajito. Me quedo con ganas de seguir lamiéndote, hasta alcanzar tu sonrosado sexo, pero respeto las normas.
Hace calor en la habitación. Ahora es mi turno. Y trazo un rumbo desde mi tobillo izquierdo hasta la cara interna de mi rodilla. Como a ti te gusta más, estoy completamente depilado…Te levantas un poquito, y como una gata golosa, empiezas a lamerme… ¿Notas el sabor a piña colada en tus papilas?¿Notas la tersura de mi piel, y cómo se desliza suavemente bajo tu lengua? Porque yo sí lo noto. Y me excita. Me haces cosquillas con la punta de la lengua, con tus labios, y me estremezco. Como una alumna aplicada, terminas el recorrido. 
Es tu turno de jugar a los maestros. Y te tumbas de nuevo a mi lado, marcando  un nuevo rumbo sobre tu piel… Directamente alrededor de tus labios mayores, sobre el clítoris, en la superficie de tu sexo, tan acogedor y sonrosado. Yo me levanto, me agacho entre tus piernas. Y comienzo a lamerte. ¿Notas mi lengua?¿Notas mis labios recorriendo el camino trazado? Voy muy lentamente, subiendo hacia mi objetivo… Tu vulva se yergue ante mí, es lo único que existe. Y mi única finalidad es darte placer… ¿Notas cómo voy jugando, con mi lengua, trazando el recorrido del deseo?¿Notas como la punta de mi lengua se introduce entre tus labios, dándote placer? ¿Notas el leve roce de mi nariz sobre tus ingles?
Y te imagino, al otro lado del teléfono, acariciándote, quizás con un pequeño jadeo. Tú eres el ama, yo tu esclavo. Poco a poco, te vas calentando más. Los movimientos circulares de tus manos se van haciendo un poco más rápidos, mientras que yo te voy lamiendo, en la distancia, y acaricio. Los mundos se mezclan… Estamos a la vez en Roma, en nuestra habitación de hotel iluminada por las velas, y en tu habitación de soltera, bajo un par de mantas, y yo, refugiado en la mía. El calor se va apoderando de ti. Gimes, muy suavemente, en mi oído… “Para….Para…”, me dices entre jadeos. Noto que estás a punto de tener un orgasmo, igual que yo… Círculos de energía recorren tu cuerpo… Y yo te sigo lamiendo, introduciendo mi lengua entre los pliegues de tu vulva… Mientras tú sigues acariciándote… Y gimes en mi oído, pero con poca fuerza… Con las manos, apartas mi cabeza de tu sexo… pero ya es demasiado tarde, mi lengua y mis dedos han conseguido su objetivo… Te dejo descansar unos instantes… Y gimes entrecortadamente… Quizás sería el momento adecuado para penetrarte… Pero prefiero continuar el juego…
Tomo mi “roll on”, y te marco un nuevo objetivo. La cicatriz de la apendicitis, y mi ombligo. Al principio, te sorprendes, pero tus labios emprenden el camino. Me estremezco al notar la punta de tu lengua sobre la cicatriz…La piel está mucho más sensible después de la operación, es como si mil terminaciones nerviosas se activasen a la vez… Una corriente eléctrica me recorre…y me excita… Y gimo. ¿Escuchas mis gemidos?¿Notas como mi respiración se acelera? Y pongo las manos sobre tu nuca… no quiero que termine ese contacto… Mi pene se yergue, desafiante… Y me acaricio mientras mi mano traza el recorrido de tu lengua… Me gustaría que me hicieras un francés, pero prefiero guardar fuerzas para luego…
Es tu turno de jugar, mientras yo voy recuperando fuerzas, tú trazas un nuevo rumbo, que va desde el valle entre tus pechos de ninfa descarada hasta tu brazo derecho… Y yo te sigo… Estoy entre tus piernas… ¿Notas el peso de mi pecho sobre tu sexo? Me encantaría penetrarte ahora, pero tenemos que seguir el juego… ¿Notas mi lengua, acariciándote? ¿Notas mis labios, sobre tus pequeños pechos? ¿Te estás acariciando, muy lentamente, mientras te hablo al oído? Escucho tus leves jadeos… ¿Lo sientes? Ya estoy lamiendo tus pezones… Juego con ellos, como si fuera un caramelo, saboreándolos intensamente, incluso te doy un pequeño mordisquito… ¿Notas mis dientes? Lo notas… y gimes en mi oído… Muy suavemente, tu respiración se acelera… Y una pequeña oleada de placer recorre tu menudo cuerpo… Mi lengua se desplaza suavemente hacia tu brazo derecho… Ya estoy por completo sobre ti… ¿Notas el peso de  mi cuerpo? ¿Notas la punta de  mi pene palpitando de deseo sobre tu vulva? Sería tan fácil penetrarte ahora, princesa… Pero todavía no ha llegado el momento…
Es mi turno de jugar… Me tumbo a tu lado… Y trazo un nuevo rumbo sobre mi cuerpo… Desde la tetilla izquierda hasta mi oreja derecha… Cambiamos de posición en la gran cama del hotel… Te has tumbado sobre mí… Noto el peso de tu cuerpo… Tu lengua, caprichosa, sigue el rumbo trazado… Y me estremezco… Mis dedos marcan el recorrido, imagino el tacto de tu lengua, de tus labios… y me estremezco de nuevo… Estoy solo en mi cama de soltero, pero puedo sentirte… Mi pene empieza a palpitar dolorosamente… El orgasmo tanto tiempo retenido empieza a dolerme… Dejo de acariciarme un momento… Mientras jadeo… ¿Tú también lo sientes, princesa? ¿Tú también te estás acariciando? Porque escucho tus jadeos…
Los dos estamos muy excitados…Nos estamos dejando llevar por el juego… Ya no existe la distancia… Solo tu cuerpo sobre el mío… Lentamente, has ido reptando sobre mi cuerpo… Y me estás besando… Mientras con mano experta me guías entre tus labios mayores… Y te dejas resbalar suavemente… Y con la misma suavidad, me voy deslizando dentro de ti… Estás perfectamente lubricada… ¿Me notas, entrando lentamente dentro de ti? Porque yo puedo verte perfectamente, sentir el peso de tu cuerpo, mientras me sigo acariciando…
Nuestros cuerpos se amoldan perfectamente… ¿Notas como mi pene se abre camino, distendiendo levemente los músculos de tu vagina? ¿Notas la presión de mi miembro, mientras empiezas a cabalgarme? Eres una experta amazona… Mis dedos se cierran sobre mi pene… Mientras te imagino… Empiezas a moverte suavemente… El movimiento me excita más… Te escucho gemir al otro lado del teléfono… Siento tus labios sobre los míos, mientras me cabalgas como experta amazona…Dentro, fuera, la contradanza… Sé que podría correrme ahora, noto oleadas de placer desde mi sexo… Pero como soy un poco tradicional, aprovecho uno de tus movimientos para descabalgarte… Al principio, protestas… Pero enseguida, volvemos al juego…
Estoy tumbado encima de ti… Tu sexo palpita furiosamente… Tienes la necesidad de sentirme de nuevo dentro de ti… Y no te voy a decepcionar, pero déjame descansar unos momentos… Te miro con dulzura a los ojos, tus inmensos ojos marrones que se han convertido en todo mi firmamento… Mi boca busca la tuya… Y en el mismo momento en que empiezo a penetrarte, silencio tus jadeos con un beso…
¿Notas como mi pene va entrando suavemente dentro de ti?¿Notas cómo voy entrando, lentamente, centímetro a centímetro, y cómo tu vagina se va cerrando en torno a él? Tus dedos siguen acariciándote, expertos, recorriendo tu sexo, mientras yo te hablo muy suavemente al oído, y pronuncio tu nombre en voz queda… Con mis labios, silencio otro de tus jadeos… ¿Notas el peso de mi cuerpo sobre el tuyo?¿Notas mis manos esparciendo tu melena negra sobre la almohada?¿Notas cómo empiezo a deslizarme lentamente, dentro y fuera de tu cuerpo, hasta el punto de salir casi completamente, para luego volver a entrar? Mis brazos están extendidos a ambos lados de tu cabeza… para no aplastarte con mi peso… Nuestras bocas se buscan… Se suman nuestros jadeos…
El ritmo se acelera lentamente… Pero sigue siendo un placentero tormento… Escucho tus jadeos, esta vez más fuertes, al otro lado del teléfono… La excitación va creciendo en tu interior… Tus dedos trabajan lentamente tu cuerpo, y dos de ellos se introducen en tu vagina… Mientras te imaginas que soy yo… Yo me sigo acariciando, escuchando tu voz, mientras te sigo describiendo lo que hacemos en aquella habitación…
El ritmo se acelera… Escucho tus jadeos… Y me excito… Te imagino debajo de mí… Noto tus labios sobre los míos… Mis dedos conocen el camino… Mi pene empieza a palpitar, dolorosamente… Llega el orgasmo… Tú también estás muy excitada… Jadeas… Escucho tus jadeos… Y todo se funde… Nuestras camas de noventa… La oscuridad… El silencio de la noche… La habitación de Roma… Tu cuerpo… Mi cuerpo… Nuestros cuerpos… Y justo cuando ya no puedo más, te escucho gemir con más fuerza… Ha llegado el momento… No puedo aguantar por más tiempo la tensión… Y noto cómo me corro… Dentro y fuera de ti… Dentro y fuera del espacio y del tiempo…
Alcanzamos el orgasmo a la par… Y eso que dicen que los orgasmos simultáneos no existen… Noto la humedad sobre mis ingles… Y la dejo extenderse… Mientras te escucho retomar lentamente el aliento… Durante unos momentos, tal vez fueran minutos, qué se yo, solo se escucha tu respiración acelerada al otro lado del teléfono… Sé que debería limpiarme, pero no me importa… Porque acabamos de hacer el amor… Por vez primera…
Tu respiración se tranquiliza… Casi puedo verte, dentro de la cama, tapada por un par de mantas, para combatir el frío del otoño… Pero sigo notando tu cuerpo debajo del mío… Y noto como mi pene se va encogiendo… Dejo de acariciarme, y solamente te escucho…
Terminó nuestra primera experiencia de sexo telefónico… Y nunca me he sentido más cerca de ella que en aquella fría noche del mes de noviembre… Porque los dos nos dejamos llevar por el deseo… Y por la imaginación… Y eso es lo único que cuenta… Aunque sigo deseando hacer el amor con ella… Más que nunca…

jueves, 12 de julio de 2012

LOS AMANTES...

Fue todo muy diferente a lo que ambos habían soñado tantas y tantas veces... Lo primero de todo, en el estrecho abrazo, sus bocas se buscaron una y otra vez, con glotonería infinita, intentado recuperar el tiempo perdido, que parecía ser toda su vida hasta aquél momento mágico... Luego, sin aliento, se separaban, para gozar de la presencia del amado, y se miraban a los ojos, todavía sin creer lo que estaban viviendo, en tanto sus manos buscaban con avidez el tacto del cuerpo del otro... Entonces, ella le tomó de la mano, y lo condujo al interior del dormitorio...

Las ropas de ambos quedaron esparcidas por la estancia, en tanto sus manos, febriles, ansiosas, recorrían el cuerpo del otro... Ismael sonrió... Los amantes se encontraron sobre la cama de frescas sábanas de lino, sin apenas darse cuenta... Y entonces, el sueño, imposible, de toda su vida, se hizo realidad...

Las manos de Ismael fueron recorriendo, sabias y diligentes, el cuerpo de la mujer, con dedicación y suavidad extremas, al igual que el jardinero acaricia la más bella rosa de su jardín... Las palabras sobraban...

Claudia, que creía conocer lo que era un hombre a través de la relación que había tenido durante aquellos años con su marido, se encontró de repente haciendo y sintiendo algo que jamás habría creído que existiera... Se había desdoblado y se observaba incrédula, sin acabar de entender que ella fuera la que estaba viviendo aquellas sensaciones...

Ismael, como el sembrador que trabaja un campo recién arado, preparándolo para la siembra, se afanaba explorando dulcemente las cuevas umbrías de su cuerpo... Oleadas rítmicas de un placer infinito iban acometiendo su vientre cada vez con más exigencia, un horizonte de arpegios mágicos y una sinfonía de colores nuevos se iban abriendo ante los ojos de su alma, y creyó que iba a morir...

Ella fue consciente de que sus manos sujetaban la cintura del amado, y de que sus dedos se clavaban en ella, atrayéndolo con fuerza... Súbitamente, la estancia se inundó de luz, el río de su amor se desbordó y el momento mágico, tanto tiempo deseado, pareció suspenderse en el tiempo...

Los ojos de la mujer estaban arrasados en lágrimas, entremezcladas de amor y de gratitud... En aquel instante pensó que valía la pena haber nacido... que si aquella dicha se prolongaba en la eternidad, ya conocía el cielo en la tierra... y que poco o nada le importaba lo que sucediera el día de mañana... Luego la invadió un llanto agradecido y convulso, y al mismo tiempo que lo besaba con infinita ternura, sus labios repitieron una y otra vez el nombre de su amado...

viernes, 9 de septiembre de 2011

NADA QUE ESCONDER..

"E

stoy segura de que puedes hacerme un book de fotos hermosas...", me dices, una tarde de viernes... "Nos podemos poner a trabajar juntos, yo con mi cuerpo, y tú, con tu mirada, con tu cámara que acaricia mi piel..." ¿Y cómo iba yo a negarme? Daba igual que yo tuviera planes para ese domingo, cuando España se jugaba el ser campeones del Mundo de fútbol, ni que hubiera quedado con los amigos para ver el partido en casa de Isidro, con su enorme televisión de plasma... Estabas tan segura de ti misma, de la fortaleza magnética de tu presencia, que ni siquiera me lo preguntaste...  Y aquí estoy, a las cinco de la tarde de un domingo de julio, con todo el estudio preparado, ajustando luces, espejos, focos, cámaras, aunque trabajo con soporte digital casi siempre, me gusta conservar negativos, y por eso el "back-up" lo hago con mi vieja Yashica Minister D... Todo está listo, y solo me faltas tú, como decían los Hombres G...



Estoy nervioso, lo reconozco, porque en el fondo, llevo años preparando esta sesión contigo... Estudiando el lenguaje secreto del cuerpo, de la luz y de la sombra, empapándome de Man Ray y de Salgado, mis dos ídolos, junto a Robert Cappa... He perdido la cuenta de los desnudos que he fotografiado, de las mujeres que han ido desvelando, poco a poco, sus secretos delante de mis ojos... "Los desnudos más elegantes y sugerentes del año", ese fue el premio que me entregaron el año pasado los representantes de la asociación de fotógrafos iberoamericanos...



Sigo pensando que el único truco es distinguir los límites del erotismo: resulta más hermoso insinuar que mostrar directamente, por eso, y sin importar aquellas partes del cuerpo que queden al descubierto entre foto y foto, deseo mantener un aire casi asexuado con todas mis modelos... Es cierto, tengo mis preferencias: me gustan las mujeres menudas, de largo pelo negro azabache, labios turgentes, pechos firmes, cintura proporcionada, nalgas firmes, piernas largas... Por lo que en cierta manera, a través de todas aquellas mujeres, he aprendido a sacar el máximo partido de tu belleza... Tal vez por eso estoy esperando con tanta ilusión que vengas esta tarde a mi estudio... Y al mismo tiempo, una secreta inquietud me perturba...



Ya lo tengo todo preparado... Desde el biombo de lino para que te cambies, hasta los percheros para que cuelgues tu ropa... También está listo el "attrezzo": el sillón de orejas, la cama redonda con las sábanas de lino recién cambiadas, los taburetes, las sillas, la chimenea encendida... Medio estudio dedicado exclusivamente a crear un entorno cálido... para amparar precisamente el secreto de la desnudez...



Sí, en efecto, soy un fotógrafo de desnudos femeninos, y aunque me lo han propuesto, jamás he aceptado fotografiar a un hombre... En todos estos años, decenas de mujeres, unas veces solas, otras con algún ayudante que ha permanecido en la salita, tomando un café, han ido desvelando suavemente sus secretos... Erotismo “naíf”, llámalo como tú quieras...



Pero de todas formas, hoy, cuando has llamado a mi puerta, puntual como los trenes italianos, con ese ligero vestido de verano, el pelo suelto sobre los hombros, casi sin maquillaje, con tus sandalias de cuero anudadas al tobillo, una pequeña bolsa de lona al hombro y tus profundos y sonrientes ojos negros... cuando te has acercado para besarme, y has rozado mis labios... y me has acariciado el cuello, preguntándome, en todo burlón, si estaba listo... mientras seguías tu camino... me he quedado sin palabras...



¡Por los dioses del Olimpo, que nunca he visto una mujer más hermosa! ¡Por Afrodita, que esta sesión es la más importante de mi vida! Y sin embargo, cuando has salido de detrás del biombo, con un albornoz de rizo blanco (que seguramente traías en la bolsa de lona), mi corazón se ha saltado un latido cuando has levantado muy lentamente la cabeza y, en el mejor estilo de Norma Jean Baker, me has lanzado un beso... Cuerpo de mujer tanto tiempo amada y deseada en silencio... Amiga distante que derriba las últimas barreras... Cortejo silencioso de la exposición del cuerpo... Diosa que se muestra en su gloriosa sencillez...



Si no fuera por la cámara… no podría realizar mi trabajo, porque no me atrevo a mirarte directamente a los ojos mientras te voy impartiendo instrucciones precisas, y tú respondes con languidez... Si no fuera porque me repito constantemente "eres un profesional, eres un profesional..." igual terminaba cayendo en tus redes... En cierto modo, Carmen, eres precisamente como siempre te imaginé, desde tu largo cuello de garza (que me muero por besar), hasta la pequeña herida (artroscopia, me dices) en la rodilla derecha... y curiosamente, lo que más me fascina son tus manos (no son tan grandes como tú dices) y tus pies (con el dedo meñique izquierdo ligeramente doblado)...



Ha pasado casi dos horas desde que empezamos la sesión, y hemos trabajado sin parar... Más de doscientas fotos digitales, y dos carretes en blanco y negro... Ahora, cuando prácticamente me conozco de memoria tu cuerpo, y si esto fuera posible, me tienes mucho más fascinado que hace diez años, cuando nos conocimos... Te has subido al taburete, sin mirarme apenas... ¿Será que te intimida mi presencia, después de tantas fotos? Tienes la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás y a la izquierda, en una postura ligeramente extraña pero de todas formas fascinante... Y justo cuando acabo de hacerte la que tal vez sea la última foto, me dices, con esa voz ligeramente ronca que te caracteriza... "Si quieres, puedes besarme..." Y yo me quedo sin palabras...



Y te sigo haciendo fotos, me refugio en la cámara, detrás del objetivo, aunque mi corazón late como un caballo desbocado... ¿Besarte, yo, que posiblemente mataría por ti? Y la cámara sigue recogiendo tus movimientos... Cómo te levantas, despacito, del taburete... Cómo te vas acercando a mí, con el primer paso, exhibiendo tu perfecta desnudez... Un momento capturado en el tiempo, cuando inclinas suavemente la cabeza a la izquierda, a un paso de mí... El primer plano de tu pecho izquierdo, con el pequeño lunar que siempre he querido besar...



Y de repente, estás a mi lado, levantas suavemente la cámara, separándola de mi pecho, y la deslizas hacia arriba… Luego, empiezas a desabrocharme la camisa, me besas levemente… Y en ese momento, compruebo que no voy a poder resistirme más tiempo… Es entonces cuando levantas el índice mi barbilla, me besas en los labios, y tu aliento, levemente perfumado por el regaliz, desciende por mi garganta...



Es cierto, tengo por norma el no acostarme jamás con mis modelos... En mantener siempre el trabajo separado de los sentimientos y de las pasiones… En eso se basa precisamente mi éxito, en que soy capaz de actuar siempre con profesionalidad, de respetar la intimidad y crear un ambiente mágico... Pero contigo, Carmen, estoy más que dispuesto a hacer una excepción...



Y aquella tarde de domingo, la terminamos, perezosos y sin ropa (al final, fuiste tú la que me desnudó, una experiencia que me gustaría repetir...), en la cama redonda con sábanas de lino... y mientras España entera celebra el gol de la prórroga, nosotros nos miramos, segundos antes de cerrar los ojos, y fundirnos en otro beso...



DOBLE TABÚ

Me despierto en mitad de la noche, sobresaltado… aunque la puerta está arreglada y no hace ruido, sé que no estoy solo en la habitación… Segundos más tarde, escucho una voz con la que llevo soñando mucho tiempo, y que dice justo las palabras que yo ansiaba oír: “¿Me dejas tumbarme a tu lado, grandullón? Creo que la cama es lo bastante grande para los dos…” Le dejo espacio, y noto que se acomoda a mi lado… “Seguro que no me esperabas…”, me dice en un susurro… “He estado a punto de no venir, pero también he pensado que era mejor aprovechar la oportunidad… pues cualquiera sabe qué otro momento vamos a tener…”
No soporto permanecer a oscuras, sentirla a mi lado, y no verle la cara, ni su precioso cuerpo… “¿Te importa si enciendo al gato?” y, como no me responde, así lo hago… Las tonalidades de su cuerpo, desde el imposible azul de sus ojos hasta su larga melena rubia, contrastan con su piel completamente morena… Solo lleva puesto un camisoncito de verano de color naranja, y un minúsculo tanga de color verde lima… “Veo que te alegras de verme…”, dice, poniendo la mano sobre mis bóxers, y sonríe al notar mi reacción… Juguetona, como siempre imaginé, me pide que la ayude a poner una toalla sobre la cama, para no dejar huellas, y luego…

Luego… hicimos el amor… de formas muy distintas a las que un varón heterosexual casado de mediana edad podía imaginar… Su cuerpo es diminuto, cincelado con el mayor mimo por la misma Afrodita, para aquella noche en concreto… Hace muchos años que nos conocemos, casi puede decirse que la he visto crecer, pero hasta aquella lejana ocasión en la que le regalamos un par de bikinis por su cumpleaños, y un par de días después se lo puso en la piscina, yo no fui más lejos que la relación de parentesco con mi mujer… lo que evidentemente la convertía en un tabú por partida doble: por estar yo casado… y ser ella su hermana pequeña…

Pero, claro está, y como a cualquier varón heterosexual (los gays aquí no cuentan), se me iban los ojos detrás de ella, de Noelia, cuando íbamos al pueblo en verano o en Semana Santa, y ella venía a pasar algunos días en casa de sus padres, porque estaba estudiando en Sevilla… No sé, cuando más cerca estuve de perder la cabeza, fue cuando la sorprendí secándose después de la ducha (no tenía ni idea de que el baño estuviera ocupado)… O los días que estuvo en nuestra casa, en Madrid, cuando al madrugar los dos, la vi salir del baño envuelta en las toallas naranjas… Desde entonces, no las he vuelto a mirar con indiferencia…

Supongo que era cuestión de tiempo y de oportunidad: el viaje al pueblo, para descansar de Madrid, pero con el portátil para seguir escribiendo… Las jornadas de abstinencia por una regla con muy mala leche… Que nuestra vida sexual fuera tan previsible (jueves y sábados, pero casi siempre, sábados) la volvía a ella mucho más deseable…

El calor en las habitaciones según avanza la noche… La constante tentación de abrir su puerta, y verla dormir desde el pasillo, iluminada por la luz de la luna (una de mis imágenes fetiche)… Por supuesto, el que ella viviera con su novio durante el año le restaba interés, pero de todas formas, nunca me he planteado otra cosa que jugar al juego más peligroso del mundo… Noelia tiene diez años menos que Claudia, mi mujer, pero nuestras vidas no se habían cruzado mucho en la última década…

Y ahora, precisamente esta noche, a la luz del gato de falso cristal de Murano, la admiro, una Valkiria, cabalgándome como en un rodeo del salvaje oeste (y tiene mucho de salvaje)… luego cambiamos de posturas… descansamos… Y ella se pone de nuevo su camisón, mientras se lleva la toalla incriminadora al cesto de la ropa sucia…

No hemos hablado casi nada en toda la noche, sobre todo por la presión añadida de ser mi habitación colindante con la de mis suegros… Verla gemir sobre mí en sordina, o entre mis brazos, algunos suaves mordisquitos en el lóbulo de las orejas, algún furtivo chupetón, pero muy pequeño… Nuestra finalidad era, al menos por mi parte, hacer realidad un sueño erótico… y por la suya… tal vez el comprobar si yo era tan bueno en la cama como su hermana comentaba (espero no haberla defraudado)…

Apagué el gato sobre las cinco de la madrugada, cuando Noelia ya se había marchado, y traté de dormir un poco, puesto que precisamente aquella jornada teníamos previsto ir a Chipiona, a pasar el día, con mis suegros, en la playa… Menos mal que yo no iba a conducir… Cogí el sueño muy profundo, tanto, que cuando llamaron a la puerta para despertarme, no tenía claro ni dónde estaba, ni quién era, ni si había sido sueño o realidad… pero rezando por que hubiera sido real…

Menos mal que metí la mano debajo de mi almohada: allí encontré el minúsculo tanguita de Noelia… Me acerqué a ella en la cocina, con el tanguita metido en el bolsillo del pantalón, pero ella me dijo en voz baja: “Un souvenir… Si quieres, te puedes llevar el semáforo completo… en las noches que te quedan…”

Ni entonces, ni ahora, me he sentido culpable o avergonzado por lo que sucedió aquella noche, la del tanguita verde lima… pero no tengo muy claro cómo tomarme su comentario: “No me has decepcionado… para ser tan mayor…” ¡Pero si solo le saco diez años!

Y en cuanto a si tengo o no la colección completa de tanguitas… es algo que dejo a la imaginación del lector…

NADA QUE PERDER

No recuerdo demasiado bien cuando me di cuenta, por primera vez, del extraño sentimiento que estaba naciendo en mi pecho... La respiración se me acelera cuando pienso en ti, y casi juraría que mi corazón late con más fuerza si estás a mi lado... Pero lo que más me sorprende es el cambio, gradual, que se ha ido produciendo en mí, durante los últimos meses...


Es cierto, somos amigos desde hace décadas, hemos pasado juntos por multitud de pequeñas pruebas: amores confusos que sin embargo nunca nos han unido como pareja, decepciones y tristezas, desengaños y alegrías... Tantas cosas, y sin embargo... sin embargo, siempre han existido unos límites muy claros entre el "quiero" y el "puedo"... entre el "deseo" y la "realidad"... Pero creo que ha llegado el momento de romper las barreras, tender los puentes que me pueden acercar a ti...


Por eso te he llamado por teléfono, y te he propuesto que hiciéramos una sesión de fotos, justamente aquél domingo en que España se lo juega todo en las finales del mundial... Tú, como futbolero empedernido, es evidente que podrías haberme dicho que no... aquella ha sido, en cierto modo, la primera prueba de tu interés por mí...


Estoy nerviosa... Aunque he tenido algunas experiencias sexuales extremadamente placenteras durante estos años, va a ser la primera vez que me desnudo delante de ti... Eres un fotógrafo de reconocido prestigio, y durante todos los años que te has dedicado a la profesión, estoy segura de que habrás conocido a muchísimas mujeres más hermosas que yo... pero algo me dice que me estabas esperando...


Es una sensación muy extraña, sabes... El ser plenamente consciente de que esta tarde, con casi total seguridad, se va a cumplir uno de tus más inconfesables deseos: el verme desnuda delante de ti... Antes de acudir a la cita, me he pasado casi toda la mañana con los últimos retoques: mascarillas exfoliantes, crema hidratante perfumada por todo el cuerpo, un toque de anti-ojeras, darle un repaso a mis ingles, completamente depiladas, elegir un minúsculo tanga del mismo color que mi piel bronceada... Incluso he cogido el mismo albornoz con el que, hace muchos años, me sorprendiste al salir de la ducha en casa de Amparo, aquella tarde que habíamos quedado los tres antes de estudiar...


Estoy bastante segura de mí misma, Pablo, sé que el paso del tiempo me ha tratado bien, y recuerdo tus fugaces miradas cuando coincidimos en el spa hace un par de meses... No podías quitarme los ojos de encima, lo sé... Aunque también es cierto que yo me encontraba en la misma situación... Ese flequillo rebelde que caía sobre tu cara, tapándote parte del ojo izquierdo... Tu cuerpo, fuerte pero sin resultar agresivo... Los abdominales bien definidos... Y me sorprendió mucho comprobar que te depilabas las piernas... nunca lo habría imaginado de ti...


Como tampoco supuse que me costaría tanto salir de detrás del biombo, vestida exclusivamente con el albornoz... y el minúsculo tanga... Y sin embargo, el té de jazmín que compartimos al llegar a tu estudio, la música, suave (creo que era "Café del Mar"), y sobre todo tu voz, suave y profunda a la vez, consiguieron que me relajase... Como recuerdo tu fascinación por Marilyn Monroe, he practicado algunas veces (vale, más de veinte) frente al espejo la forma más adecuada de dejarlo caer a mis pies, sacando el máximo partido de mis hermosos pechos (quizás un poco pequeños para mi gusto, pero creo que una 95B tampoco está mal), y dejando que resbalase perezoso por mis piernas, terminando hecho un rebujo a mis pies...


Tu voz, y sobre todo tu manera de mirarme, han conseguido que me sintiera cómoda contigo, y por eso, durante casi dos horas, hemos formado parte de un extraño círculo de confianza... porque de todas formas, yo no tenía nada que perder... ni nada que esconder... Aunque me he decidido a tomar la iniciativa casi al final del circuito que, amorosamente, habías preparado para mí: al subir al taburete, porque me ofrecía la ocasión perfecta para jugar mis cartas de manera sincera...


Es cierto, mi intención al concertar la cita era, por encima de todo, el demostrarte mi amor por ti, conseguir que se derribase por fin la última barrera... aunque durante nuestras lecciones de tango de los jueves, creo que has llegado a conocer muy bien mi cuerpo... Por eso, cuando has terminado la que, sin tú saberlo, sería la última foto de la sesión, te he dicho, con la voz un poco ronca... "Si quieres, puedes besarme..."


Tu reacción ha sido más o menos la que yo esperaba... Y no deja de tener un poco de gracia la manera en que te has tratado de sumir de nuevo en la rutina, haciéndome fotos incluso cuando, al bajar del taburete, he desatado los cordones del minúsculo tanga, ofreciéndome por completo a las caricias de tu cámara... Incluso he pensado, por unos momentos, que quizás me había equivocado, que la mirada de deseo del spa y de las clases de tango era un error, una fatal metedura de pata por mi parte... Y el espacio parecía dilatarse mientras me iba acercando a ti...


Pero luego, cuando te he besado, cerrándolos ojos, decidida a por lo menos obtener aquél trofeo antes de dar media vuelta... Tus labios se han abierto como una flor con el amanecer, y tu cuerpo ha respondido a los deseos del mío, al abrazarte... Hemos terminado abrazándonos en la gran cama redonda, con sábanas de lino, que utilizas para algunas de tus fotos... Y en el preciso momento en que La Roja se proclamaba campeona del mundo, nuestros gemidos se han alzado al cielo...