viernes, 30 de marzo de 2012

LA ESCAPADA DEL QUINCE DE MAYO

¿Quién puede juzgarles, cuando solamente han perseguido un sueño? ¿Acaso tú puedes realmente, después de tantos días, horas, semanas y meses... después de tantos sentimientos descubiertos, en lo más profundo de sus corazones, y que de repente han subido a la superficie, de un día para otro... acaso puedes tú sentirte moralmente superior, y condenarles?


Es cierto que al principio, todo fue una historia de amor virtual, nacida en la red, a través de una amiga, por lo tanto, hija del azar... y quien sabe, si del destino... ¿Dos almas antiguas que se vuelven a encontrar? Creo que es la única explicación válida, sin importar que decenas de películas, miles de canciones, y quién sabe cuántos libros o poemas, puedan servir de pretexto... Pero también para estos dos amantes, como tantos otros anteriormente, y otros muchos después, sólo existen sus sentimientos, el hecho de descubrir tantas cosas en común, que les parece imposible no haberse encontrado antes, hasta aquél periodo en el que la vida no les ofrece, por desgracia, otro camino que el de permanecer fieles: a su familia, a los convencionalismos, a las comodidades, a sus parejas, a sus amores, a sus deberes... y a todas las pequeñas cosas que forman la rutina...


Sin embargo, en su imaginación, ellos son libres... y también, en la web...Es cierto, él es más viejo que ella, seis años nada más, y trabaja en un centro para niños especiales: con enormes cantidades de amor, de juegos, de actividades al aire libre, consigue, muchas veces, devolverles las ganas de vivir... Los niños proceden, casi todos, de familias destruídas, en las cuales la violencia, el sufrimiento, la desesperación, han sembrado de tristeza su vida, borrándoles, para siempre, la sonrisa... Él está casado, tiene una hija de veinte años, una casa medio pagada, y una mujer a quien no está muy seguro de seguir amando... Se llama Valentín, vive en Toledo, y nació un catorce de febrero, una explicación más que suficiente para su carácter tan especial, una peligrosa mezcla de pragmatismo... y de romanticismo...

Ella se llama Valentina... y también por casualidad, ha nacido un catorce de febrero... Trabaja en París, en una oficina que es a su vez una filial de la BNP, en el departamento jurídico... Valentina dedica por lo tanto, casi toda su jornada al estudio de ficheros, informes, facturas, exponiéndose al mismo tiempo a mil tristezas y desesperaciones... Cuando sale de la oficina y vuelve a casa que comparte con su marido (un prestigioso cirujano... pero un esposo y un amigo mediocre) y con su gato. Su hino, Adrián, está terminando el instituto en Suiza...

En efecto, son tan parecidos, pero al mismo tiempo tan distintos, que el hecho de encontrarse eram sobre todo, una cuestión de tiempo... Valentín y Valentina... Sin embargo, fue la sobrina de Valentín quien les puso en contacto, a través del caralibro... María, diecisiete años, fan de Pink Floyd y de Nino Bravo, con dos canarios (Tweet y Tweety), y una tortuga (Burocracia), también es una romántica empedernida: ella tiene la "culpa" de esta relación ilícita, que empieza a dar frutos desde el intercambio de las primeras fotos, de las primeras canciones.. "Señor, es cierto que tiene unos ojos preciosos", piensa Valentina... "Podría enamorarme de esa sonrisa", afirma Valentín... Y después de los ojos y la sonrisa, vino el resto: los brazos, las orejas, la pequeña nariz de Valentina, pero sobre todo, ese aire de eterna adolescente... y la cara, las manos, de Valentín, con ese aire de rufián un poco envejecido...

Al principio, sus conversaciones eran completamente intrascendentes, sobre literatura, cine, deportes, ocio... pero lentamente, sin darse cuenta, descubrieron sus pasiones comunes: el mar... la literatura... y después, el amor... ¿Quién se acuerda, realmente, del comienzo de una relación? ¿Del momento en que una amistad sincera se convierte, realmente, en el principio de un amor? De cualquier modo, ni Valentín ni Valentina se dieron cuenta... hasta el momento en el cual Valentín empezó a sonreir, en su trabajo, cada vez que recordaba su cara... o cuando Valentina se da cuenta de que su humor cambiaba cada tarde, según se acercaban las siete... pensando en entrar en el caralibro y en mandarle el pequeño y absurdo mensaje: "¿TAS?", para que él respondiese "TOI"...

Al final, Valentín aceptó que ese extraño sentimiento que le obligaba a sonreir, a soñar, a olvidar pequeñas cosas, tenía sin embargo un pequeño nombre muy fácil de recordar: amor... Se había enamorado de ella, pero no era esa sensación imperiosa que había destruido su corazon tantas veces... ni mucho menos... Era más bien esa complicidad, nacida de la experiencia, de la desilusión, de las pequeñas decepciones cotidianas... Le tocaba a él, por lo tanto, efectuar el primer movimiento, expresar lo que sentía con un "Valentina, sabes... creo que me he enamorado de tí... de tu carácter... de tu personalidad... de tus ojos... Me fascinas..."

¡Dios mío, lo largos que fueron aquellos minutos, antes de obtener su respuesta! y esta fue: Yo también... Al menos, ella respondió con prudencia, pues se trataba evidentemente de una situación muy complicada... Es cierto que Valentina ya no era feliz con su marido, que la relación atravesaba un momento especialmente complicado... Y que lo mismo podía decirse de Valentín... Siguieron por lo tanto con su amistad, con las canciones, los mensajitos, como los adolescentes que, habiendo superado el momento más difícil, saben que el resto del camino será más agradable y placentero... Las palabras más complicadas ya habían abandonado sus labios, y el resto del camino sería más fácil, pues los sentimientos más complicados ya habían sido expuestos bajo la luz de la Razón y la Tradición, de la Moral, de la Dignidad...pero sin resolver por ello sus problemas, ni modificar su vida... y dependiendo, cada día un poco más, de los mintutos arrancados al sueño para estar juntos...

Algunas semanas después, Valentín lanzó la bomba: "¿Y si nos vemos en San Sebastián? Es una ciudad maravillosa... Solamente un viaje cortito, ida y vuelta en el día, con un billete low-cost... Piensa en ello, sería una forma muy hermosa de reconocerse..." Decir que Valentina se sobresaltó al leer aquellas líneas, sería quedarse corto... si bien es cierto que la idea no carecía de atractivo... De todas formas, respondió: "¿Estás loco? ¡Es cierto, los dos estamos casados... pero cada uno con su pareja, y no entre nosotros!"... Mas pese a todo, la idea empezaba a gustarle...

A principios de abril, con los primeros atisbos de la primavera, las primeras flores aparecen en el Bois de Boulogne, más o menos el mismo día que Valentina decide que está hartta de su marido (que la ignora), de su hijo (siempre ausente), de su jefe (un auténtico imbécil... característica al parecer muy común)... Y por todo ese conjunto de razones, Valentina le envió un mensaje a su enamorado: "¿Podrías reunirte conmigo en San Sebastián, el quince de mayo? Ya te he comprado el billete, y te lo he mandado por mail, los dos llegaremos a las ocho de la mañana... Y volveremos a nuestras vidas con el de las diez y media de la noche... El resto del día, lo pasaremos juntos..." Os podréis imaginar su respuesta, ¿no?... "Allí estaré..."

Los días pasan, lentos, grises, aburridos, salvo los momentos, más bien las horas, que pasaban hablando de todo y de nada, de la extraña sensación de conocerse desde hace mucho tiempo, en otra vida, de la impresión de haber vivido y envejecido juntos, quién sabe... Dos almas gemelas que se vuelven a encontrar, una vez más...

Y el decimoquinto día del mes de mayo, San Isidro para más señas, llegó finalmente para Valentín y Valentina... Al principio, la situación era ligeramente cómica, pues ninguno de los dos se atrevía a acercarse demasiado al otro... Fue por lo tanto un intercambio de miradas, los dos con un extraño brillo en los ojos, mas al final, fue Valentina quien se acercó a él, besándole en las mejillas, y diciendo: "Pareces mucho más joven con esa luz..." El día era magnífico, la ciudad se había engalanado para los amantes, y el sol lucía espléndido... en los ojos de Valentín... y de Valentina...

Fue un día memorable, caminando de la mano, a lo largo de la Playa de la Concha, mirando escaparates, admirando el encanto señorial de las tiendas de lujo, el ambiente decadente de algunas tabernas, bebiendo "txiquitos" y disfrutando de la gastronomía local... Y buscando refugio en una encantadora pensión, que ambos conocían de otro viaje, durante varias horas de una tarde de primavera... Hace años que ninguno de ellos se desnudaba delante de otra persona, pero entre caricias, y besos, terminó en el suelo la última prenda de ropa... Y buscaron refugio entre las sábanas... Amándose como si no hubiera un mañana, pero a la vez, como un regreso al pasado... Y terminando su aventura bajo la ducha, para después secarse con mimo el uno al otro, y en aquél momento, recuperar el pudor... Dos almas gemelas que, habiendo tocado el paraíso durante doce horas, tenían que separarse una vez más... con un beso en los labios, en el último momento... y el recuerdo del cuerpo del otro en sus brazos, del calor de su piel, para el resto de sus vidas...

¿Quién puede entonces juzgarlos, por su pequeña escapada hacia el País Vasco? ¿Quién tiene el derecho de establecer los límites de la moralidad? ¿Y si por esas horas de comunión, de intercambio, han conseguido equilibrar sus universos? ¿Si con esta comunión de las almas entre las sábanas, han fortalecido, para siempre, su amor? Es cierto que todavía son jóvenes, y que se reunirán otras veces, en París, con la familia, pues Valentín se acuerda de las crépes que ha comido hace más de veinte años, al pié de la Torre Eiffel... Quién sabe, igual sus hijos se hacen amigos... Y ellos seguirán hablando, de todo y de nada, en la web...
Pero siempre se acordarán de aquella escapada del quince de mayo... de ese día perfecto que han compartido en una ciudad maravillosa: San Sebastián... y de haber confirmado que las almas antiguas pueden, a veces, volver a encontrarse...

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