miércoles, 21 de septiembre de 2011

NATALIA, EN EL ESPEJO...

Natalia es una mujer de éxito... Trabaja en una prestigiosa empresa de consultoría estratégica, y su especialidad son las fusiones y su impacto en la imagen corporativa... También interviene ocasionalmente como "head hunter", cazatalentos en español, pero solo en los casos de captación de altos directivos...

Con treinta y pocos años de edad, el ser una auténtica belleza le suele traer muchos problemas, puesto que en algunas negociaciones, los clientes están más pendientes de sus largas, larguísimas y bien torneadas piernas, o de sus hermosos pechos (al menos, eso dicen los entendidos en la materia), por lo que casi siempre viste con traje de chaqueta de estilo vagamente masculino, y con la holgura suficiente para que no interfiera en su trabajo... Los fines de semana, o aquellas noches en las que se queda en casa, los zapatos de tacón y demás complementos se quedan recogidos en el armario... y se pasa el tiempo en chándal, mirando la tele, o leyendo, con su gato Boris en el regazo... Incluso sus pijamas son más funcionales y cómodos que atractivos... menos cuando tiene invitados en casa, sobre todo si se quedan a dormir... en su habitación... lo que no sucede con mucha frecuencia, puesto que le molesta compartir su cama...

Durante los últimos cuatro años que lleva en la consultoría, Natalia ha trabajado mucho, en ocasiones, más de catorce horas diarias, sábados incluidos, para llegar precisamente al lugar en el que ahora se encuentra: le han propuesto el cargo de Vicepresidenta en el departamento de intermediación bancaria, y su primer reto es el de mejorar la imagen corporativa de una entidad, que se ha visto salpicada por el interminable "caso Gürtel"... Han pasado cuatro años desde su ingreso, y su ascenso ha sido lento, pero seguro...

Aunque por supuesto, ha tenido que renunciar a muchas cosas por el camino... Cuando entra en la oficina, es consciente de los comentarios que se realizan a su alrededor... Las mujeres hablan... y mucho... "¿Has visto el collar de perlas que le ha regalado su novio? Tiene que costar miles de euros.." "Mira... fíjate bien en su cuello... ¿Has visto el pequeño chupetón? Su chico es muy mimoso..." "La envidio: tiene la vida perfecta... Un buen puesto de trabajo... Una vida social intensa... Un novio muy detallista... ¿Recuerdas el ramo de flores que le mandó el mes pasado?" Y los hombres, bueno... se fijan en otras cosas... En su físico, apenas disimulado por algunas prendas... En su forma de vestir, correcta, elegante... Y, por supuesto, envidian a su novio... De alguna manera, el mismo hecho de que Natalia sea un coto vedado de caza, hace que la respeten más...

Y durante toda la interminable jornada, Natalia actúa correctamente, con "gran profesionalidad" y "con la cabeza muy fría"... Y sonríe... Y mira fijamente a los clientes y a los compañeros... Y les hace sentirse bien, importantes... Y al marcharse, saluda a los vigilantes de seguridad del edificio, a la señora de la limpieza, al portero... "Una mujer encantadora... Me alegro de que todo le vaya bien...", es el comentario que se escucha más veces, cuando ella pasa por delante de tantas personas que tienen la impresión de ser invisibles... Arranca su coche, un Smart último modelo, que ella escogió entre los modelos que le ofreció la empresa, y sale del parking cubierto... Tarda casi una hora en llegar a su casa, en un bloque de reciente construcción en la Alameda de Osuna... aparca en su plaza de garaje, y se mete en el ascensor... Y se mira en el espejo...

Y su cara se modifica ligeramente... En su reflejo, hay tristeza... mucha tristeza... Y soledad... Porque en la superficie de azogue, solo encuentra la verdad... Que no tiene novio, salvo que un gato, gordo, negro y vacilón, pueda considerarse como tal... Que es ella misma quien se envía flores al trabajo... Que el collar de perlas se lo ha pedido prestado a una amiga... Que el chupetón se lo hizo pellizcándose con fuerza en el cuello... Que nadie la acompañó en el viaje a San Sebastián... Que como sigan hablando de "una íntima cena de empresa", para que les presente a su "novio", igual tiene que pedirle un favor a su amigo José...

Porque Natalia está completamente sola... y lo sabe... Demasiado tiempo dedicado al trabajo, en sesiones maratonianas, siempre pendiente de los demás, de hacer lo que se espera de ella en lo profesional, tantas cenas suspendidas a última hora, tantos viajes... hicieron que la abandonara su último amor... Ni siquiera la esperó, una sombría nota sobre la almohada, "No puedo competir con tu trabajo... Adiós..." y de esto hace más de dos años... Y Natalia no se quiere arriesgar... a sentir... a querer a alguien... a necesitar besos y abrazos... a que la hieran otra vez...

En cuanto llega a casa, se quita los zapatos... en el dormitorio, se desviste, y se va al cuarto de baño... Desnuda ante el espejo, observa las curvas y rectas de su cuerpo... Su último ligue, un pintor argentino, siempre le decía: "Estás espléndida, vos...", y es cierto... Natalia es una mujer muy atractiva, triunfadora... Pero nota que le falta algo importante: una persona con la que compartir su tiempo... y tiene tanto miedo de amar otra vez... y de ser herida...

Y sola, y desnuda ante el espejo, que el vapor de la ducha va empañando lentamente, no le queda más remedio que reconocer lo evidente... Que no puede seguir así... Que ninguno de sus ligues ocasionales, que caza en los bares de solteros, le aportará lo que realmente necesita... Pero eso, es algo en lo que no quiere pensar, cuando entra en la ducha... y deja que el agua caliente se lleve, una vez más, las dudas, las tristezas, las soledades y, en definitiva, los problemas de una realidad sentimental inventada...

Por miedo a sufrir de nuevo...

Natalia, en el espejo... y su soledad...


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