domingo, 11 de septiembre de 2011

LA ROSA MARCHITA

La rosa se marchita, lentamente, agonizando, por falta de alimento, de riego, de amor y calor, y recuerda, con grande y amarga tristeza, tiempos muy lejanos, de ternura, de inocencia, de sueños, de mimos, de besos... La rosa no entiende cómo tantas cosas hermosas han dado lugar a esta fría y horrenda indiferencia, a sentirse como dos extraños que coinciden en el ascensor, se saludan por rutina y cortesía, sin mirarse a los ojos ni el cuerpo, y nada más, durante el incómodo trayecto que comparten...

Nada queda ya de los descubrimientos y conquistas de los primeros tiempos del noviazgo, las nuevas sensaciones, las dulces caricias y besos, de aquella impresión de haber renunciado al "yo" por el "nosotros", los verbos se conjugan en plural, el tiempo no tiene sentido cuando están separados, cada minuto en sus brazos se vuelve eterno, y el único lenguaje válido... es el de los besos, mientras los ojos se van cerrando... en silencio...

La rosa como metáfora del amor en una pareja... Un poco cursi, tal vez, pero una hermosa y sencilla, forma de expresar los sentimientos, las emociones... Cuando a veces la voz antes amada se convierte en poco más que viento, en ruido, en estéril murmullo, en vez de revivir el corazón y darte alas para soñar... Y los besos desaparecen, y las caricias menguan, y ni los cuerpos comparten aquél lenguaje secreto de gemidos y silencios...

Casi siempre sucede lo mismo, uno de los dos despierta del marasmo de la rutina, de los gestos estériles, de los sueños rotos, del no mirar ya en la misma dirección, del resurgir del "yo" y del "tú" usados como arma frente al "nosotros", y no confluyen tampoco los gestos y los espacios vacíos se llenan de estériles silencios, y las palabras agonizan y fallecen en las gargantas antes de ser pronunciadas, por miedo a decir algo que sea malinterpretado... y haga que surja más hielo...

No permitas que vuestra rosa se marchite, amigo, intenta recobrar la ilusión y las fuerzas, aunque sea un postrero intento por los viejos tiempos, por los meses y los años compartidos, por la magia, por los recuerdos, por cada abrazo, caricia o beso, y llora si hace falta, y planea un escenario, y habla, pues hay una cosa que no debes nunca olvidar: que no estás solo en la batalla por revivir la rosa...

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