miércoles, 21 de septiembre de 2011

ELISABETTA... Y EL FINAL DEL SUEÑO...

La princesa y la rana... El príncipe y la corista... La bella y la bestia... Se diría que a todos los cuentistas les llaman poderosamente la atención el choque entre los extremos, como si el interés por la persona menos adecuada fuera precisamente lo más lógico, normal o atrayente... Por eso, nos gusta tanto Jessica Rabit, cuando dice "No es culpa mía si me han dibujado así..." o comprendemos tan bien que la chica más femenina de cualquier ocasión (clase, postgrado, universidad, gimnasio...) salga con el tío más bestia... o el de peor reputación... Lo vemos en las películas, lo escuchamos en las canciones... pero es algo que no te crees del todo... hasta que no te pasa a ti...

Siempre, desde que tengo uso de razón (o más bien, del corazón), he estado enamorado: de un ideal de belleza, de una imagen, de un espejismo, o llamalo como prefieras, de mujer... Siempre...Y quizás por mis antecedentes, y por el contraste que representaría, me ha gustado el papel de "protector"... lo que por otra parte siempre me ha parecido imposible, teniendo en cuenta mi envergadura y corpulencia (un metro setenta, y sesenta kilos por aquél entonces)... Por eso, yendo para "galán", me quedé encasillado en el papel de "amigo", cosa que por otra parte, no me importaba demasiado: más o menos como el apasionado por el caviar "Beluga"... que se tiene que conformar con las huevas de "Mujol"... Y, al mismo tiempo que crecía lentamente el número de chicas que me atraían que me consideraban su amigo... yo me sentía tremendamente solo...

Pero hoy me apetece hablaros de ella, puesto que lleva unos cuantos días rondando por mi memoria... bueno, sobre todo, su voz... Nos conocimos una vez terminada la universidad, en un curso de posgrado en periodismo, unas treinta personas, de las cuales veinte eran chicas, que iban desde lo "discretito" a lo "espectacular", pasando por todo el resto de la gama, y todos unidos por el deseo de aprender algo nuevo... si añadimos que dos de los chicos eran gays... era poco menos que el paraíso para los demás varones heterosexuales en busca de princesa, al menos según las leyes de la estadística...

No fui el único que se frotó mentalmente las manos, al darse cuenta de que "tocábamos" a dos hembras y media por cada varón... Y pasaron los meses... y todos (y todas) nos pusimos a jugar... Surgieron varias parejas, algunos romances pasajeros, amparados por la complicidad de las ondas y de los ensayos... Creo que todos nos mirábamos fijamente a los ojos, según las mujeres restantes iban haciendo su elección... Por aquél entonces yo era amigo de una auténtica princesa de ojos negros, larga melena, y risa dulce y cantarina, de quien no me enamoré porque ella tenía novio... y en el fondo, porque me parecía demasiado hermosa, y demasiado dulce, para ser real... Al final, asistí a su boda, y es una de las novias más hermosas que he visto nunca... También era amigo de una chica de Burgos, apasionada por Mike Oldfield... y por la literatura...

Y luego, estaba ella...

A su lado, me sentía bien, me gustaba su forma de ser, de vestir (esos vestiditos veraniegos...), su optimismo, su forma de mirar... Era como una Barbie, pero de verdad, con su media melena rubia un pelín oscura, su largo cuello de garza... Y su voz... con ese toque de angostura, que sacaba el máximo partido en cada una de sus risas... No sé, algo en ella, además de todas aquellas cosas, hacía que todos nosotros (menos los dos gays) orbitásemos a su alrededor como los restos de un cometa en los aledaños de un agujero negro... Se llamaba Elisabetta...

Y entre tanto carroñero, se escondía un super-depredador... No era precisamente Brad Pitt, el amigo Norberto... pero sin embargo, su creatividad, y su fuerte personalidad, eran más que suficientes... Durante varias semanas yo había ido estrechando el cerco, con mucha paciencia, en torno a Elisabetta, y procuraba que estuviéramos en los mismos equipos de trabajo, merendar algo juntos... Creo que el tener coche, y no importarme desviarme "algo" de mi ruta (en verdad, había casi tres cuartos de hora desde mi casa hasta la suya) se convirtió en un factor importante... Yo seguía empeñado en enamorarme de alguien a toda costa, en poner en funcionamiento mi corazón después del último batacazo... Y por eso, al enterarme de su próximo cumpleaños, le compré un oso de peluche que escondí en el maletero del coche, y la llevé, una noche más, a su casa...

Durante el camino, estuvimos hablando sobre el amor, los sentimientos... Y en su misma puerta, le dije que me había enamorado de ella, que pensaba que era una persona fascinante, y que gracias a ella "mi corazón había vuelto a latir...", lo que no dejaba de ser cierto, pues salí muy vapuleado de mi anterior relación... Y fue entonces cuando ella, Elisabetta, me dejó bastante maltrecho, con muy pocas palabras... "Mira... si yo fuera una chica racional, te diría que sí, que acepto tu amor, porque eres un chico fantástico... pero yo no soy una chica racional... y estoy enamorada de Norberto..." (que además tenía novia)... Nos despedimos a pie del coche, ella subió a su casa abrazando el peluche...

La noche siguiente, la volví a llevar a su casa... y un par de noches más... Hasta que declinó mi ofrecimiento... Terminó entonces una etapa de mi vida amorosa, un nuevo fracaso... que de todas formas no tardó en verse eclipsado por otros fracasos y decisiones erróneas en demasiados ámbitos... Y durante más de dieciséis años, Elisabetta ha permanecido allí, rondando en algún lugar de mi conciencia... Como el fantasma de antiguos sentimientos, o el símbolo de la pérdida de una parte de mi vida... La última vez que tuve noticias de ella, vivía en Londres...

Y esta tarde, al hablaros de ella, siento que de alguna manera entierro una línea entera de futuribles, en los que podría haber sido más feliz, sentirme más realizado como persona, y sobre todo, como profesional... porque no tiene sentido quejarse, y dejarse llevar... Aunque las tardes de niebla y frío, mientras paseo a solas por el parque, los zarcillos de la memoria me hablan de ella... de Elisabetta... y del final del sueño...

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