viernes, 9 de septiembre de 2011

EL ÚLTIMO BESO

Son las seis menos cinco de la tarde, se cumple la profecía de los médicos, mi corazón late cada vez más lento, y se acerca la hora de la muerte... pero me da igual, no tengo miedo... nunca lo he tenido: morir joven y lúcido, asistir al último anochecer, y tenerte a mi lado... Nada más puedo pedir... como mucho haber sido feliz...

Llevaba una temporada muy cansado, sin ilusión, sin ganas de moverme, de conducir, de amar, de sentir, la semana pasada me hicieron mil pruebas (sangre, orina, escáner, hollter, electrocardiograma), confiando tal vez en comprender el problema... Hace dos días, me las repitieron, incluyendo de propina un contraste y una resonancia... Y ayer por la tarde, minutos antes de las ocho, el doctor Morales, parapetado detrás de su enorme mesa, y con el apoyo de estudios, pruebas y gráficos, me confirmo lo que, en el fondo, yo temía: mi vida se estaba terminando...

"Antonio (me dijo), nos encontramos frente a algo totalmente desconocido para la ciencia médica: su corazón se está convirtiendo en piedra... De hecho, queda menos del seis por ciento activo, incluyendo dos de las válvulas, una aurícula y medio ventrículo... Su sangre casi no fluye por su cuerpo..."

"¿Existe alguna razón médica para este fenómeno?", le pregunto...

"Después de consultar su historial con varios colegas, de repasar una y mil veces lo sucedido, y aunque suene a cursilada, creo que tenemos un diagnóstico: falta de amor... Usted está casado, ¿verdad?, desde hace más de veinte años... Y no tienen hijos, solo una saga de gatos negros castrados..."

"Es cierto, le respondo", sin saber muy bien lo que pretende...

"¿Y ha sido feliz, durante todo este tiempo?"

"Por desgracia, menos de lo que pretendía, y de lo que jamás he soñado... Trabajo, casa, trabajo, y así todos los días, fines de semana incluidos... Mi mayor pasión han sido los libros y la escritura, y algunos de mis amigos..."

"No ha respondido usted a mi pregunta, señor Ramirez...", y enseguida detecto el cambio de tono...

"Como no me dé usted más detalles, doctor Morales..."

"¿Se ha sentido amado durante su vida? ¿Ha amado a alguien, hasta frisar la locura? ¿Se ha desmayado, por un beso? ¿Es usted un romántico, o un realista?", me sigue preguntando...

"Soy un realista, con ataques de romanticismo... Pero con el paso de los años, he ido perdiendo todas las ilusiones, los sentimientos, hundiéndome cada vez más en la rutina de un amor, supuesto y no expresado, en la necesidad de estar con alguien, para no estar solo..."

"¿Alguna vez amó con cuerpo y alma? ¿Alguna vez le robaron el corazón con un beso, o con una mirada? ¿Ha sentido usted la pasión, el atractivo, de lo imposible? Responda, por favor..."

"En ese caso... sí, hace más de cuarenta años... y todavía la sigo amando..."

"Dentro de la escasa documentación que hemos localizado hasta el momento, se menciona que "la exposición del paciente y de su corazón a la persona que más ha amado en su vida, puede revertir parcial o totalmente el procedimiento de petrificación". Nos estamos refiriendo a la utilización de la más antigua y poderosa magia, el amor... Por lo que tiene usted dos opciones: llamar al trabajo, avisar de que mañana no podrá acudir, y marcharse ahora mismo para realizar un último intento... o bien quedarse tranquilo en su casa, despedirse de sus seres queridos, y esperar que termine el proceso... Usted elige..."

Y elegí... Son casi las ocho de la tarde, sigo un poco cansado por el viaje en avión, el hotel estaba en primera línea de playa, al ser fuera de temporada no ha sido complicado encontrar habitación..., y he pasado un par de horas releyendo "It", de Stephen King, he dormido cuatro o cinco horas, luego me he afeitado a conciencia, me he puesto mi mejor traje y la gabardina, y me he plantado en la puerta de su casa, llamando al telefonillo, y con un ramo de rosas azules que encargué por internet...

"¿Quién es?", me preguntas... y al escuchar tu voz por primera vez en tantos años, pienso que no ha cambiado nada... Noelia...

"Antonio... de Madrid...", te respondo...

"¿Antonio?... ¿Antonio Ramirez?", me preguntas...

"¡Antonio! Sube, por favor..."

Y subo... y allí estás... Con el pelo blanco, las mejillas encendidas por el rubor, vestida como si fueras a salir a pasear... Y cojo tus manos entre las mías... y las beso... y te abrazo, notando tu delgado cuerpo contra el mío... Me gustaría besar tu boca, pero no me atrevo... Me queda poco tiempo de vida, y no quiero parecer un desagradecido... Pero tengo que preguntártelo: "¿Y Fermín?"

"Murió hace cinco años... Un infarto... Apenas sufrió..." Y soy yo el que sufre, al pensar que de haberlo sabido, al menos podría haber intentado algo, un divorcio, una separación, para estar contigo...

Llevamos un rato desayunando en la mesa de la terraza, mirando el mar... y yo pienso en mi mujer, en Madrid, a quien no he dado ninguna explicación, solo que me iba... y en los amigos, en nuestro gato consentido, quien algo intuye... El silencio es cómodo, mientras tomamos un café descafeinado con pastas integrales... Los años se han portado bien contigo, Noelia... Y me gustaría tanto besarte por primera vez... pero no te lo digo...

"¿Y bien, Antonio, cuál es el motivo de tu visita?", me preguntas...

Y yo te lo cuento todo, las pruebas, el cansancio, el dictamen de los médicos, incluso el tiempo que me queda de vida, como mucho, hasta la puesta de sol, sobre las seis de la tarde... Y yo noto, de todas formas, que mi corazón se está parando, que cada vez me cuesta más moverme... Pero te recuerdo una vez más mis sentimientos, el amor que siempre te he tenido, lo mucho que me hubiera gustado vivir a tu lado, pero tú no quisiste...

Por eso, necesitaba verte otra vez... ¿Infiel? No creo: le he dado a mi mujer treinta años de mi vida, a cambio de muy pocas cosas... La piel de tus manos, de tus brazos, y de tu cuello es firme, tersa... Me viene, por un momento, la idea de apartar las últimas barreras que nos separan, pero tú me respondes: "Mejor, no... Prefiero que guardes otros recuerdos..." Y a mí, de todas formas, me basta con estar allí...

Una cosa ridícula, peluda y que no para de ladrar se lanza contra el bajo de mis pantalones, por lo visto te has comprado un Yorki... Le pones su arnés y la correa, no me extraña que le llames "Alfredo", quizás por el viejo tenor, y salimos a pasear por la playa...

El sol, el mar, y tú... ¿Qué más puedo pedir? Volvemos a tu casa a comer, me cuesta mucho moverme y respirar... Te pido que me ayudes a redactar una carta para el juez y para el forense, y que la metas dentro de un sobre, en mi bolsillo... En la habitación del hotel he dejado cuatro cosas, te pido que vayas a recogerlas a la mañana siguiente... Me gustaría ver tu sorpresa al abrir la maleta, y encontrarte con todas nuestras cartas, y un par de novelas que escribí sobre nosotros, al principio de mi carrera de escritor... Comemos algo ligero, filetes de pollo a la plancha y ensalada, luego me quito los zapatos y la chaqueta, y me duermo una siesta... Solo una hora... Después, cogemos un par de sillas de playa, y llegamos casi a la orilla del mar...

Supongo que debería tener miedo, a la muerte, al más allá, a desaparecer... Pero no me importa nada, solo quiero estar a tu lado, mirar tus enormes ojos marrones, tocar tu mano, besarte... y morir... Son las seis de la tarde... Mi corazón va cada vez más despacio... se para poco a poco... me quedo sin fuerzas... se me cierran los ojos... y entonces, noto que me estás besando, entre lágrimas... Me gustaría tanto poder consolarte...

Pero lo único que deseo es, si hay otra vida, pasarla a tu lado... que en esta, como diría Nino Bravo, he podido "Morir al lado de mi amor"...


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.