viernes, 9 de septiembre de 2011

MI HERMANA DEL ALMA...

Anoche salí a pasear, bajo la lluvia, con el corazón convaleciente (hace un par de días que conseguí repararlo), y me puse a caminar, sin rumbo fijo... Solo quería olvidarle, quitarme de encima toda huella de su presencia, de sus huellas, del calor de sus manos sobre mis pechos, entre los muslos, borrar todo rastro de su presencia en mi alma, y en mi cuerpo... Pero del alma, no pude arrancarlo...

He pasado dos días revisando los viejos albumes de fotos, y rompiendo todas aquellas en las que aparecían juntos... ¿Cómo pude ser tan ciega?

Claudia y yo siempre hemos sido amigas, desde... no sé, el jardín de infancia... Todo el mundo decía que nos parecíamos tanto, que podríamos ser hermanas... y así era: mi hermana del alma... Al cabo de un par de meses, comenzamos los juegos, yo era muy chiquita, pero lo recuerdo... Muchas veces, tardábamos semanas en preparar el cambiazo, durante las que íbamos de compras con nuestros padres, a los mismos almacenes, pero en distintos momentos... Yo le dejaba marcas, en la base del expositor, con un rotulador rojo, y así no dudaba en el tipo de falda, su color, la blusa... También intentábamos recogernos el pelo del mismo modo, jugando al despiste en clase... Queríamos ser iguales, tan iguales, que la gente nos confundiera... Cambios de ropa en los baños del colegio, o durante los primeros años del instituto... A veces, la única forma de saberlo era por las materias que cada una dominaba: Claudia era maravillosa con las matemáticas, y yo con el latín...

Adolescencia... Extrañas vivencias, torbellino de sentimientos, de hormonas, sueños, pesadillas... y ausencias... y deseos, que jamás te atreverás a decir en voz alta... A los quince años, una de aquellas noches en las que estábamos bailando en el jardín la danza de la lluvia (debajo de la tormenta), sujeté su cara entre mis manos, y la besé, con miedo, es cierto, pero con toda la pasión del mundo... No sé, todavía no consigo entenderlo, quizás fuera algo que necesitaba expresar... Lo más curioso es que no se escandalizó, ni mucho menos... pero tampoco reaccionó, al margen de acompañarme a su cuarto de baño, desnudarme (mi camisón estaba empapado, igual que el suyo), y secarme, suavemente, con una toalla de algodón blanco... Me estremecí, tal vez por el frío... La desvestí, y yo también la sequé a ella... Era una escena totalmente erótica, pero al mismo tiempo, desprovista de mala intención... Al cabo de un rato, de hablar sobre mil tonterías, nos metimos, desnudas, en su cama, y nos dormimos, con mis pechos rozando su espalda... Un par de veces, le acaricié el pelo, hasta que se quedó dormida...

Nos separamos al final del curso... Claudia y Desirée no eran ya el equipo perfecto: ella se marchó a otro instituto, para estudiar una especialidad de imagen y sonido, yo me puse a trabajar... Es cierto, seguíamos viviendo en el mismo barrio, a pocos jardines de distancia (ya sabes, las típicas casitas con porche y jardín trasero)... De vez en cuando, quedábamos para hablar...

Y llegaron los chicos... Me enamoré de Damián al poco tiempo de verle: típico chico duro, con su moto, su casco, y sus malos resultados académicos... Claudia escogió a Pablo, un chico más formal, un poco mayor que ella, con gafas... Nos hicimos amigos, durante varios meses, los cuatro... Incluso nos fuimos de vacaciones una vez, y mientras hacíamos el amor, escuchaba sus pequeños gemidos, y sonreía, quizás pensando en su goce...

Hubo una pelea, no recuerdo el motivo... Nos separamos... Damián me abandonó una noche de lluvia, se fue con una rubia platino, y me dejó tirada... Una etapa más de mi descenso hacia algo que no tiene sentido, sin importar que lo llames "vida", "madurez", "ser adulto"... Hace dos semanas, Claudia me llamó a casa... Quería hablar conmigo, es más, lo necesitaba... ¿Cuántos meses llevábamos sin hablarnos? En todo caso, no tantos para justificar aquél cambio... El pelo corto, muy corto, y lacio... enormes ojeras... la piel pálida, donde se distinguían perfectamente las venas y las arterias... y delgada... frágil... consumida... No me atrevía casi a abrazarla, ni a besarla... Nos retiramos a su habitación y, como cuando éramos pequeñas, nos quitamos los zapatos, y nos sentamos sobre la cama... Ella se apoyó en la pared: el cuarto seguía igual...

"Desirée, me estoy muriendo... Cáncer de médula... falló el trasplante..." Quise impedir que hablara, pero ella tenía otros planes... "No, es inútil, me muero... pero tengo un favor que pedirte..." Para silenciarme, esta vez, me besó, muy suave, en los labios... "Pablo es un buen chico, en serio, le amo, y quiero que sea feliz... Pero solo se me ocurre una mujer con quien pueda serlo: tú... Él mismo me lo ha pedido, quizás no con las mismas palabras, que os diérais una oportunidad..." "Pero Claudia..." "Calla, Desirée, por favor, calla... Sé lo que sientes por mí, siempre lo he sabido... porque yo he sentido lo mismo... Siempre piensas que tienes más tiempo para vivir, para experimentar, y soñar, antes de encontrar el amor... Pero mi camino se termina aquí, a los dieciocho... y el vuestro comienza..."

Claudia... llevo toda la noche paseando bajo la lluvia, con el corazón encogido, sabiendo que ella se está muriendo... y que me queda poco tiempo para decidirme...

Claudia, mi hermana del alma... qué sola me dejas...

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