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miércoles, 21 de septiembre de 2011

UN BESO EN EL CORAZÓN DEL BOSQUE

¿Recuerdas aquél momento, en el bosque, cuando nuestras sombras se besaron por primera vez? Fue algo etéreo, fugaz, inconsistente e inconsciente a la vez... Y, sin embargo, poco después, a nuestras sombras siguieron... nuestros cuerpos... y el beso se hizo carne...

No sé... igual no ha sido una buena idea el participar en aquella excursión, pero a estas alturas de nuestra vida, quizás tampoco teníamos demasiada alternativa... "Amores tardíos", creo que los llaman... y de alguna manera, tienen razón... Porque el nuestro ha tardado más de 20 años en materializarse...

Me enamoré de ti desde el primer momento en que nuestras miradas se cruzaron, en el patio del colegio... Eras tan hermosa, que hasta el mismo sol tenía envidia, mientras iluminaba tu corta y rubia melena rizada... y en tus ojos, refulgía un millón y medio de estrellas ¡como poco! No sé, tal vez yo necesitaba enamorarme, algo que me ha sucedido durante toda la vida, y por eso te escogí precisamente a ti, entre las posibles candidatas... Y te adoré... en silencio... durante mucho tiempo... ¿Cómo ibas a fijarte tú, una auténtica Diosa vikinga, en mí, un chaval flacucho, pálido, y tímido hasta decir "basta"? ¿Y cómo iba yo a atreverme a dirigirte la palabra, incluso en los escasos momentos de intimidad que teníamos en la fila del comedor? La de veces que quise, durante aquél primer año, hablar contigo en "territorio neutral", es decir, la Biblioteca...

Amor a distancia, no se me ocurre otra manera de explicarlo... que se prolongó durante más de diez años... El mismo tiempo que tardaste en convertirte en una hermosa adolescente, cuya simple visión me dejaba sin habla... y difícilmente se puede conseguir enamorar a alguien, o acercarte a ella, si enseguida te pones rojo como la grana... Siempre con tu nombre en los labios... y tu sonrisa en los oídos... Te escribí una carta de amor, recuerdas, después de miles de dudas... Incluso por aquél entonces, era más sencillo para mí escribir que hablar, hay algunas cosas que no cambian...

Un ideal inalcanzable... y al mismo tiempo, el principal elemento que daba coherencia y esperanza a mi vida... el mayor punto de luz en mitad de las tinieblas... Natalia... todavía recuerdo tu risa... y el hoyuelo en tus mejillas... Al cambiarte de instituto, te perdí la pista... Pero seguí conservando tu recuerdo...

Y ahora, te reconozco, en el típico viaje de fin de semana organizado por los amigos del Ateneo, te reconozco... Quizás algo cambiada, que veinte años no pasan en balde... con unas leves ojeras, y algunas patas de gallo... pero sigues siendo tú, Natalia... Con tu increíble sonrisa... y tus pecas en las mejillas... No pensaba que fuera posible verte de nuevo, pero ... así ha sido... Explorando el corazón del bosque, con botas de alta montaña y todo el equipo... Durante un par de horas, estuvimos hablando, de momentos compartidos en el pasado... de los lugares a los que habíamos viajado... las personas de las que habíamos aprendido... Los dos, casados... pero no juntos... Nuestras manos se encontraron fugazmente... y se tomaron cariño...

Y nuestras sombras se besaron en un claro, mientras la luz, tamizada y teñida de verde, aureolaba tus cabellos rubios... Estabas tan hermosa... que no pude evitarlo... y, con más miedo que antaño, sujeté suavemente tu carita... y te besé en los labios... Al principio, te mostraste un poco esquiva... pero entonces tus labios se abrieron...

Duró poco, demasiado poco, para un gesto, un beso, que llevaba toda una vida anhelando...

Y, sin embargo, era precisamente lo que necesitaba para olvidarte...

Unas horas vividas al margen del tiempo... No intercambiamos los teléfonos...¿para qué hacerlo... si con aquél único, apasionado, beso, engañamos al tiempo?

Porque, al abrir lentamente los ojos, teníamos de nuevo diez años, y nos estábamos besando en una esquina del patio del colegio... Y en un solo momento, comprendimos cómo habrían sido nuestras vidas, de haber compartido aquél beso...

domingo, 11 de septiembre de 2011

PRIMER, SEGUNDO Y TERCER AMOR...

El amor de una madre por su hijo es el primero que experimenta la humanidad... sobre todo porque precede incluso a la vida... Sí, antes de que digas nada: nos centramos en un estereotipo, el de madre con ciertos recursos, con una pareja, y que lleva en sus entrañas un hijo deseado y buscado... otros momentos habrá para mencionar la violencia de género, los embarazos no deseados, los matrimonios concertados... pero hoy estamos hablando de amor... No puedo evitarlo, se me van los ojos detrás de las embarazadas, cuanto mayor sea la barriguita, más me gustan... ¿Es cierto que se ponen más guapas? Yo creo que sí, descarada y rotundamente, sí... Y quizás, en ningún momento están más bellas, que cuando se llevan la mano al vientre, como acariciando al niño para tranquilizarlo... Varias compañeras de trabajo estánembarazada, y no puedo olvidar lo que sentí, cuando me dejó posar la mano sobre su barriguita, en el momento preciso en que el niño le estaba dando una patadita...

Cuando me enamoré por primera vez en la vida, no tenía demasiado claras las cosas, ni por qué sentía ese extraño hormigueo en el pecho cuando la miraba desde el otro lado del patio, ni qué nos hacía tan diferentes de las niñas... bueno, y si nuestras miradas se cruzaban, sentía a la vez calor, frío, sequedad de la boca, incluso cierto grado de parálisis... En otras palabras, mi timidez era tan grande, y al mismo tiempo me sentía tan poquita cosa, que tardé más de un año en dirigirle la palabra, incluso siendo compañeros de clase... Era una hermosa niña, con esa belleza especial, no muy llamativa, pero dulce... El recuerdo de las nubes de fresa... No, no pienso dar nombres, ni descripciones más precisas, no me parecería justo... Solamente os diré, que le escribí la primera carta de amor de toda mi vida... y que jamás obtuve respuesta... También fue la primera de mis no-relaciones, pero en el fondo, me bastaba con estar enamorado... ¿Mi primer beso? Jugando a la botella en la fiesta de cumpleaños de un amigo... creo recordar que en el garaje... ¿Pero quién sabe besar, a los 10 años? Yo, desde luego, no... Mucho tiempo después, pero mucho mucho mucho, aprendí...


Mi segundo amor fue distinto, yo me encontraba en las primeras fases de la adolescencia, con las hormonas revolucionadas... y casi en toda mujer/muchacha que conocía, encontraba algo que me gustaba... estaba completamente enamorado... del Amor... Pero si hubo alguien, tremendamente especial, fue ella: coincidimos en la misma clase, durante los últimos años del instituto. Durante mucho tiempo, me moví entre la amistad y el amor, compartíamos recreos en el patio, ratos de soledad juntos sobre el respaldo de un banco de hormigón, y esas conversaciones tan especiales, hechas de silencios cómodos y de miradas cómplices... En el fondo, no eramos más que dos almas distintas, que se sentían solos, diferentes del resto, con sueño e inquietudes que nos diferenciaban de los demás niños... pero que tuvieron la suerte de coincidir... Al menos, el mundo ya no nos parecía un lugar tan grande... ¿Que si estaba enamorado de ella, de esa muchacha de melena larga y negra, de piel blanca, ojos increíblemente bellos de color aguamarina, de labios y boca pequeños, con las piernas más largas y hermosas que había visto nunca, que era capaz de hablar con todo su cuerpo, y no solo de hablar, sino de sonreír, y que me producía escalofríos cada vez que me rozaba?

Sí, rotundamente, sí, ella era mi mundo, mi sueño, mi cómplice, por ella hacía cualquier cosa... Hasta soñar con un futuro juntos... ¿Que si ella me quería...? Solamente como amigo, como compañero, pero nada más... Me costó muchísimo tiempo decidirme a expresar mis sentimientos, porque al margen de ellos, estaba nuestra amistad... Fue una de las primeras veces en mi vida, que escuché esa terrible frase: "Te quiero mucho... pero como amigo...", mas al final, seguimos siendo grandes amigos, hasta que salimos del instituto... ¡La de veces que nuestros compañeros de clase insinuaron que estábamos saliendo juntos, y cosas peores!

Fueron años de complicidad, de hacer pellas sistemáticamente en clases de latín, para irnos los miercoles a ver películas y a comer una hamburguesa a La Vaguada, de recorrer el barrio, para encontrar sitios donde comer juntos, lejos de la clase, incluso de salir juntos de paseo por la noche, ella venía a mi casa, yo fui varias veces a la suya, nos bañamos en la piscina, y hablabamos, hablabamos de todo un poco, durante horas... Perdimos el contacto un par de años después de salir del Instituto, han pasado casi veinte años desde aquél momento, pero muchas veces, al escuchar algunas de las canciones que compartimos en algún momento ("You make me feel so good", "J´ai perdu la tête", "I got you under my skin", entre otras ), su recuerdo, su mirada y su sonrisa volvían a mi memoria... Hoy he vuelto a quedar con ella, hemos comido juntos, y la magia permanece: al mirarla, al buscar mi reflejo distante en sus ojos gris amanecer... al ver la delicadeza con que se llevaba la ensalada (lechuga, tomate, zanahoria rallada) a su pequeña boca... pero sobre todo, al comprobar cómo sus largas, finas y pálidas manos acompañaban los movimientos de su cuerpo al hablar... de repente, ese segundo gran amor regresó entre nosotros... "Siempre pensé que terminaríamos juntos -le dije-, pero tú nunca me amaste..." Y ella respondió con una sola palabra: "nunca...", mientras en sus ojos tomaba cuerpo una sonrisa triste... ¡Por Dios, cuanto la quise, cuanto la amé! Y ahora, estamos retomando la amistad... y he vuelto a sentirme un adolescente con la cabeza llena de sueños, cuando tomé sus manos en las mías... me sentí tan joven de repente, tan inexperto, que incluso me quedé sin voz... ¿Su nombre? Un derivado de la sabiduría...

Y tercer amor... Yolanda... La conocí durante un viaje a Málaga, invitado por la prima de mi segundo amor... Yo quería conocer la ciudad, estar con mi amiga, descansar, olvidarme de un Madrid que me estaba agobiando cada día más... Pero todos mis planes se trastocaron cuando la conocí... Si hubo un flechazo realmente salvaje en mi vida, fue con ella, con mi "Malagueña salerosa"... Desde el primer momento, se estableció una buena química entre nosotros: yo estaba tremendamente atraído por ella, y a ella le gustaba mi conocimiento de la literatura y de la música, y, por fin, mi personalidad... Había derrotado la timidez... en cuanto salí del Instituto... Esos ojos inmensos que taladran el alma, esa naricita perfecta, los labios carnosos, el pelo por los hombros.. Volví a Málaga en dos ocasiones más, se repitieron los largos paseos, las charlas, algunas de ellas bastante amargas, cuando apareció "el otro"... Yo le mandé una selección de libros que me habían gustado, para animarla a leer... Estuve con ella en Semana Santa (qué impresionante, las procesiones en plena noche, a la luz de las velas...), en la Feria (pescaíto, vino fino en la calle Larios, el bullicio de las casetas, esos trajes...), dimos largos paseos por la playa... Y la última vez que nos vimos, le dije lo que sentía por ella... Su respuesta, la puedes imaginar: "Yo te quiero como amigo... y además vivimos muy lejos... lo nuestro no podría funcionar..." Es cierto, quizás no fueran aquellas sus palabras en sentido literal, pero sin duda, era su esencia... Luego, ella se enamoró de mí... y el resto, está esparcido en muchas entradas, historias, sueños, de este y otros blogs...


¿Otra historia de amor es posible? Ahora mismo... no se me ocurre otra mejor para vivirla...

AURORA EN PICOS DE EUROPA

¿Alguna vez te has quedado completa, total y absolutamente deslumbrado por alguien, hasta el punto que todo su universo se reduce a aquella persona en concreto, y que por supuesto, no logras reunir el valor para dirigirte a ella? Hace ya muchos años, demasiados, me temo, que experimenté aquella fascinación, tremendo "tsunami" emocional que, finalmente, terminó...

Terminó, justamente, como tenía que terminar, me temo...


Se podría haber llamado Patricia, es un nombre bonito, ligero, o Claudia, o María, o Paula... Todos ellos son hermosos, pero el suyo es el que más me gusta... Aurora...



Un viaje hacia el pasado...



Era toda ojos, unos enormes faros, que reflejaban la luz de la hoguera, y me dejaron completamente fascinado desde el primer momento en que la , en aquella primera noche de acampada... De alguna manera un poco extraña, me apunté a una estancia en Picos de Europa, saliendo todos con nuestros coches desde las traseras del Bernabéu, compartiendo gastos, pues la empresa se había encargado de buscarnos un acompañante... La segunda opción era quedar directamente en la zona de acampada, un campo que disponía de una casa anexa (con las duchas comunitarias, divididas por cortinas tipo cámping... y turnos para chicas y para chicos, los cuartos de baño, una cocina hermosa, un comedor y un cuarto de revelado), y por eso no la vi hasta la primera noche... El viaje, por cierto, fue muy agradable, mi forito se portó muy bien durante todo el camino, y los dos compañeros, aunque un poco fantasmas (como todos los veinteañeros), resultaron una agradable sorpresa, de hecho, todavía sigo viendo a Miguelón, aunque de Juan Carlos hace mucho tiempo que no sé nada, y de esta acampada hace más de 10 años...


Pero volvamos al pasado: el camino de acceso no era demasiado bueno, pero de todas formas, la sequía consolidaba el terreno, y en pocos minutos estábamos en el aparcamiento, desempaquetando las tiendas, el material de cocina y unos cuantos rollos de cable, para preparar la instalación eléctrica. Eramos 15 personas, contando a los 2 monitores, y en cierto modo el nuestro era un campamento un tanto especial: se trataba de un "Safari fotográfico y gastronómico en Picos de Europa, incluyendo marchas diurnas y nocturnas, la Ruta de Cares y excursión a Covadonga", durante 10 días, contando con los viajes de ida y vuelta, y era muy económico, porque nos comprometíamos a ayudar con la cocina. Viniendo de una familia numerosa, que cuando se juntaba en los cumpleaños, llegaba en ocasiones a 30 invitados, no era ningún desafío, y de todas formas, en la "mili" aprendí a improvisar menús sabrosos y nutritivos con muy poco tiempo... y por eso, al tercer día quedó más o menos establecido que, con la ayuda de otras dos personas, me encargaría de las comidas, y Abelardo, de las cenas. Pero me estoy dispersando, quería hablaros de Aurora...


La primera noche: una visión celestial...


Estábamos todos un poco cansados, después del viaje, aunque después de montar las tiendas (cada uno la nuestra, a no ser que prefiriésemos compartir), y de chapotear un poco en la alberca, nuestros ánimos estaban bastante tranquilos, y la noche, hermosa y tranquila como solo pueden serlo las que pasas al raso en Picos de Europa en el mes de junio... Por exceso de cansancio (y cierta falta de planificación), nuestra cena fueron bocatas de jamón con tomate, o de chorizo, y unas buenas cuñas de queso que habíamos comprado aquella tarde, y por supuesto, sus buenos cántaros de agua fresca, y algunas litronas...


Fue entonces cuando la ... ¿Os he dicho ya que tenía los ojos más grandes y más negros que he visto en toda mi vida?¿Que parecían incluso profundos como una noche sin estrellas? ¿Y de su nariz, pequeñita y respingona, os he hablado de ella? ¿Y sus labios, rojos, hermosos, afrutados? ¿Y de su pelo, oscuro, largo hasta la mitad de la espalda?¿Ya os he dicho que daban ganas de acariciar sus levísimas y perfumadas ondas? Todo en ella era pequeño, reducido, una hermosa y delicada muñeca, de piel atezada pero tersa, sin mácula, sin imperfecciones, que en aquella cálida noche pre-veraniega, de todas formas llevaba una cazadora vaquera algo desgastada en los codos, una camiseta blanca con la Union Jack, vaqueros también azules y destenidos, y unas alpargatas... Como casi todas las mujeres pequeñas que conozco, Aurora tenía andares felinos... Durante aquellas horas de ensoñación, sé que se Bautista y Sebastián se pusieron a tocar la guitarra y cantar algunos temas de Sabina, que Emilia también se atrevió con una canción de Tina Turner ("Private Dancer", creo...), y que dos o tres personas más contribuyeron a que diera la una de la madrugada, casi sin darnos cuenta... Pero, en lo que me concierne, también podría haberse estrellado un búho real en la melena de Danae, o abrirse la tierra a mis pies, que no me habría dado cuenta... Estaba completamente hechizado por Aurora, que se sentaba al otro lado de la hoguera, cerca de Bautista, pero manteniendo la distancia... No podía quitarle los ojos de encima, y cada vez que me pillaba mirándola, me sonreía... pero de esa manera tan especial que tienen las mujeres (en este caso, las adolescentes) hermosas, que son conscientes de su belleza... Aquella noche, soñé con ella en la soledad de mi tienda... y todas las demás noches, durante aquella breve estancia...


Un encuentro en la cocina...


Fueron unos días mágicos, sobre todo, por estar con ella, y que no le molestase mi compañía... Incluso venía a buscarme, durante el tiempo entre actividades, pero casi siempre estábamos juntos... La primera mañana, después de la primera noche, pensé que mi pobre corazón se iba a salir de mi pecho, de tan fuerte que empezó a latir, cuando la entrar en el salón para preparar el desayuno... LLevaba un top de tirantes de color blanco, que dejaba intuir su sujetador, también blanco, una falda vaquera azul oscuro, y unas chancletas blancas... Se quedó, creo, un par de minutos mirándome (yo estaba tostando las barritas de pan), y solo cuando me dí la vuelta, se puso en movimiento... No pronunció ni una palabra, y tampoco hizo falta que lo hiciera yo, porque cuando lo intenté, me puso un dedo en los labios, y después se puso de puntillas para darme un beso... solo uno... pero no hizo falta más...

"¿Por qué lo has hecho?", le pregunté, extrañado...

"Porque me apetecía... porque me hizo sentir bien tu mirada, anoche...", me dijo antes de darse media vuelta, y empezar a poner la mesa en el pequeño comedor...


El primer taller... y la segunda noche


Y no hablamos mucho más aquella mañana, aunque pasamos todo el tiempo juntos, en el primero de los talleres: "Uso de la exposición prolongada en blanco y negro sobre objetos muertos", que afortunadamente celebramos en el pueblo de Caín y sus alrededores... Y digo que "afortunadamente", porque en dicho pueblecito hacen los mejores huevos fritos de corral con chorizo a la sidra que he comido jamás... Y después de semejante comida, hicimos fotos durante otra hora, y luego, de regreso a la tienda, porque se imponía una buena siesta. A partir de las cinco y media de la tarde, y hasta la hora de preparar la cena, estuvimos trabajando en el comedor y el cuarto de baño, convertidos ambos en laboratorios de trabajo en blanco y negro. Nos dividimos en dos grupos por cuestiones de espacio, y 7 de nosotros estuvimos recorriendo los campos y el bosque aledaño, utilizando "Técnicas de captura del movimiento en entornos naturales", lo que en la práctica se tradujo en algunas fotos realmente hermosas de pájaros, ramas mecidas por el viento, y todo tipo de animalejos, incluso un par de enormes babosas y dos ranas. Aurora estaba en el mismo grupo que yo, aunque se había puesto unos pantalones vaqueros para no arañarse las piernas y unas botas de treking... No podía dejar de mirarla...


Ni tampoco pude dejar de hacerlo por la noche, durante la cena, ni durante el juego... En esta ocasión los dos monitores, que eran también los profesores de fotografía, organizaron una especie de concurso de lectura de diálogos famosos... Y nos tocó "Romeo y Julieta", en la escena del balcón... Siempre he sido tímido, más partidario de admirar desde la lejanía que de tomar la iniciativa, con más experiencia como amigo fiel que de protagonista de mi propia vida... Y sin embargo, aquella noche, no tuve más remedio que tomar las riendas del destino (al menos en sentido figurado) y declararme a Aurora... como si fuera yo fuera un Montesco y ella una Capuleto... Es cierto que no lo hicimos del todo mal, sobre todo comparado con Vicente y Pilar, que estaban realmente nerviosos, y mucho mejor que Peter y Benji (los monitores), que no tuvieron mejor idea que poner voz de falsete... y esto provocó estruendosas carcajadas... sobre todo porque Benji es un armario de 2 metros por 2 metros de alto... Pero lo más importante, al menos para mí, fue comprobar que estaba a gusto hablando con ella, y ella conmigo... lo que desde luego contribuía a mejorar mi autoestima, con demasiada experiencia como amigo fiel...


La Ruta del Cares...


Los dos días siguientes los pasamos caminando, haciendo la Ruta del Cares, desde Caín hasta Poncebos, con esos 12 kilómetros de camino en cada sentido que pudimos realizar sin contratiempos, ni torceduras... El paisaje, sobre todo desde las ventanas cavadas en la roca, es espectacular, y aquél año, el río bajaba con bastante fuerza, y en algunos tramos, era complicado hacerse oír. Era impresionante el observar que podían verse los golpes del cincel y el mazo, o los restos de las voladuras en ciertos tramos... Para mí, evidentemente, lo mejor fue el estar acompañado por Aurora, que se había equipado con sus botas, unos vaqueros cortos, camiseta blanca y blusa abierta, y un sombrero a lo Indiana Jones... Vale, no eran precisamente las pintas más adecuadas para caminar por Madrid, pero de todas formas, era algo práctico para el monte... También llevaba un bastón de treking, igual que yo, y sabía mantener el silencio, no como aquellas personas que necesitan llenarlo con el eco de su voz...


[Hagamos un pequeño inciso, para hablar sobre el grupo. Dos personas venían de Segovia, y todos los demás de Madrid. En total, 8 chicas y 7 chicos, contando a los monitores; y en principio, nadie se conocía previamente. Nos enteramos del campamento en distintos clubs de fotografía de las facultades, por lo que todos teníamos nociones previas, y deseos de aprender. Era la tercera o cuarta vez que se realizaba, y siempre, con críticas positivas: la gente iba trabajar, a perfeccionarse, pero no a ligar, y esta fue la mayor diferencia.]


Volvimos tarde, al caer la noche, al pueblo, y nos quedamos a cenar allí (la cena también estaba incluída en el precio, la bebida no), aprovechando también para tomarnos un par de copas, y relajarnos un poco... Aquella noche, antes de acostarnos, Aurora me besó, pero con un poco más de fuerza, de ímpetu, que antes... y me dejó solo, y por qué no decirlo, bastante confuso, mientras ella volvía a la tienda que compartía con Judith y con Laura... Y yo, con mil preguntas que hacerle... pero sin atreverme...


Recuperando fuerzas... y la tarde de las fotos...


Los dos siguientes días fueron muy tranquilos, porque había muchas fotos que positivar (aunque luego virásemos o forzásemos unas pocas), y nos interesaba descansar para la siguiente caminata: una marcha de alta montaña hasta los lagos de Covadonga, que nos ocuparía los siguientes dos días... Pero lo más interesante, al menos para mí, que que la segunda tarde, la dedicamos a "El retrato: tácticas, trucos y modelos". Abelardo y Esteban se prestaron voluntarios (bastante ególatras los dos), pero como también era necesaria una chica, Aurora se ofreció como modelo... Mentiría si no os dijese que fue una de las mejores tardes de toda mi vida, porque tuve en mis manos el cuerpo y el alma de una adolescente que, desde el primer y matinal beso, me había robado el alma... Todo le quedaba bien, absolutamente todo su guardarropa era perfecto para las fotos, incluyendo las que hicimos en la alberca, con su bikini de rayas horizontales blancas y negras... La magia se rompió al cabo de una hora y media, porque tampoco se trataba de abusar de su buena voluntad, y ella también estuvo un buen rato haciéndonos unas cuantas fotos a nosotros, mientras el primer grupo empezaba a positivar...


Aquella noche tuve compañía en mi tienda, al menos durante un rato, porque Aurora se vino a ver las fotos que yo le había hecho antes... "Realmente, las tuyas son las únicas que me interesaban, Pablo, porque creo que existe algo especial entre nosotros, y estoy segura de que es algo que se nota..." Y sí, en efecto, se notaba... De mis 60 negativos, solo había trabajado con cuatro fotos: la primera, con el top blanco, la falda vaquera oscura y las sandalias, le daba un aire de niña desvalida, con algo de Lolita... La segunda, con el pantalón vaquero corto, las botas de treking, la blusa y la camiseta, sin olvidarnos del sombrero y el bastón, transmitía una imagen de fuerza... La tercera, con vaqueros rajados, camisa de franela y botas, sentada sobre el tocón del árbol, dominaba la independencia... Y en la cuarta, saliendo del agua del pilón, completamente empapada, con chorritos de líquido deslizándose entre sus pequeños senos, y con esa sonrisa, de alguna manera, resultaba tremendamente sensual... Había muchas más fotos, detalles, de sus manos, sus piernas, primeros planos de su boca, pero realmente, aquellas eran mis favoritas... y las de ella... Estuvimos hablando un rato, a la entrada de la tienda, charlando, hasta que llegó el toque de queda... Y nos despedimos con otro beso, un poco más largo...


La marcha a los lagos de Covadonga...


Las dos siguientes jornadas fueron muy duras, al menos para quienes no estaban acostumbrados a caminar por la montaña... No hubo ningún accidente, solo ampollas, rozaduras y, durante la noche, algunas picaduras de mosquito. Como se trataba de hacer vivac, nos fuimos distribuyendo en grupos de dos o de tres... Y pasé la noche, entera, con Aurora... compartiendo saco para entrar en calor... De manera natural, ella se refugió en el hueco de mis brazos, como si yo fuera un edredón o un oso de peluche... Se había quitado la camisa, y para dormir solo llevaba su ropa interior, y una camiseta, creo que de la Autónoma, y los calcetines de deporte... Bueno, yo me tuve que dormir con los pantalones puestos, y casi no pegué ojo en toda la noche, de hecho, no me atrevía a moverme demasiado... por no molestarla... bueno, y también, para que no resultase demasiado evidente el efecto que su presencia, el olor de su colonia, el calor de su cuerpo, tenía sobre mi anatomía... Sí, seguro, más de uno dirá que por qué no me daba la vuelta, y dormía boca abajo, o incluso espalda contra espalda... se nota que no habéis compartido muchos sacos de dormir con alguien que deseabais...


Durante todo el camino, nos acostumbramos a adoptar el mismo ritmo, incluso para darle algún furtivo sorbo a la cantimplora, que desde el primer momento se convirtió en nuestro bien más preciado, pues dependíamos casi por entero de ella y de las fuentes y manantiales del camino... Otro de los problemas, por qué no decirlo, era precisamente el de ir al baño: no había ninguno en muchos kilómetros a la redonda, y con tal de no tener que andar cavando un agujero con el zapapico, escondiéndote entre los matojos, y luego tapando lo mejor posible el fruto de nuestros esfuerzos... Lo más fácil, por supuesto, era comer menos, dejar que tu cuerpo se fuera regulando poco a poco cualquier necesidad de abonar el terreno, y limitarse a hacer pis... lo que no dejaba de tener cierta dificultad si eres chica... Nos levantamos todos un poco cansados, después de pasar nuestra noche al raso, y aunque al final me adormecí un par de horas, no era lo suficiente... Aurora, después de vestirse en el saco, me dio otro beso... "Por no haberte aprovechado de mí durante la noche... ", lo que me llevó a preguntarme si es que las mujeres tienen una especie de instinto primario, que se ocupa de estos menesteres... o si había estado en vela todo el tiempo... Me inclino por la primera opción, aunque no puedo demostrarla...


LLegamos a los Lagos a la hora de comer, y resultó delicioso el poder quitarse las botas y meter los pies en el agua (por aquél entonces, todavía estaba permitido el baño), mientras esperábamos nuestro turno para utilizar los aseos... La comida del merendero era buena, aceptablemente guisada, pero sobre todo, estábamos de nuevo a cubierto, porque el cielo se encapotaba por momentos, y grises nubes de tormenta se acercaban desde los cuatro costados. Fue una tormenta espectacular, con abundante aparato eléctrico, y fuertes rachas de viento, que rizaron la superficie de los lagos, como si fuera mar abierto. A media tarde, por fin emprendimos el camino hacia la hospedería en Covadonga, donde pasamos la noche en los distintos dormitorios, que compartíamos con otros peregrinos. Cenamos en un curioso restaurante asturiano, donde realizaban concursos de tirar sidra, y degustaciones de todo tipo de manjares... y estaba incluído todo, menos la bebida, por no variar... Aunque lo que más agradecimos, al menos yo, fue el tener los servicios cerca... Aquella noche no hubo beso, creo que estábamos demasiado cansados...


Durante el viaje, estuvimos practicando el módulo "Fotografiando lo efímero", y aprendimos técnicas para plasmar las nubes, el sol, la luz, las sombras... A la mañana siguiente, emprendimos el regreso a nuestra base, compartiendo autobús con un grupo de turistas alemanes (la guía era amiga de uno de los monitores)...


Las tres últimas jornadas... y sus noches...


Menos mal que volvimos en autobús, pues todos estábamos más cansados de lo que creíamos, por lo que aquella tarde, después de la siesta, tuvimos algo de tiempo libre, mientras la mitad del grupo depuraba técnicas de revelado y hacía positivos de los carretes... Yo estaba más interesado en pasar el tiempo con Aurora, por lo que nos fuimos a dar un paseo por las cercanías, hasta encontrar una especie de charca, rodeada por dos gruesos troncos, y que conservaba en el centro restos de una hoguera... Era, de cualquier modo, un lugar excelente para conversar... Nos sentamos en el suelo, apoyando la espalda en una esterilla que nos habíamos llevado del campamento... Como el día estaba bastante fresco, recuerdo de la tormenta de la tarde anterior (que afortunadamente no había causado daños en el campo base... quitando un par de humedades en la casa), Aurora se había puesto unos pirata de tela vaquera, y un jersey de cuello vuelto... Y comenzó el juego... "¿Verdad o beso?", me preguntó, acercándose un poco más a mí... "¿Qué quieres decir?, le pregunté. Yo nunca he jugado a eso..." "No te preocupes, Pablo, es bien sencillo: yo puedo hacerte una pregunta, y me tienes que contestar la verdad... Si no puedes, o no te atreves, me tienes que pagar una prenda... y yo prefiero un beso... ¿Lo has comprendido?", me dijo, con ese aire de no haber roto un plato en su vida... Yo me limité a asentir con la cabeza, algo inquieto... "Bien, pues comencemos por el principio... ¿Has besado alguna vez a una chica en los labios?" Estuve a punto de marcarme un farol, de mentir descaradamente... "Muñeca, he besado a más chicas de las que quiero recordad en los últimos días...", o cualquier gilipollez por el estilo... Cuando la verdad era mucho más sencilla: "No... nunca he besado a una chica"... Y Aurora se limitó a decir: "Bueno... de eso nos ocuparemos más adelante... Es tu turno de preguntar..." Como soy tan bocazas, solo se me ocurre decirle: "¿Cómo es tu chico ideal?" No sé, es casi tan peligroso como preguntarle si se depila las ingles, o si es morena de bote o teñida... Y por supuesto, no quiso responder, se inclinó sobre mí, como si fuera a besarme, y en el último segundo, me dijo muy bajito... "Más o menos, lo tienes delante..."


En total, fueron dos horas largas hablando, jugando... y aprendiendo a besar... Tal vez, la razón por la que pasó todo esto, fue que no teníamos ni siquiera que haber estado allí: yo era amigo de los monitores, y me apunté más o menos como cocinero... Y Aurora sustituyó en el último momento a otra amiga, que se puso mala un par de días antes (apendicitis)... Creo que fue al regresar al campamento, sin una sola foto, cuando nos cogimos de la mano la primera vez, aunque procuramos no hacerlo cuando estuvimos con los demás... pero en el fondo, tampoco nos habría importado demasiado...
Aquella noche, después de cenar, abandonó la tienda de las solteras, y con su saco y su esterilla, se vino a dormir a la mía... que se convirtió en "la nuestra"... Es cierto, me encantaría poder contaros que fueron largas horas de pasión y de lujuria, de recorrer nuestros cuerpos con mil caricias y hacer el amor desenfrenadamente hasta las luces del alba... Pero no hubo nada de eso... Solamente nos quedamos hablando hasta la madrugada, con su saco pegadito al mío, y muchas cosas por contar... Me habló de sus padres, los dos maestros; de su hermano mayor, Adrián, piloto de Iberia; de su hermana pequeña, Marta, de 7 años, "hija de la condonera vaticana..."; de su gato Boris, negro como la noche... De sus gustos literarios, cinematográficos, musicales... Y yo también fui desgranando pequeños detalles de mi vida, y curiosamente, coincidíamos en lo más importante: nuestras aficiones (literatura, cine, teatro, música... y fografía, por supuesto)... Nos despedimos, con un beso, de una larga noche de luna llena... A la mañana siguiente hubo algunos comentarios, alguna que otra mirada de envidia... pero realmente, ningún problema, pues los dos eramos universitarios y mayores de edad... Y la nuestra tampoco fue la única pareja que se formó durante aquellos diez días de convivencia...
Aquél día, los dos estábamos un poco dormidos, de hecho, se me quemó un poco el desayuno, y una vez más, el grupo se escindió: mientras una mitad se pasaba la mañana en el taller de revelado, la otra hacía una excursión en mountain bike por un cortafuegos, para llegar hasta una pequeña ermita abandonada... Después de comer, se invirtieron las tornas, aprovechando que las tardes empezaban a ser un poco más largas... Y como siempre llevábamos las cámaras de fotos, pudimos captar varias instantáneas del planeo de dos buitres, y primeros planos de los bajorelieves de la ermita...
Además de hacernos, por fin, la primera foto juntos... Todavía la conservo, en la mesa del despacho... Tan diferentes, y sin embargo, tan felices... Los dos con los pantalones cortos, y las chirucas, la camisa de franela atada a la cintura, las camisetas de Iron Maiden... Yo parecía gigantesco a su lado, lo cual no era demasiado difícil, porque mi metro ochenta destacaba mucho frente a su metro cincuenta y dos... Y allí estamos, sobre las bicis, llenos de polvo y de barro, pero felices...
Aquella noche, también la pasamos juntos... y nos despertamos justo a tiempo para el amanecer, hciendo honor a su nombre, y nos volvimos a dormir de nuevo... esta vez, con los dos sacos unidos por las cremalleras, lo que creaba una especie de mega-saco de matrimonio... El penúltimo día lo dedicamos por completo a positivar los últimos carretes, hacer algunas ampliaciones (su foto dentro del pilón, con el agua rielando por su cuerpo...), y al final de la tarde, recogimos todos los materiales sobrantes, recuperamos los líquidos de revelado que podían ser reutilizados, y los que estaban demasiado deteriorados, los metimos en las garrafas, para llevarlos al punto limpio más cercano. También dimos una batida de plásticos y cartones, pues el compromiso con los dueños de la finca incluía una claúsula de respeto al medio ambiente, que de todas formas habíamos cumplido escrupulosamente durante toda nuestra estancia...
La última noche, como podréis suponer, fue algo triste, con las inevitables despedidas, intercambio de correos electrónicos, tarjetas de visita... Y también la pasé con Aurora... Hubo más besos... más ternura... más caricias... y más mimos... y lágrimas... De nuevo, compartimos sacos... Y Aurora se acurrucó entre mis brazos... pero en aquella ocasión, nuestros cuerpos estaban felices y satisfechos antes de sumirnos en el sueño... porque habíamos traspasado las últimas barreras...
A la mañana siguiente, después del desayuno, que en aquella ocasión fue más triste y silencioso que de costumbre, solamente nos faltaba recoger las tiendas, sacos, y demás material fotográfico y de acampada, y emprendimos el regreso a Madrid... Aurora se vino con Miguelón, con Juan Carlos y conmigo, y el viaje de regreso fue bastante agradable, aunque no podía quitarle los ojos de encima... Se había puesto uno de esos vestidos fresquitos de verano, que le llegaba a las rodillas, y las chancletas blancas, además de una cazadora vaquera... No me habría importado que el viaje durase más tiempo, solo por estar con ella... Después de dejar a los otros compañeros en el Bernabeu, la llevé a su casa... Vivía en Canillejas, en una casita baja, con un pequeño patio delantero... En la puerta, nos dimos un último beso, al mismo tiempo que nos comprometimos a llamarnos la semana siguiente, para quedar en el laboratorio fotográfico de su facultad: resulta que ella estudiaba periodismo en el CEU, y yo Imagen y sonido en la Complu...
Epílogo...
Fue un re-encuentro algo extraño, pues en el fondo me parece que los dos teníamos nuestras dudas sobre la viabilidad de nuestra relación, que de alguna manera se había forjado al margen del tiempo, en un lugar privilegiado y hermoso, donde nos sentíamos en paz... Por eso, fue una sorpresa de lo más agradable cuando me encontré delante de Aurora, con su bata de laboratorio blanca, su top azul oscuro, y sus vaqueros desteñidos... y sus preciosas sandalias... Pero lo que más gracia me hizo fue cuando se subió a una pequeña escalera, "para que no tengas que agacharte cuando me besas..." Aquél fue el prólogo de un largo y perezoso mes de julio, durante el cual nos fuimos conociendo lentamente, sin prisas... Mes de exposiciones y de paseos por el Retiro, de Veranos de la Villa, y de veranos de verdad, pues hicimos una pequeña escapada a Málaga con el coche, y pasamos cuatro días en un pequeño hotel de Benalmádena... En agosto llegó la separación, pues los dos teníamos compromisos con la familia: Aurora en Burgos, yo en Santander...
En septiembre, fue el re-encuentro, el momento de las caricias, y de los besos... Como los dos vivíamos en pisos de estudiantes, podíamos pasar juntos el fin de semana, y también algunas noches de diario... Pero no era lo mismo, ni lo más cómodo, el que ella fuera al baño en mitad de la noche, pues mi piso era un "campo de nabos"... Ni tampoco resultaba de lo más cómodo para mí el encontrarme con las compañeras de Aurora envueltas solamente por una toalla... Lo más natural, por lo tanto, era ponernos a buscar piso... Y lo conseguimos a mediados de noviembre, cuando nos hablaron de un pisito de 40 metros en el barrio de Malasaña, que alquilaban a buen precio... Eso sí, tuvimos que buscarnos un trabajito de media jornada, que nos permitiera seguir estudiando...
Y pasaron los días... y las semanas... y los meses y los años... Y Aurora y yo seguimos juntos... Terminamos nuestras carreras... y encontramos un trabajo más estable, que no tenía absolutamente nada que ver con nuestros estudios: ella trabaja en un banco, y yo tengo un pequeño estudio de fotografía (la BBC, Bodas, Bautizos y Comuniones) , y colaboro con una agencia... Aurora me ayuda con las bodas los fines de semana, y no nos podemos quejar... Tenemos nuestro piso en el centro, que compartimos con Dexter, un gatazo atigrado gris y blanco... y por supuesto, con nuestros hijos: Laura y Rubén... Nos casamos hace seis años, y tuvimos la enorme suerte de conseguir que los fotógrafos de nuestra boda fueran Peter y Benji, los monitores de Picos de Europa... que nos prestaron la casita, durante una semana, para recordar viejos tiempos... cuando éramos mucho más jóvenes... pero no menos sabios... Y, una vez más, vimos amanecer desde la puerta de nuestra tienda de campaña...
Aurora en Picos de Europa... al lado de la mujer amada...

MI VIDA EN UN SEGUNDO



A

lgunos momentos en la vida, de repente, el tiempo deja de existir, de tener importancia... Y lo ves todo, como si tu existencia entera cupiese en un segundo... No eres más que un montón de átomos, con forma de ser humano, que está viviendo más o menos al margen del tiempo real... El mundo entero parece estar encerrado dentro de paredes de cristal blindado, y te sientes al margen, como el niño pobre delante del escaparate, lleno de juguetes que jamás tendrá…



Y recuerdas, dentro de un extraño ataque de lucidez, algunos de los momentos que más han condicionado tu existencia... Por ejemplo, tu miedo patológico al agua, sobre todo a las piscinas, de repente queda explicado por aquella vez en que te resbalaste de las manos de tu padre cuando tenías menos de un año, y te quedaste unos angustiosos minutos anadeando en la piscina, hasta que él pudo recogerte...



Te viene a la memoria aquél primer beso, lleno de dudas y de miedos y de saliva, mientras jugabais a la botella en el cumpleaños de un amigo... También recuerdas el tremendo balonazo que te llevaste en plena cara en medio de un partido de fútbol del instituto... O el tarascazo que te metiste con la bici, mientras hacías el bestia con unos amigos...



Pero si hay dos recuerdos que te duele sobremanera el haber olvidado, son la primera vez que paseaste con tu mejor amiga de la mano, bajo la luz de la luna llena de otoño... O la primera vez que dormisteis juntos, pero solo dormir, que era tu mejor amiga... Adriana... Siempre tan cerca, pero a la vez tan lejos... ¿Cómo has podido olvidarla?



Por supuesto, no todo son imágenes hermosas... Una mañana de invierno, bajo la lluvia, al pie de una fosa recién abierta... Lágrimas que no quieren salir de tus ojos, por eso de ser un hombre... y todo el mundo sabe que “los hombres no lloran”… Soledades, demasiadas madrugadas de insomnio, haciendo mil y un trabajos en la facultad... sin comprender demasiado bien su sentido… Las olas batiendo contra la costa, y tu cuerpo en el agua, haciendo el muerto para relajarte unos minutos en mitad de una travesía, hacia una isla que al final estaba demasiado lejos... El cansancio, el calor del sol, en medio de la montaña yerma, mientras te preguntas qué demonios se te ha perdido allí... La sensación de impotencia, cuando entras en el quirófano, con la rodilla destrozada... que es solo comparable a la desoladora tristeza que te invade durante las sesiones de rehabilitación... tres meses al margen del mundo, para luego regresar al cuartel, con tus sueños de libertad y de aventura confinados en una triste oficina…

Y sigues recordando mil y una cosas... La manera en que te decidiste a darle un giro a tu vida, cambiando de rumbo casi a los cuarenta, y con un par de amigos, terminas montando una empresa de gestión integral de eventos... y, cosa extraña, funciona bien... El dinero fluye lentamente, sois capaces de invertirlo (gran parte de él, dentro de la misma empresa), y seguís creciendo... Solterón empedernido, aunque es cierto que has tenido varias amantes (no todas ellas de pago)...



Pero todo cambia una mañana del mes de marzo... Sucede como en las películas ñoñas... Estás esperando en el ascensor, para subir al ático, porque vuestras oficinas están en las dos últimas plantas de la Torre de Madrid...  Y una visión celestial se materializa a través de la puerta de cristal de seguridad…



Lo primero que ves son unos zapatos de tacón negros, muy altos... Unos gemelos y unas pantorrillas hermosas, posiblemente las más perfectamente imperfectas (tiene una pequeña cicatriz en la rodilla derecha, recuerdo de una artroscopia) que has visto en toda tu vida... Tu mirada sigue paseándose por su cuerpo, y te fijas en el sobrio corte del traje de chaqueta negro, y que la falda se detiene a mitad del muslo, como un guante... Llegas al profundo y generoso escote, la blusa de seda roja... Sus manos son pequeñas, y bien proporcionadas... El cuello, largo, exquisito, culmina en una barbilla voluntariosa, labios un poco gruesos, nariz pequeña, y ojos verde botella... Todo ello enmarcado por una exuberante melena larga, castaña... El tono de su piel es cobrizo, mezcla de sangres, y recalca su belleza...



Y mi vida entera pasa en un segundo... Mientras me decido a esperarla mientras el ascensor de paredes de cristal se detiene en la planta baja, y ella se prepara a salir... Mi corazón palpita enloquecido... y noto que un par de gotitas de sudor empiezan a descender por mi espalda...



Es ella, lo sé, por fin la he encontrado... Es la mujer de mi vida, la que llevo tantos años esperando... Pero, claro está, ella todavía no lo sabe... No tengo más remedio que emprender la aventura más difícil: conseguir que, mirándome a los ojos, compartamos una taza de café...



Mientras espero que se abran las puertas y que esta visión celestial se convierta en un ser humano, mil recuerdos casi olvidados regresan con fuerza a mi corazón… Su larga melena negra con algunas mechas azules (por aquél entonces, tenía la costumbre de teñirse el pelo), ondeando al viento en los columpios del Parque del Retiro… Las escapadas para ir a la sesión de mediodía en los cines de La Vaguada, haciendo pellas de las clases de latín… La forma en que sus pequeños y ágiles dedos cogían las patatas fritas del MD… Incluso lo raro que me sentía cuando ella, aquejada del mal de amores, se refugiaba en mis brazos, y lloraba sobre mi pecho el último desengaño… con el corazón en un puño, y con terribles palabras pugnando por salir de mis labios… “No te preocupes más, Adriana… No hay otros momentos más importantes, solo tenemos este… Si otros hombres no son capaces de apreciarte, de valorarte, de amarte… Aquí me tienes a mí… Desde el primer día me enamoré de ti, y el paso de los años no ha servido para cambiar las cosas… Si me aceptas, soy tuyo…” Por supuesto, jamás se lo dije… Quizás por cobarde… o por demasiado realista: mejor tenerla como amiga, que perderla… Además, ella lo sabía, conocía mis sentimientos, pero no los compartía…



Los momentos de extraña y absoluta confianza, porque de todas formas, me consideraba “inofensivo” al ser su mejor amigo (y ella mi única amiga, pues mi corazón siempre ha sido un reino de taifas minúsculo y elitista)… Y por eso no le daba importancia al hecho de salir a recibirme en la puerta de su casa, envuelta solamente por un blanco albornoz de algodón entreabierto… Creo que aquella fue la ocasión en que más cerca estuve de tomar la iniciativa y quitarme todas las máscaras… y también de quitarle a ella la ropa… Pero tampoco lo hice…



También me persiguen recuerdos imposibles, de escapadas hacia el mar el mes de agosto, y todas aquellas veces en que podríamos haber compartido toalla después de remojarnos en las aguas del Mediterráneo… El espejismo de las gotas de sudor deslizándose perezosas, por la curva de su espalda… El tacto de su piel bajo mis manos, mientras le pongo una nueva capa de crema bronceadora… Lo máximo que disfrutamos fue una tarde soleada en su casa, al borde de la piscina…



¿Me habrá reconocido ella, después de tantos años?¿Será posible esta vez empezar de cero (no tienen anillo de casada)? ¿Hay alguna posibilidad de que el tiempo haya modificado en algo sus sentimientos hacia mí? Porque yo, jamás he olvidado aquellos ojos... con su matiz azulado en el iris derecho... Adriana... Y en su deslumbrante sonrisa compruebo que ella tampoco me ha olvidado… Cuando se abran las puertas, quizás se desvelen algunas incógnitas… y tal vez cambie mi destino…



viernes, 9 de septiembre de 2011

ESTOY CONTIGO

"No tengas miedo... estoy contigo..." Aquellas fueron tus últimas palabras... Eran otros tiempos, lo sé: acabo de cumplir ochenta y siete años, y me duele incluso el alma... Me casé, tuve hijos, nietos, y hasta dos bisnietos... Pero tú lo sabes de sobra, ¿verdad?


Por alguna extraña razón, te olvidé, lo siento mucho. Tal vez porque verte morir, en la cama de tu habitación de niño, con viejos carteles de películas de aquella época, con tu pelota "de cuero del bueno, ¿eh?" y tu oso de peluche a tus pies, no pude más... Lloré, como nunca, porque eras todo mi universo, y no paraba de recordar tus últimas palabras... Unas horas después, mi padre, que estaba probando su nueva cámara, me hizo varias fotos, entre ellas, esta, que he puesto sobre la mesa del comedor, y que miro entre lágrimas... Mi padre no me la enseñó, jamás...


Hoy la he descubierto, casi ochenta años después... He recordado tus palabras... y una vez más te he escuchado decírmelas... con ese leve olor a caramelos de regaliz, y tu suave acento andaluz... "No tengas miedo... Estoy contigo..." Y cuando me miro en el espejo, te veo, sonriendo levemente, y comprendo dos cosas: que nunca me abandonaste... y que has venido a buscarme...

LAS VOCES DEL OLVIDO

El miedo al olvido... muchas veces creo que es justamente ese miedo lo que me impulsa a escribir... a seguir escribiendo... cuando las fronteras del tiempo se dilatan, y solo te quedan los recuerdos... y son esos recuerdos, convertidos en minúsculos gnomos de jardín, los que se suben a tu cama por la noche...

¿No te has dado cuenta de que la colcha, incluso la sábana, que durante la siesta carecía de peso, de repente se vuelve mucho más pesada? ¿No has sentido sobre tu cuerpo como si escalasen cientos de pequeños seres? ¿Y no es curioso que precisamente en aquellos momentos, siempre seas incapaz de abrir los ojos, como si se hubieran quedado pegados por las legañas? ¿Y no has tenido la impresión de escuchar el bisbiseo de unas pequeñas, diminutas voces, en tus oídos, pero con tanta velocidad que no puedes distinguirlas unas de otras (tranquilo, que tu cerebro las distingue perfectamente)? ¿Y no te ha extrañado el que, cuando te parece que no puedes aguantar más, que te vas a levantar, y vas a quitarte de encima aquél peso... todo desaparece?

Son las voces del olvido, de todas las veces que prometiste a un amigo acordarte de él cuando terminase el campamento... cada vez que no le diste a un ser querido un simple beso... aquella primera vez que besaste su cara... el olor del otoño en el parque, y de las hojas al pisarlas... el sonido del mar aquella mañana de domingo... y en muchas ocasiones, demasiadas, lo que escuchas son tus sueños perdidos, esos que siempre empiezan por "cuando sea mayor, quiero ser..." que con el paso del tiempo se convierte en "si no fuera tan mayor, me gustaría..."

No hay corazón humano que pueda cargar con el peso de tantos olvidos (voluntarios o no), de tantas ilusiones (perdidas), de tantos amigos (desaparecidos), de tantas ocasiones (desperdiciadas), de tantas amarguras (asfixiantes)... Es curioso, nunca se equivocan de humano, aunque duerman varios en la misma cama... quizás porque nacen de tus sentimientos...

Y por eso, como algunas empresas que encargan el trabajo extra o más repetitivo a otras, el corazón y el cerebro humano, subcontratan con otras empresas (algunas de ellas orientales) la gestión de los sentimientos negativos o tristes, sobre todo los que más te duelen, que se convierten en esas pequeñas criaturas (y en pesadillas), se materializan durante el sueño... pero que de día se convierten en niebla de pelusas debajo de tu cama...

Son en cierto modo tu conciencia, las voces del olvido, y te recuerdan que hay una vida, esperándote...

EL PELIGRO DE LAS PALABRAS... Y LAS MUSAS DE CARNE Y SANGRE

Algunas lecciones pueden resultar muy amargas sobre todo cuando se traducen en pérdidas, los famosos daños colaterales que de vez en cuando provoca la escritura... Salvo que ésto no es una película de acción, no suele haber segundas oportunidades, ni oportunidad de explicarse... y tienes que medir las palabras más que nunca... Primero están las de alma y misterio, nacen de un recuerdo, de una imagen, de un fragmento de sueño, y las vas dotando de una serie de cualidades, físicas, de carácter, ambiciones, expectativas... y cada cierto tiempo, las vas cambiando, no solo porque pierdan casi todo su misterio, sino porque os termináis conociendo bien: la actual se llama Yolanda, es morena, delgada, de pelo largo, tez ligeramente aceitunada, y llevamos trabajando juntos dos meses... Son cómodas, no muy temperamentales, inteligentes y, sobre todo, escuchan y te hacen escuchar... incluso las voces de tus silencios...

El segundo tipo de musa es mucho más complicado, las de carne y sangre... Son criaturas humanas, aquellas que te atan a la realidad, que te inspiran a escribir, casi siempre por algo que, a tus ojos, las hace únicas: una de ellas, tiene las manos más fascinantes que he visto nunca; otra de ellas, por sus ojos; durante un tiempo me sedujo una sonrisa de blanquísimos dientes; en cuanto a los ojos, una los tenía azules como el cielo antes de una tormenta, y la otra, negros como el reflejo de una noche sin luna...

La única regla era que jamás convirtieras en musa a una mujer por entero... Por el pequeño detalle del reconocimiento. A casi todas las musas de carne y sangre las cabrea, y con razón, el reconocerse en uno de tus personajes, aunque se trate de una historia de lo más anodina, tranquila e inocente... El escritor y el poeta, condenados primero al ostracismo, y luego a la picota... que hace mucho frío de noche... La musa se esfuma tras un muro de silencio, ojo, con toda la razón del mundo... Y, por si fuera poco, alguien a quien aprecio muchísimo, y tal vez una de las personas que mejor me conoce, se encuentra pillada en el fuego cruzado...

Ya dice el refrán que "no hay peor ciego que el que no quiere ver"... Las palabras son exclusivamente eso, palabras, el escritor las utiliza en sus historias, les da forma para crear un texto, para transmitir, en mi caso, sentimientos... Y luego, corresponde al lector realizar su interpretación, según sus esquemas de valores, creencias, sentimientos... Eso sí, desde el momento en que las palabras abandonan el teclado, el conrol lo tiene el destinatario... Durante estos meses, habré escrito cerca de 900 entradas, en los distintos blogs públicos, los clandestinos, las novelas; y en ellos aparecen personajes reales, imaginarios, parcialmente reales... Mal lo iba a llevar si todos ellos me pidieran explicaciones sobre el "por qué" de su existencia...

No puedo evitarlo: juego con los géneros: mezclo la "autoficción" (vida inventada), la fábula, la paradoja, el relato amoroso, la ciencia ficción, lo adorno con cuatro datos bien buscados, y sale una historia de amores imposibles... ¿Por Satanás, todavía hay gente que crea a los escritores en sus novelas y sus blogs? ¡Si ni siquiera todas las autobiografías son ciertas, pues el tiempo altera la percepción de los recuerdos! ¿Y si un día me levanto especialmente romántico, y cuento la primera vez que hace el amor una chica de veinte años, durante las fiestas del pueblo... de repente, me he convertido en chica, guapa, inteligente y muy bella? ¡Qué más quisiera yo! ¿Y mis relatos oscuros, en los que pasa de todo menos cosas buenas, y me refiero a satanismo, canibalismo, maldiciones, sacrificios humanos, ejecuciones sumarísimas y una amplia variedad de barbaridades, en qué posición me dejan, justo un poquito por debajo de Hannibal Lecter pero muy por encima del Arropiero? Por cierto, están recogidos en hombresdetintarelatososcuros.blogspot.com... El escritor, el poeta, el blogger, viven en los mundos de la ficción, de la fantasía, es el lector quien debe escoger hasta qué punto debe creer lo que está leyendo, donde termina la realidad. Las palabras no ofenden "per se", es en la mente y el corazón del lector donde puede surgir el problema... y el silencio jamás es una solución... Aunque de momento, regresaré a las musas de alma y misterio...

Laetitia, cariño, estás despedida... y vosotras también, Rebecca, Claudia, Carmen, María, Beatrice...

miércoles, 24 de agosto de 2011

CIUDAD DE INCIENSO Y NIEBLA

Una mirada fue suficiente, en la habitación se hizo el silencio, incluso el respirador gorgoteaba con menos fuerza... Sus ojos eran tan brillantes, una clara expresión de su deseo, frente a la verdad revelada e inevitable de la muerte... Lo primero que él hizo fue cerrar la puerta de la habitación del hospital, con unas pequeñas cuñas de plástico de la ferretería... y luego desconectó el detector de humo... que de algo tenía que servirle toda una vida haciendo instalaciones similares, en casi todos los edificios oficiales de la ciudad... que solo de magia es muy complicado vivir...


En aquél momento, se quitó la chaqueta y, como todo mago que se precie, se arremangó el jersey de cuello vuelto negro y, de su chistera (que aparecío misteriosamente entre sus manos), sacó un ramo de flores de trapo, un conejo de peluche (que le entregó a la niña), y un pebetero de cobre, sobre un platito de obsidiana, que su vez instaló sobre una típica mesa de cafetería, redonda, de tapa azul, y sostenida por tres larguísimas patas de araña... Ahora bien.. ¿cómo podían salir tantas cosas de una chistera? Misterios de la magia...


Todo estaba listo, para el último viaje... Flexionando el pulgar derecho, el mago encendió su dedo meñique izquierdo y, antes de prender aquella mezcla de sustancias que llenaba el pebetero, miró fijamente a la niña, y ella asintió... y tras esto, pronunció una sola palabra, que resumía todos sus deseos: "París..." El mago, o ilusionista, o brujo, encendió la mecha, y un extraño fuego, lleno de matices verdes y azulados, surgió en el pebetero... La columna de humo empezó a subir hasta el techo, y luego, a expandirse desde arriba hasta el suelo, por toda la habitación... Y en su interior comenzaron a surgir sombras, y luces... y árboles... y farolas... Estaban en medio del "Bois de Boulogne", de vez en cuando se cruzaban con alguien... Salvo que en este viaje, ella iba vestida de rojo, con zapatos y capa a juego (para que no cogiera frío) y el mago la llevaba de la mano... Sobre todo, puede caminar, y tiene una larga melena rubia... La niebla, húmeda y con sabor a incienso, les envuelve y les protege... y les oculta...


"Tour Eiffell"... Y allí aparecen, a los pies de la vieja dama, admirando su enorme tamaño, y sintiéndose tan pequeños, y sobre todo, tan jóvenes... La niña camina hacia las vigas inferiores, son macizas, muy frías, pero suficientes para aguantar su peso... "Arriba"... Y los dos suben en el ascensor... La vista es impresionante a pesar de la niebla, solo aparecen los tejados más altos, y ni siquiera con el catalejo de cobre (que él saca de un bolsillo del abrigo) se consigue ver algo más que las veletas y pináculos del Louvre y las ventanas iluminadas de las buhardillas decimonónicas, y algunos monumentos, como el Arco del Triunfo... Se quedan en lo más alto varios minutos, rodeados por las sombras, y ella dice "Notre Damme"... Y aparecen en lo más alto de los tejados, ella se agacha para tocar las planchas de cobre que mantienen algo de calor residual, de aquél sol latente… Empieza a hacer frío, y como la niña de once años que sigue siendo incluso consumida por la enfermedad, baja corriendo por las escaleras de la torre, perseguida por el fantasma de su risa… y el mago la está esperando abajo, con una sonrisa en los labios… Al entrar en la catedral huele mucho más a mirra e incienso, suena el gran órgano con la "Tocata y fuga" de Bach, y ellos dos parecen estar solos, aunque escuchan algunos ruidos de los demás asistentes, que siguen ocultos por la extraña niebla... El tiempo no acompaña, pero tienen por delante otras dos paradas: un pequeño paseo por el Louvre, para admirar la "Victoria de Samotracia" y "La última cena"... y una pausa, ella quiere conocer y despedirse de "Les Nymphéas" de Monet... Cuando ella se acerca a cada uno de los cuadros, la niebla se desvanece, protegiéndola al mismo tiempo del mundo y de sus habitantes… Allí se quedan un largo tiempo…


Por primera vez desde el comienzo del viaje, él habla, y su voz es dulce, cálida, tranquilizante... "Ya es hora... Tenemos que volver"... Ella sonríe, murmura un suave “Gracias…” y besa el marco del cuadro más cercano…


Y regresan a la habitación del hospital... Con un gesto de la mano, la niebla y el humo del pebetero desaparecen, y el aire se despeja... Otro gesto, y el los complementos (chistera, pebetero, plato, mesilla, tapete) se introducen en la chistera, y ésta desaparece en el bolsillo posterior del pantalón del mago... Menos la flor de tela azul y el conejo, como regalo y recuerdo…


Muy despacio, él se acerca a la niña, y con gran mimo, le retira el gorro, y acaricia su cabecita calva... Ni la quimio ni la radio han servido para nada... "Un beso"... Sus labios se juntan, entreabiertos... sus ojos se cierran... su corazón se para... y su mano izquierda cae, laxa, por el lateral de la cama... Con sumo cuidado, él la toma entre las suyas, mientras el calor abandona el cuerpo de la niña, y coloca ambas manos sobre su pecho...


Un último viaje para una niña enferma... un sueño que se cumple... y la muerte gana y pierde... Con un chasquido de los dedos, desaparece, dejando tras de sí un leve olor a incienso, mirra y niebla... Y una rosa azul sobre el pecho de la pequeña... y un conejo de peluche blanco...