miércoles, 24 de agosto de 2011

CIUDAD DE INCIENSO Y NIEBLA

Una mirada fue suficiente, en la habitación se hizo el silencio, incluso el respirador gorgoteaba con menos fuerza... Sus ojos eran tan brillantes, una clara expresión de su deseo, frente a la verdad revelada e inevitable de la muerte... Lo primero que él hizo fue cerrar la puerta de la habitación del hospital, con unas pequeñas cuñas de plástico de la ferretería... y luego desconectó el detector de humo... que de algo tenía que servirle toda una vida haciendo instalaciones similares, en casi todos los edificios oficiales de la ciudad... que solo de magia es muy complicado vivir...


En aquél momento, se quitó la chaqueta y, como todo mago que se precie, se arremangó el jersey de cuello vuelto negro y, de su chistera (que aparecío misteriosamente entre sus manos), sacó un ramo de flores de trapo, un conejo de peluche (que le entregó a la niña), y un pebetero de cobre, sobre un platito de obsidiana, que su vez instaló sobre una típica mesa de cafetería, redonda, de tapa azul, y sostenida por tres larguísimas patas de araña... Ahora bien.. ¿cómo podían salir tantas cosas de una chistera? Misterios de la magia...


Todo estaba listo, para el último viaje... Flexionando el pulgar derecho, el mago encendió su dedo meñique izquierdo y, antes de prender aquella mezcla de sustancias que llenaba el pebetero, miró fijamente a la niña, y ella asintió... y tras esto, pronunció una sola palabra, que resumía todos sus deseos: "París..." El mago, o ilusionista, o brujo, encendió la mecha, y un extraño fuego, lleno de matices verdes y azulados, surgió en el pebetero... La columna de humo empezó a subir hasta el techo, y luego, a expandirse desde arriba hasta el suelo, por toda la habitación... Y en su interior comenzaron a surgir sombras, y luces... y árboles... y farolas... Estaban en medio del "Bois de Boulogne", de vez en cuando se cruzaban con alguien... Salvo que en este viaje, ella iba vestida de rojo, con zapatos y capa a juego (para que no cogiera frío) y el mago la llevaba de la mano... Sobre todo, puede caminar, y tiene una larga melena rubia... La niebla, húmeda y con sabor a incienso, les envuelve y les protege... y les oculta...


"Tour Eiffell"... Y allí aparecen, a los pies de la vieja dama, admirando su enorme tamaño, y sintiéndose tan pequeños, y sobre todo, tan jóvenes... La niña camina hacia las vigas inferiores, son macizas, muy frías, pero suficientes para aguantar su peso... "Arriba"... Y los dos suben en el ascensor... La vista es impresionante a pesar de la niebla, solo aparecen los tejados más altos, y ni siquiera con el catalejo de cobre (que él saca de un bolsillo del abrigo) se consigue ver algo más que las veletas y pináculos del Louvre y las ventanas iluminadas de las buhardillas decimonónicas, y algunos monumentos, como el Arco del Triunfo... Se quedan en lo más alto varios minutos, rodeados por las sombras, y ella dice "Notre Damme"... Y aparecen en lo más alto de los tejados, ella se agacha para tocar las planchas de cobre que mantienen algo de calor residual, de aquél sol latente… Empieza a hacer frío, y como la niña de once años que sigue siendo incluso consumida por la enfermedad, baja corriendo por las escaleras de la torre, perseguida por el fantasma de su risa… y el mago la está esperando abajo, con una sonrisa en los labios… Al entrar en la catedral huele mucho más a mirra e incienso, suena el gran órgano con la "Tocata y fuga" de Bach, y ellos dos parecen estar solos, aunque escuchan algunos ruidos de los demás asistentes, que siguen ocultos por la extraña niebla... El tiempo no acompaña, pero tienen por delante otras dos paradas: un pequeño paseo por el Louvre, para admirar la "Victoria de Samotracia" y "La última cena"... y una pausa, ella quiere conocer y despedirse de "Les Nymphéas" de Monet... Cuando ella se acerca a cada uno de los cuadros, la niebla se desvanece, protegiéndola al mismo tiempo del mundo y de sus habitantes… Allí se quedan un largo tiempo…


Por primera vez desde el comienzo del viaje, él habla, y su voz es dulce, cálida, tranquilizante... "Ya es hora... Tenemos que volver"... Ella sonríe, murmura un suave “Gracias…” y besa el marco del cuadro más cercano…


Y regresan a la habitación del hospital... Con un gesto de la mano, la niebla y el humo del pebetero desaparecen, y el aire se despeja... Otro gesto, y el los complementos (chistera, pebetero, plato, mesilla, tapete) se introducen en la chistera, y ésta desaparece en el bolsillo posterior del pantalón del mago... Menos la flor de tela azul y el conejo, como regalo y recuerdo…


Muy despacio, él se acerca a la niña, y con gran mimo, le retira el gorro, y acaricia su cabecita calva... Ni la quimio ni la radio han servido para nada... "Un beso"... Sus labios se juntan, entreabiertos... sus ojos se cierran... su corazón se para... y su mano izquierda cae, laxa, por el lateral de la cama... Con sumo cuidado, él la toma entre las suyas, mientras el calor abandona el cuerpo de la niña, y coloca ambas manos sobre su pecho...


Un último viaje para una niña enferma... un sueño que se cumple... y la muerte gana y pierde... Con un chasquido de los dedos, desaparece, dejando tras de sí un leve olor a incienso, mirra y niebla... Y una rosa azul sobre el pecho de la pequeña... y un conejo de peluche blanco...

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