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sábado, 10 de septiembre de 2011

LLORA, PAYASO....

Invadido por la tristeza, destrozado por aquél amor que le ha robado la alegría de vivir, por aquella ausencia tan dolorosa, intentas evadirte a través de la música secreta de los viejos amantes, dentro de la fanfarria del circo, el juego de las luces y el silencio de la pista... Y entonces, caminas bajo el foco de los proyectores, hasta el medio del círculo sagrado de arena y serrín... Los niños te aclaman, corean tu nombre... "¡Jean Christophe! ¡Jean Christophe!" Quieren reír... necesitan soñar... El público, exigente, inteligente y posesivo, reclama tus bromas, tus gags, los monólogos chispeantes, algunos trucos de alta magia, y por encima de todo, sonrisas, risas y carcajadas... Tu función es satisfacerlos... Eres "el único, el magnífico, el soberbio... mago payaso...." Y cumples con tu función, en el pequeño gran universo...

Más tarde, tus compañeros te felicitan... "¡Bravo! ¡Magnífico! ¡Espléndido!" Aquellos halagos, aquellas palabras de admiración y ánimo te persiguen... Pero tú no dices nada, no hablas, te limitas a saludar, a sonreír... En el fondo, no tienes nada que contarles... Y sobre todo, no quieres participar en las celebraciones de la última función en aquella pequeña ciudad de provincias... Porque estás muerto... tienes la muerte en el alma...

Diez minutos antes de tu triunfo, has recibido la llamada que llevabas tanto tiempo esperando y temiendo... Los peores pronósticos se han confirmado... se trata de un cáncer linfático... está muy avanzado... y los doctores no pueden hacer nada por ayudarla... Veintidós años, ocho años más joven que tú... Y los sabios, los médicos brujos, los chamanes, los hechiceros de la medicina moderna, te confirman que se morirá dentro de poco tiempo... semanas, meses tal vez... No habrá otra primavera... ni otro verano... para ella... Lo más seguro, morirá en diciembre, y quizás los copos de nieve serán su mortaja...

Y las lágrimas, que has conseguido retener mientras estabas con ellos, resbalan por tus blancas mejillas... Y tu corazón se rasga cuando entras en tu caravana... Ni siquiera tienes fuerza para lavarte la cara... Pobre payaso que no puede reír más... que no puede vivir más...



AYER ENCONTRÉ NUESTRAS FOTOS…

Soledad...

Y tristeza...

Mientras camino por el borde de la muda desesperación, recuerdo cuando las cosas eran distintas, hace meses, días o años, no lo sé... cuando nos conocimos por una gigantesca casualidad, y nuestras vidas siguieron caminos paralelos durante un tiempo.

Me bastaba con pensar en ti, y me inundaba una sonrisa... Presencia amistosa y cálida, envuelta en la bruma de los recuerdos, que lentamente va desbrozando el paso del tiempo, y pequeños detalles como la madurez, o simplemente la vida, convierten en sombras de un sueño... Casi no recuerdo el sonido de tu voz, al menos, sin la intervención del teléfono, y mucho menos el tacto de tus mejillas... pero nunca se apagarán la fuerza de tu sonrisa, ni el brillo de tus ojos...


Normalmente, no me dejaría llevar por este tipo de pensamientos, haría cualquier cosa para extraerte de mi mente, pero ya es demasiado tarde... y me apetece recordarte... Solo por hoy, me sobran lágrimas, por todo lo que fue, y lo que pudo haber sido...



Ayer encontré nuestras fotos en un cajón, de hace mil años, cuando las cosas eran mucho más sencillas, y los dos mirábamos, sonriendo, al misterioso fotógrafo, al cómplice, que nos congeló en el tiempo, para siempre con bañador y camiseta, eternamente jóvenes al borde del mar...



Me asaltan los recuerdos, de aquellas tardes calurosas, noches en la Feria, procesiones de Semana Santa, y en mi memoria, cansada, se mezclan imágenes de los viajes, de cómo nos conocimos, desapareciendo, al menos para mí, todo lo que no fueras tú, tus enormes ojos castaños, tus blanquísimos dientes, y tu inmensa sonrisa...



Aquella tarde, caminando, sin rumbo por la playa, hablando de mil cosas... entre otras, de la pasión por la lectura que logré despertar en ti, y que en cierto modo creo que fue el mejor regalo que te pude hacer... pero nada de sentimientos, por supuesto...

Aquella noche, en el puerto, con tu cazadora vaquera, sentada sobre el murete de piedra... después de haber cenado juntos en un restaurante italiano, y bebiendo un poco de Lambrusco... Creo que fue una de las pocas veces que hemos caminado cogidos de la mano... No hubo silencios incómodos...

Tu silueta recortada contra la pantalla en el cine, la única peli que hemos compartido, y que no fue "Ghost"... sino "Estallido"... inevitablemente, cada vez que la veo, pienso en ti... En el fondo, la sigo viendo, porque me recuerda a ti... Y me pasa lo mismo con los fuegos artificiales, evoco tu silueta...

Todas aquellas cartas que intercambiamos, tu letra de niña buena, que todavía conservo a pesar de tantos años... Y que de alguna manera, empezaron a escasear, y luego quedaron reducidas casi a la nada... Como mucho, los cumpleaños...



Y la vida nos acabó atrapando fieramente en su vértice... de obligaciones, esperanzas truncadas, realidades desgraciadas... y continuamos por nuestro propio camino... por separado... Nos hemos visto dos veces en los últimos diez o doce años... La primera, cuando vinisteis tu novio y tú a nuestra boda, que solamente te vi unos minutos, a pesar del tremendo viaje... La última, aquellos días que pasaste en Madrid, creo que para asistir a unas jornadas de psiquiatría, y nos fuimos a dar una vuelta por la zona del Palacio Real, y cenamos los tres en "Las Cuevas de Luis Candelas"...



Solo es historia antigua, lo sé... y los futuribles no valen para nada... La vida, la rutina, el trabajo, la familia, los amigos, o algo tan sencillo como el amor, o el destino, o qué se yo, consiguieron primero que surgiera una amistad realmente hermosa, olvidando otros sentimientos, por desgracia, y cuando estos terminaron manifestándose, ya era demasiado tarde para cualquier cambio... que por otra parte tampoco era viable, lo sé...



Pero ayer encontré nuestras viejas fotos, amiga mía, y los años, en cierto modo, se me han echado encima al verlas, al recordar... Y estoy escuchando "Hoy tengo ganas de ti", de Miguel Gallardo... Y miro el paisaje sombrío de la playa y el mar, recordando aquél paseo... Y noto cómo se va formando la bola de lágrimas... Ya es hora de dejarla salir...



NOSTALGIAS DEL PASADO

Me gustaría recuperar la ilusión de los primeros años, de la edad fronteriza entre la infancia y la adolescencia... Aquella etapa de los primeros besos... Los primeros cambios en tu cuerpo... La voz misteriosamente desafinada... Cuando empieza a salirte vello en partes extrañas... Y sin ser ya un niño, te sigue faltando muchísimo camino para convertirte en adolescente y mucho menos en hombre...

Es aquella etapa bisagra, llena de dudas, de sensaciones, pero también de ilusiones y esperanzas. Es posible que yo vea las cosas de otra manera, cuando estoy cerca de cumplir los cuarenta, sobre todo porque no recuerdo con especial cariño aquella etapa de mi vida... Lo que realmente añoro es la ilusión, esa capacidad de pensar que todo es posible, que el futuro lo puedes modelar a tu imagen y semejanza, que siempre te sentirás protegido por tus padres, que tendrás contigo a tus abuelos, que los Reyes Magos existen, y que Papá Noel es su ilustre ayudante...

Durante mi etapa de profesor de instituto, felizmente acabada, a veces me quedaba en silencio, mirando a los pequeñajos de primero de la Eso, con sus caritas y sus ceños enfurruñados, mientras intentaban terminar el examen de francés... Los veía tan pequeños, con tantas cosas por delante, tantas posibilidades en la vida, tantos descubrimientos... Y la forma en que levantaban la mano, educados, pues recién llegados al IES todavía no les había dado tiempo de aprender las malas costumbres... Me desplazo por el aula en silencio, respondiendo a las preguntas en voz baja, observando... Leo en sus ojos muchas cosas: tensión, ansiedad, miedo, ilusión, esperanza... Una mezcla, también, de aromas, y colores, y sonrisas, y sueños, que de alguna manera se condensan en el aula, a primera hora de la mañana...

Tal vez, no se trate tanto de la realidad, de lo que sucede en aquellos años, que de una vaporosa mezcla de recuerdos con añoranzas, desde la perspectiva de un adulto... Pues también es cierto que, al margen de cómo me pueda encontrar ahora, tampoco me gustaría nada volver a vivir aquellos años... Lo ideal sería poder volver atrás en el tiempo, como en "Regreso al Futuro", y advertirte de aquellos momentos en los que una simple decisión podría haber cambiado tu vida, por ejemplo escoger una carrera u otra, aprovechar mejor el tiempo, una oportunidad...

Pero, mientras eso no sea posible, solo nos quedarán dos cosas: la nostalgia hacia los buenos momentos del pasado (mitad ficciones, mitad recuerdos)... y la esperanza de no volver a cometer los mismo errores en el futuro...



AQUELLA TAZA DE CAFÉ… CON SU PLATITO…

Una taza de café, vacía, sobre una mesa de metal... nada más: ni la socorrida cucharilla escurriéndose en el borde del plato, ni un solo resto del sobre de azúcar, o una servilleta de papel arrugada...

Nada... absolutamente nada, al margen de lo más evidente: que nadie le ha prestado la más mínima atención a la persona que ha compartido su espacio vital con ellos, en aquella pequeña plaza peatonal, de cualquier ciudad europea... Podría ser Madrid, o Barcelona, Bruselas... pero me gusta pensar que es París...



¿Y por qué París? Bueno... es una de las ciudades más hermosas que conozco, y le tengo un especial cariño... Pero mejor no disperses tu atención, céntrate en la taza, vacía, en todas las cosas que faltan, y sobre todo en lo más importante... En quién la dejó ahí... y en las distintas posibilidades que se abren, a partir de un objeto tan cotidiano... Sí, es otro de mis juegos...



Mesa izquierda de la terraza, 17:15. "No ha venido... Él no ha venido... Tanto tiempo hablando de nuestro encuentro, de que ya era hora de olvidarnos del face, de las redes sociales, de las tonterías y las contraseñas para reconocernos incluso en otros foros... Hemos pasado casi un mes, intentando quedar en este café de la Place Magellan, ajustar nuestras agendas, buscar incluso posibles coartadas... Pero no ha venido... Y aquí estoy yo, como una gilipollas, tomándome una taza de café frío, sin azúcar, ni leche, ni nada... Así es como me gusta el café, cargado, fuerte, con cuerpo, como los hombres, no como el imbécil de mi querido novio... Por eso, justamente, me ha atraído el perfil de Guillaume: treinta años, fotógrafo, experiencia en bodas, y en el mundo de la moda... Su foto me ha impactado, esa mandíbula recta, poderosa, con el pequeño hoyuelo... Sus ojos, que parecen de un color gris acerado... No deja de ser curioso que un fotógrafo sea tan poco pródigo en lo que a él se refiere: no tiene más fotos que un par de perfiles o contraluces que le ha hecho otra persona, el resto son todo muestras de su trabajo, muy bueno, por cierto... Ya lleva quince minutos de retraso, y mira que quedamos a las cinco de la tarde... Como no soporto llegar tarde, estaba paseando por la plaza desde las cinco menos veinte, mirando los escaparates de las tiendas de ropa, de souvenirs, incluso he entrado en la pequeña iglesia, Notre Mère du Suplice, para matar el rato... Luego, me he sentado en la primera mesa que he visto libre, que los parisinos son como los caracoles, en cuanto llegan los primeros rayos de sol, todos a la calle, para celebrarlo... No quería pedir nada, pero se me ha acercado el camarero, y me ha preguntado educadamente pero con cierto retintín si pensaba tomar algo en la terraza... Por eso le he pedido el café, para que me dejase tranquila un rato... Y así ha sido, en cuanto me ha traído el café hirviente, y me ha cobrado, ha perdido todo interés por mí... Pero ya no puedo esperar más tiempo, y no es que me moleste especialmente... pero creo que en una primera cita, después de tantos tiempo chateando, tendría que haberse esmerado más... Lo dicho, me voy..."



Mesa derecha de la terraza, 17:16 horas... "Mírala, está allí, tan hermosa, tan sugerente, tan... No se me ocurren palabras para describirla, encarna todo lo que realmente amo, y todo lo que me da miedo en una mujer... Tal vez, en otras circunstancias, podríamos habernos conocido, hacernos amigas, ir de compras juntos... Pero no va a poder ser, no al menos aquí ni ahora... Todo ha sido un juego, una necesidad de imaginar otra vida, de ser otra persona... Por eso he creado un nuevo perfil en la red, que me permitiera al menos unas horas al día, vivir como un hombre... ¿Y ahora, cómo puedo acercarme a ella? ¿Cómo puedo decirle: no esperes más a Guillaume, pues no existe? Solo estoy yo, Géraldine... Nunca pensé que la posibilidad de vivir otra vida representase una nueva forma de prisión..."



Y la taza de café se enfría, lentamente, abandonada por dos mujeres entristecidas...